Yann Tiersen vuelve (loco) a México

domingo, 25 de abril de 2010


Tiersen es mucho más que "Amelie"

Finalmente, después de generar gran expectación entre la audiencia mexicana, el musicalmente excéntrico, aparentemente introvertido pero poseso y extrovertido por la gran gama de instrumentos con que interpreta, Yann Tiersen volvió a nuestro país con más furia y rock que la esperada.

El día de ayer (sábado 24 de abril), ofreció un concierto memorable en la misma sala que lo recibiera hace tres años, el Teatro de la Ciudad, y no defraudó a nadie si lo que buscaban presenciar era un artista virtuoso, atrevido y nada contenido, desafiante pero respetuoso de su público, cálido y amable, lúcido y esquizofrénico al mismo tiempo, es decir, Yann al natural, el joven músico en cuya cabeza ya despuntan algunas canas.

A sus casi 40 años, el músico francés brindó un amplio repertorio y sorprendió a los asistentes, sobre todo a aquellos que sólo conocían de Tiersen las dulces melodías que creó para la cinta "Amelie", pues interpretó algunos detalles de dichas piezas a través de un crisol llamado estridencia (es decir lo frenético y a la vez exquisito y embriagante del rock).

Por ello, entre el público vimos a personas de todas las edades, abuelas en primera fila, madres en los balcones y jóvenes entre desquiciados (también por el rock) y tranquilos (que esperaban otra cosa).


Pero los que iban a ver a Tiersen más allá de Amelie se encontraron una grata sorpresa, pues en el escenario se interpretaron composiciones interpretadas de forma perfecta, buena música, ambientes generados por sintetizadores muy en sincronía con la estética contemporánea que coquetea con lo electrónico desde su esencia, desde su base, guitarras eléctricas con distorsión y efectos pero también limpias y precisas acompañando con acordes sencillos, un bajo que iba de lo trémulo a lo alocado, una batería sincopada, en silencio, en pulsión espasmódica o en frenesí absoluto, y un líder, Tiersen, que no paraba, delgado y pequeño pero con esa potencia y alteridad propia de los rockeros.


El virtuosismo de Tiersen se comprueba con su dominio de muy variados instrumentos: utilizó más una guitarra eléctrica pero el concierto lo comenzó con una mandolina, también sorprendió su ejecución con un violín cuyo sonido amplificado lo dotó de un sonido eléctrico, más el sintetizador, las armónicas, los teclados, todos interpretados de una forma espléndida. Sin duda conquistó por completo a la audiencia cuando interpretó un solo de violín llevando al límite el uso tradicional que se la ha dado a este instrumento descargando del mismo un brillo y un magnificencia sorprendentes, Tiersen concluyó esa pieza exhausto y así recibió la entrega de su público.

Después de dos encores, Tiersen junto con su banda conformada por músicos veinteañeros (bajo, batería, guitarray teclados) volvió al escenario para desquiciar al foro y apelar a la incontinencia viril y juvenil que aún yace en su interior.

El concierto concluyó con ruido que sonaba bien, con la ejecución al límite de sus cuerpos, con los dedos rojos después de tocar veloz y fuerte cada uno de los instrumentos, incluso con cuerdas rotas.
Cansados concluyeron su última pieza y por esto mismo, el público se les entregó nuevamente.

Un genial concierto, sorprendente, Yann Tiersen es rock para quienes no lo saben pero si no lo saben da lo mismo, porque el rock al final de cuentas es una forma de expresión, en este caso la que se ha elegido para dar mayor contundencia a un hecho evidente: usted escuchara a un genio y eso no se lo puede (o podía) perder.

Además de su concierto de ayer, se presentará este domingo y mañana lunes también en el Teatro de la Ciudad.

Muse, Foro Sol

Un espectáculo hacia afuera

La larga espera terminó. Los muchachos ingleses de Muse se presentaron el martes pasado (20 de abril) en un Foro Sol repleto. Los más de 50,000 asistentes corearon todas sus canciones y disfrutaron de un espectáculo sui generis, muy acorde con la aplicación escénica de las tecnologías en armonía con el ambiente neo-sacro que propicia un concierto de rock.

