Concierto Radiohead Foro Sol México

lunes, 16 de marzo de 2009

Radiohead, insuperable

La gran mayoría de las personas que asistieron a los conciertos que Radiohead ofreció en México coincidirán con la siguiente idea: para quienes nos encontramos entre los 20 y los 40 años ha sido el mejor concierto que hemos visto y no habrá otro igual.


Más aún, se trató del concierto de su vida, un concierto inolvidable, para aquellos fanáticos que se encuentran entre los 24 y los 33 años, es decir, para toda una generación que creció soñando con este momento, escuchando con sus walkmans y cantando en el metro o el pesero las canciones del The Bends o del OK Computer, y años más tarde al interior de sus autos o en sus ipods las melodías descargables de In Rainbows.


Contar una experiencia es compartirla y más si es una experiencia generalizada. Tener la oportunidad de hablar de este concierto es tener la posibilidad de dar voz a muchos de los asistentes a dichos conciertos.


Primera Fila


Llegamos lo más temprano posible para que correr una vez que lográramos acceder al foro y así alcanzar un lugar lo más cercano a las vallas. Así lo hicimos. Obviamente los empujones y la incomodidad no faltaron. El acceso fue a las cinco. Entre las ventas de agua y la incipiente sensación de cansancio pasamos alrededor de dos horas y media antes de que apareciera en escena el grupo telonero: Kraftwerk, una experiencia bastante curiosa: visualmente agradable, limitada en tanto comunicación con el público pero con una musicalidad de atmósferas.


Mientras los alemanes interpretaban sus canciones, el foro comenzaba a llenarse. En pocos minutos, el lugar estaba a reventar.


Terminó el grupo alemán para dar paso al montaje de la escenografía de Radiohead, y mientras los técnicos colocaban todo en su sitio, el público no se perdía ningún detalle: los más chavos estaban emocionados tratando de ver si aparecía o no Nigel Godrich, ingeniero de audio de la banda, o diciendo que allá estaba la guitarra Telecaster de Johnny Grennwood o el piano de Thom Yorke; otros explicando cómo se iban a desplegar los tubos de luz que sirvieron de escenario; la pareja de al lado dándose sus besos sin parar; los señores recargándose en sus hijos para descansar las rodillas. En fin, la espera se aproximaba a su fin. Los miembros del staff revisaban los pedales de Greenwood y O’Brian para que quedaran con los timbres justos para los distintos efectos.


El escenario estaba listo: una especie de cueva de la cual pendían estalactitas que iluminarían el escenario con diversos colores.


El set-list


Las luces se apagaron. Eran alrededor de las 9:30 de la noche y comenzó a escucharse una agradable mezcla alternada con un alumbrado verde. Al fondo apareció la banda: Radiohead saludaba al eufórico público mexicano. Thom Yorke ataviado en una chamarra de cuero negra comenzaba a dar saltos como loquillo abriendo los brazos. Inmediatamente comenzó a escucharse el sintetizador que sirve de base a la canción “15 Step”, la primera del concierto, que por su cadencia puso a bailar a algunos, los que tenían bajo sus pies una porción cuadrada suficiente para hacerlo.


La primera gran ovación vino con “Airbag”, segunda canción de la noche, y dicha algarabía obedeció al anhelo tardíamente materializado, pues se trata de la canción que abre su gran obra maestra, Ok Computer. Inmediatamente después, Johny Greenwood y O’Brian acompañaron a Phil Selway, el baterista, con dos tambores para interpretar “There There”, de Hail to the Thief.


Radiohead integró su setlist de forma magistral, de tal manera que conducían a la audiencia de emoción tras emoción, la extasiaban y la dejaban descansar, como lo hacen los amos en el arte de la seducción y el erotismo, con pausas y estilo, con imaginación y tacto.


“All I Need”, “Nude” y “Arpeggi” compusieron un bloque integrado con lo más reciente, seguido por “The Gloaming” y “National Anthem”, canciones intensas y fundacionales de una transición sobre la estructura armónica y melódica del grupo.


“Faust arp” hizo llorar al algunos, y la estocada final para quienes lograron contener las lágrimas vino con “No Surprises” que encontró una enredadera de ojos vidriosos como receptáculo visual.

“Jigsaw Falling Into Place”, “Lucky” y “Reckoner” integraron un bloque dulce para descansar después del restriegue de entrañas y vísceras. “Optimistic” e “Idioteque”, una provocación contrastante, ya que condujeron a otro mar de emociones, si no de lágrimas: “Fake Plastic Trees”.


Se despidieron pero el público sabía que aún no terminaba el concierto. Regresó Thom Yorke al escenario para comenzar el riff de guitarra que da pauta a “Bodysnatchers”. Los miembros del staff colocaron el piano de Yorke en el centro del escenario e interpretó “Videotape”.


Y, acto seguido, para colmar las emociones en los cuerpos de los asistentes interpretaron una de las canciones más esperadas de la noche, “Paranoid Android”, pieza que pasará a la historia como una de las más completas y complejas creaciones musicales hechas por una banda de rock, entre las que podrían integrarse “Bohemian Rapsody” de Queen, “Stairway to Heaven” de Led Zepellin, “Be Carefull with Axe Eugene” de Pink Floyd o “The Rain Song” de Led.

La sensualidad regresó con “House of Cards” y se convirtió en euforia con “My Iron Lung” para volver a la calma y al canto de pájaros con “Street Spirit”.


Después, vino el segundo encore seguido por un final de locura y estruendo, de alarido y violencia, de claridad cenital: “Pyramid Song”, “Just” y “Everything in It’s Right Place”.


El concierto llegó a su fin con una sincronía visual y acústica digna de llamar la atención. Se fueron despidiendo uno a uno; el primero fue Thom Yorke, el último Ed O’Brian. Los efectos de las guitarras seguían cantando aún cuando la banda había abandonado el escenario. Abajo las luces, el mejor concierto llegaba a su fin.


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