Muse
complació a sus fieles devotos durante casi dos horas con un despliegue de luces magno e increíble interpretando canciones clásicas como “New Born”, “Hysteria”, “Plug in Baby”, “”Stockholm Syndrom”. “Time is Running Out” más la mayoría de las canciones que componen su más reciente disco The Resistance: “United States of Eurasia”, “Unnatural Selection”, “Undisclosed Desires” y “The Resistance”.

Como había comentado, Muse abrió el concierto con la canción “Uprising”, una vez que se desvelaron las tres estructuras que acompañan a los músicos durante el concierto y que sirven como pantallas caleidoscópicas llenas de vértigo: las imágenes transmiten signos agregados a la audiencia, desde símbolos matemáticos y de redes hasta referencias a las nuevas tecnologías, a las grandes urbes, a la política en las naciones, al cuerpo como subsistema de otro sistema macro como el universo entre otros.

Un debraye lleno de luz, sonidos y signos, muy bueno para alterar su conciencia.


Eran las 9:57 de la noche, cuando imágenes y sonido antecedieron a la furia armónica emanada del bajo de Christopher Wolstelholme y de la batería poderosa de un músico tan delgado como Dominc Howard, que intriga cómo es capaz de dotar de tal poder a ese instrumento, y luego la aguda, punzante y frenética melodía de la guitarra eléctrica y voz de Matthew Bellamy, quien apareció en escena portando unas gafas azul fluorescente con forma de corazón, y con un aparato del cual desprendía hacía el público un rayo láser color verde tipo espada jedi, mismo que volvió locos a los asistentes que ya habían empezado a corear: ¡Mé-xi-co, Mé-xi-co, Mé-xi-co!

Los músicos se veían contentos, sonriendo. Bellamy, hacia el final del concierto, se comunicó aún más con el público: al regreso del primero de los encores tomó el micrófono y dijo en un tono tranquilo y rítmico mé-ji-cou, mé-ji-cou. Y la gente gritó.


Espectacular, dramático, intangible, etéreo, alucinante, poderoso, festivo, lúdico, reflexivo, impactante, lúcido, caleidoscópico, armónico, violento, son algunos de los calificativos que podemos dar al concierto del día de ayer.

La última canción de la noche es aquella que el grupo inglés está convirtiendo en su propio clásico al interpretarla al final de casi todos los conciertos (antes la alternaban con “Take a Bow”, ausente esta noche) en los últimos tres años: “Knights of Cydonia”, canción que funge como cortapisas o como nota de un prometedor reencuentro: el rock sigue, “nos vemos pronto”, dijo Howard, casi en punto de la media noche.

El concierto había terminado.
Nunca se puede complacer a todo mundo pero para nadie desmentirá que este concierto es uno de los más deslumbrantes en materia de efectos visuales, de los sonoramente más limpios en la ejecución de los instrumentos y de los mejor planeados de todos los que en la actualidad recorren el globo. Y eso que se trata de un concierto de rock, de una banda que aún podemos considerar joven.

La crítica

Los conciertos de rock en nuestros días son una industria que por sí misma arroja una inmensurable cantidad de utilidades. Muse es una bandota, no como lo era hace tres años, y eso se nota: brindar un concierto de tal calidad en un magno escenario como el Foro Sol es algo enorme.

Pero aceptemos hubo algunos aspectos que no estuvieron a la altura o que matizan nuestra euforia inicial.
En primer lugar, la banda Rey Pila, el proyecto solista de Diego Solórzano, ex de los Dynamite, no tuvo los argumentos para abrirle a Muse. Más allá de que todo mundo se preguntaba, ¿y esos quiénes son?, las canciones que interpretaron carecieron de propuesta y de interés.

Más bien, nos parece que alguien les “hizo el paro” y los invitó (un amigo, puede ser) porque otra forma de que tocaran ahí no se nos ocurre.
Lo cual habla muy mal de la productora Ocesa que por imagen propia, incluso frente a las bandas extranjeras, debería preocuparse más por lo que presente.

No es nada contra Solórzano pero él mismo, con su rostro, aceptaba que estar ahí tocando no era algo de lo mejor que le había pasado en su vida. ¿No debería haber sido lo contrario? Y si no basta con lo que sintió. La banda careció de toda propuesta musical con una guitarra anticuada que busca seguir los
riffs ascendentes o descendentes ya practicados desde hace 15 años y hoy instituidos por Johny Greenwood, el vocalista con su pretencioso desaliño parece más bien un roquerito de prepa que “se codea” y que por eso se siente grande aunque sin madurez ninguna. En segundo lugar, Muse presentó un concierto luminoso que a la gran mayoría dejó en “shock eléctrico” pero si bien varias de las secuencias visuales estaban integradas a la perfección con el ritmo de las canciones, hubo algunas en los que nos dejaban descansar mucho. S

abemos que secuenciar todo un concierto y que funcione y a la vez impacte es un trabajo titánico pero en esa perfección Nine Inch Nails les ha llevado la delantera.
Ahora bien, si tomamos el aspecto comparativo con NIN y Trent Reznor, Muse va más allá. Nine Inche Nails presentó un espectáculo como si se tratara de la manifestación de una pantalla orgánica y polidimensional con una precisión de locura. Muse, tomó solo algunas pantallas e hizo con los rayos láser (muchos e intensos que se entretejían en todo el interior del recinto) no sólo un escenario vivo sino un espacio vivo, es decir, la escena era el lugar del que emanaba el show pero el concierto ocurría en todo el Foro, ocurría en todos los cuerpos y en nuestras retinas.

La experiencia


Justamente esto último fue lo mejor, cómo extender el escenario hacia fuera, cómo hacer que carezca de importancia lo que desean miles: ver a la banda, porque debido a la forma del show gozamos de momentos en los que voltear a ver a Bellamy es lo menos importante, y nos conectan con las luces, nos conectan con las imágenes para hacernos viajar desde nuestros lugares.

Pero como todo buen
plug-in (babys), nos dan un respiro y los seres reales se manifiestan para que nos desconectemos de la virtualidad: hacen cosas graciosas, o nos muestran todo su virtuosismo. Bellamy hacia el final del concierto se dio el lujo de amarrarse la bandera de México como capa de súper heroe y al final final comenzó a bailar de espaldas al público para que la gente pusiera atención a su trasero que sacudía con entusiasmo.

Como el poliedro de la portada de "The Resistance", un concierto al que asisten tantas personas da para muchísimas lecturas e interpretaciones e incluso historias. Veamos unas cuantas viñetas:

La ilusión a raudales Raúl llegó temprano, su pequeña Lucía de 16 años le había pedido que llegaran temprano para alcanzar un lugar lo más cercano a las vallas, o sea a la primera fila. El accedió a la petición de su niña: no fue a trabajar. Llegaron aproximadamente a las 12:30 del día para acceder a la sección General A, la más cercana al escenario. Lucía es güerita, tiene brackets y usa lentes, porta un pantalón de mezclilla azul y una camisa de vestir roja a cuadros, sus cristalinos ojos verdes engullen la ilusión de su rostro pero ella quiere ir al baño, ha pasado una hora con treinta minutos, son de las primeras personas que han hecho la fila pero poco a poco empezaron a llegar más.

Las personas de seguridad avisan (eso dicen que hicieron) que los que ya han llegado serán privilegiados a la hora del acceso programado para las cinco de la tarde: van a poner una barrera entre ellos y los que lleguen más adelante pero si alguien no está a la hora que a ellos se les ocurra poner la valla pues con la pena. Lucía tiene ganas de ir al baño, ¿qué hacer? Raúl le dice, “pues rápido mi nena”, y ella se va. No tarda ni cinco minutos pero cuando regresa la valla ya sido colocada y no va a haber poder humano que convenza a los jóvenes ataviados de negro y amarillo (quesque de seguridad) para que pueda acceder a la zona que había abandonado. Raúl se enoja, sabe que se encuentra hablando ante una muralla de carne y hueso, sonríe, todo esto le parece absurdo. No abandonan la lucha y finalmente logran que Lucía regrese.

A las 17 horas, cuando se abren las puertas, pasan rápidamente la revisión para encontrarse más adelante con una barrera de gorditos de amarillo y negro que les impiden correr hacia la entrada. Los dejan pasar, los revisan, acceden al Foro. Lucía está emocionada. Su padre no cree que pueda aguantar hasta que empiece el concierto. No están tan cerca y aún faltan cinco horas para que empiece el concierto. Raúl se va para atrás. Lucía no va a poder sola.

¡Viva el Méxican Págüer Dice Pedro, “pero, ¿para qué traes esa bandera, carnal?”.”Oh, pues ya ves, pa’ que se sienta el méxican págüer”, contesta Pacorro. Son las 19 horas y el calor sigue agobiando a los más cinco mil personas que ya esperan el inicio del concierto. Pedro y Pacorro se encuentran hasta adelante esperando anhelosos el concierto y recibiendo empujón tras empujón cuando no arrimón tras arrimón en la confusión de cuerpos, manos y partes humanas que se estrujan y buscan oxígeno como hamsters en una jaula.

Atrás de ellos, Luciana una chica hermosa y delgada, de piel blanca y pelo chino hace gestos, se tapa con sus dedos la nariz y le dice a su novio: “No manches, estos apestan”. Ella se refiere a nuestros especimenes del méxican págüer que sudan a borbotones y sus cuerpos expelen aromas añejos en cada centímetro de su piel.
Pacorro le dice a Pedro: “no pos todavía falta un resto”. Y su amigo contesta: “Tú aguanta. Todo sea por Mius”. Cuando Muse sale al escenario, Pacorro extiende la bandera y así la mantiene durante varios lapsos del concierto. Cuando tocan “Plug in Baby”, decide lanzar la bandera hacia el escenario. Bellamy la recoge y se la lleva. Después del segundo encore Bellamy regresa con la bandera amarrada del cuello y cayendo en cascada tras su espalda.

El periodista, ¿envidiado? Paco no se preocupa, sabe que cuando llegue a la puerta 12 del Palacio de los Deportes para que desde ahí acceda a través del puente color verde que conecta a este recinto con el Foro Sol aún tendrá oportunidad de llegar hasta adelante. Es de prensa, ¿cómo no le van a dar trato preferencial?, ¡es de prensa!, después tendrá que hablar bien del concierto y de la casa productora, ¡cómo no! Llega puntual y confiado, planea lo que va a hacer: primero va a pasar a la salita que seguramente han preparado para los de prensa y comerá algunos bocadillos, después se comprará una cerveza y verá desde lejos la actuación del grupo telonero.

Piensa: “será buena idea encontrarme a alguien para que entre los dos vayamos desplazando morros y podamos llegar más cerca del Bélami”.
Dice, “soy Paco Cesa, del periódico El Sol del Foro”. Le dicen, “ah sí, ¡pasa!”, y e abren la reja los representantes que se resguardan en una ligera carpita color azul. Espera unos minutos. Ya escucha la música del interior del Foro y la gente que se pelea por lugares, que se queja de los empujones y que espera eufórica. Uno de los representantes les dice a él y a otros chavos de prensa que ya se habían juntado en el lugar: “¡síganme!”, y pasan todos, sonríen, sube el puente, se sienten importantes, son de prensa, y de repente, empiezan a caminar hacia a izquierda.

Paco se extraña, piensa, “mmmm, no, no, es ala derecha, a la derecha”, pero comienzan a alejarse más. Llegan a un acceso, le dan su boleto, lo miran al rostro con poca atención o con una atención forzada y Paco lo ve, piensa: “¿qué?, ¡no ma!” Su boleto es Naranja 12. ¡Hasta su p… m….
Y sube decepcionado, es de prensa.

Lady Gaga - Paparazzi ( Live at Mtv Vma 2oo9)

jueves, 15 de abril de 2010

Bueno, pos para no faltarle a la Diva Gaga,
una gran actuación, y digo eso actuación,
para shockear a los MTV MA

El fondo del cielo, Rodrigo Fresán

miércoles, 7 de abril de 2010

Una novela para sumergirnos en las alturas...
de la vida y del amor...
y sin paracaídas

Rodrigo Fresán (Argentina,1963), una de las voces jóvenes más importantes de las letras españolas, después de algunos años rompe el silencio con El fondo del cielo (Mondadori, $219), una novela llena de asombro y de tinieblas, de amor, de sueños y de posibilidades, una novela que es un artefacto poético lleno de compasión porque nos lanza esa mirada aguda y punzante capaz de lacerarnos el alma pero lo hace como un maestro que mira con tiernos ojos a sus discípulos, que los engaña para hacerlos sufrir porque sabe que no hay mejor método para aprender que el dolor.


Fresán nos engaña, nos pone enfrente una novela que podría ser de Ciencia Ficción sin serlo del todo, una novela de amor en la que no hay siquiera un beso, una novela que nos promete oradar lo eterno para finalmente ahondar en el instante: ese momento que podría enmarcar la totalidad de nuestra vida, esa persona que convertiríamos en nuestro hogar y nuestro universo, esa canción o esa película que identificaríamos como una metáfora de nuestros afectos.


En esta novela, el instante es el fin del mundo y es también la totalidad del mismo, y estos se sintetizan en una mujer guapísima que un buen día nos mira detrás de una ventana y nosotros la miramos, la vemos y no decimos nada, la vemos y nos roba la vida sin pedir permiso, la vemos y el mundo colapsa mientras ardemos en paz.


Esa mujer guapísima es Ella y mira detrás de esa ventana a dos primos judíos, Isaac Goldman y Ezra Leventhal, cuando aún son jóvenes en la Nueva York de los 60, momento en que la Ciencia Ficción irrumpe en el ámbito literario.


Isaac y Ezra componen el grupo de los Lejanos, los dos se enamoran de Ella y saben que su amor por Ella lejos de dividirlos los unirá de por vida. Isaac cuenta la primera parte de la historia cuando ya es viejo y ha consolidado una carrera como guionista. Ezra desaparece, renuncia a la Ciencia Ficción y se avoca a la Ciencia, el gobierno estadounidense contrata sus servicios y a partir de ahí será imposible localizarlo. Ella se convierte para ellos en el monolito sagrado de 2001: Odisea en el espacio, después de que un día decide dejarlos.


Esta referencia es apenas una entre decenas a las que alude Fresán en la novela, y como escritor de su tiempo hace de la apropiación cultural una preceptiva formal y estética como lo ha hecho en sus novelas precedentes.


Kubrick, David Lynch, Oesterheld, Philip K. Dick, Vonnegut, Bradbury, Foster Wallace, Bolaño, Bioy Casares, Borges, sin ser nombrados, relucen en su prosa, reverberan en nuestra conciencia por el flujo virtuoso de las palabras.

Fresán construye, pues, una metáfora sobre el instante y sobre el paso del tiempo, sobre los infinitos “fines y génesis del mundo” (como la caída de las Torres gemelas en NY), un homenaje a la amistad y al amor y un experimento en el que Fresán apela a sus temas preferidos (el amor, la muerte, el futuro, la realidad), revive algunos de sus personajes y lugares más entrañables (un joven de apellido Mantra o un lugar llamado Canciones Tristes), y levanta un homenaje a la Ciencia Ficción sin hacer una obra del género, pues el futuro hoy ya es imposible expresarlo en forma concreta: “la idea de que sólo exista un futuro es insoportable”, se lee en la novela.


No es casualidad. Los desarrollos tecnológicos cambiaron nuestra noción del tiempo y aniquilaron el futuro, por lo que en nuestros días vivir se ha convertido en una tarea que exige toda nuestra imaginación para alcanzar el cielo, el instante y la eternidad.


Eso propone Fresán, como en su momento lo hizo Cortázar y como lo han buscado los grandes escritores.


Porque alcanzar el cielo es sumirse en lo profundo de nuestro ser; alcanzar el fondo del cielo es adelantarse a Dios, es matarlo si lo encontramos, es salir del marasmo de nuestras vidas, es enamorarse de la vida o de una niña que cruzó la calle y nos sonrió para convertirse en el infinito y ya, eso fue todo, pues sí.


Trabajando un día particular, Teatro El Milagro

Se lucen y seducen Laura Almela y Daniel Giménez Cacho


¿Quiénes son Laura Almela y Daniel Giménez Cacho?

Son dos grandes actores, dos seres pasionales, dos referentes del teatro nacional y dos locos que, contra todos los pronósticos y contra el tiempo pero con el valor y arrojo que los ha llevado a triunfar, decidieron montar una obra para cumplir con un compromiso pactado con el 25 Festival de México.


Logrado este primer objetivo, decidieron exprimir aún más el producto escénico resultante al presentar en corta temporada la obra Trabajando un día particular, basada en la imprescindible película Un día muy especial, que Ettore Scola filmara en 1974 con Sofía Loren y Marcello Mastroianni.


De una vez se lo decimos, esta es una obra que no te puedes perder por nada de este mundo, en serio, bueno sí exagero un poco pero la neta es de lo mejor que he visto en mucho tiempo, jamás la improvisación (en donde se revela el ingenio del actor ante lo inesperado) fue tan lúdica, tan cómica y tan bella, además, la obra, cuyo texto en sí mismo es conmovedor y conmociona, lo interpretan de manera formidable estos dos gigantes de la actuación.


La adaptación de la intensa película de Scola es muy bien lograda. De entrada tenemos que entender que no vamos a ver la película, ese es el acuerdo inmediato con que debemos ver cualquier tipo de adaptación. Ahora bien, es una adaptación que respeta el texto en su totalidad y presenta la historia de dos personas que son víctimas (uno consciente, la otra no lo sabe) de un régimen totalitario, el de fascista y machista del tirano Mussolinni.


Cacho interpreta a Gabriel, un escritor gay quien está a punto del suicidio. Almela sume el rol de Antonieta, ama de casa engañada a quien no le queda más que nadar en la maraña de engaños y cinismo que inunda a una sociedad que se ha asumido como pura, Antonieta es una campesina ignorante. Los dos son seres solitarios que por ello se hermanan para finalmente amarse.


El desarrollo de la acción nos presenta diversos cambios al interior de los personajes revelándolos más humanos. Se trata de una obra de enorme densidad que de manera vedada propone grandes lecciones para el México de nuestros días, un país en pleno desmontaje de libertades y con un gobierno cargado a una derecha cerrada, ciega, cínica e indolente.


No es que Giménez Cacho y Almela profieran un discurso aleccionador ni panfletario. Su teatro es subversivo en sí mismo pero no tiene mayores pretensiones.


La función a la que asistimos comenzaba a las 19 horas. Daniel Giménez Cacho llegó cinco minutos antes de las siete de la noche, saludó a algunos conocidos, entró al teatro por la puerta principal, subió las escaleras por donde todo el público entra, pasó por un costado de las butacas, llegó al escenario y se instaló en el costado derecho, se quitó la camisa para ponerse la que corresponde a su personaje.


Luego llego Almela, tomó el vestido de su personaje y se lo puso encima de la ropa ligera que lleva puesta. Los dos actores fueron acomodando cada uno de los elementos que utilizan (que no son muchos) durante el desarrollo de la obra. Las cosas más pequeñas las sacaban de bolsas de mandado que descansaban en un pequeño diablito como el que miles de mujeres usan en el mercado para transportar sus víveres.


Las luces no se apagaron. Giménez Cacho tomó un gis y dibujó una ventana sobre los muros negros hechos con ladrillo que enmarcan el escenario. Almela tomó otro gis y también dibujó sobre la pared la jaula de un canario. Como en Dogville (Lars von Trier), utilizan el recurso del silencio visual para provocar la imaginación del espectador y engancharlo.


Sin que nos diéramos cuenta ya estábamos en plena acción y los actores se habían convertido en personajes ante nuestros ojos. Con esa misma naturalidad concluye la obra. Nadie dice nada. Almela nos voltea a ver y simplemente dice: ¡Gracias! Cada uno de los actores toma un costado y se empieza a cambiar la ropa mientras el público aplaude de pie.


Y cómo no si en una hora y media hemos presenciado a dos actores que se dirigen a sí mismos, que nos hacen parte de su mundo, que se regañan cuando el otro se equivoca: Giménez Cacho olvidó en una escena ponerle play al aparato reproductor que utilizan como apoyo (porque se encargan incluso del sonido) y justo cuando los debía interrumpir la radio escuchamos silencio. Alguien metió la pata. Laura (y no Antonieta) dice, como el tierno reproche de una novia que acepta los mismos errores de su amado: ¡Daniel!


El público ríe, sabe que lo que está viendo es teatro de calidad, y por ello no hay nada más que pueda exigirle a los actores que ya le había entregado el alma.

Sin duda, eso se agradece. Pocos logran transmitir eso aunque muchos crean que lo hacen.


Una jornada particular

Teatro El Milagro (Milán 24, Colonia Juárez, entre General Prim y Lucerna/ Metrobús Hamburgo y Reforma)

J y V 20:30 hrs, S 19 hrs, D 18 hrs.

Boletos: $140 (50%; vecinos Col Juárez; Maestros y estudiantes de teatro $50).

Puro Rock en Abril

domingo, 4 de abril de 2010

Conciertos de tocho morocho

Los melómanos tenemos un pedo enfrente, se llama abril y es que para disfrutar de todas las opciones musicales electrónicas producidas por sintetizadores, distorsionadotes, pedales con múltiples efectos, amplificadores de sonidos, computadoras, reac-table’s, etc, que se nos presentan este mes en esta ciudad, vamos a tener que (digo, si tenemos varo o suerte) renunciar a algunos conciertos por otros, nos vamos a poner como burros (del rock) en primavera; la descarga de adrenalina será imposible de contener y nuestros cuerpos se embotarán de sonido, euforia y electricidad.Y es que cada una de las semanas de este mes nos ofrece como mínimo un concierto que podemos catalogar como imprescindible. Una lástima realmente pero desde otro punto de vista también una bendición: no será posible quedarnos sin probar un poco de rock (la noción de rock que propongo es más bien una extendida, es decir que abarca toda la gama de sonidos que comencé describiendo en este post).

Si en esta ciudad inhalamos a diario cantidades estratosféricas de oxígeno contaminado noticias como esta son una recompensa.

Así que, por fin concluidos los días santos, ahora esperamos comulgar la ostia sónica de nuestra religión más nítida, la música, y que el rock nos guarde.

Unas viñetas para ir calentando motores.

Viernes 9 de abril/ Fischerspooner/ José Cuervo Salón/ $350
Un interesante dueto de dj’s que a partir de los 90 provocó una revolución en el electroclash y la música bailable. Warren Fischer y Casey Spooner combinan música, baile, fotografía, glamour y cultura pop. Escuchar en vivo su tercer álbum Entertainment será todo un viaje.
Viernes 9 de abril/ Troy Pierce/ Pasaje América/ $200
Otra opción electrónica para el mismo día es este dj que además de ponerlo a bailar hará babear a más de una chica, garantizado. Para terminar la noche con una buena dosis de sexo y alucines.

Sábado 10 de abril/ Franz Ferdinand/ Auditorio Nacional/ De $310 a $1,160
Tras una espera de cuatro años esta banda escocesa regresa a nuestro país. Bob Hardy, Paul Thomson, Alex Kapranos y Nick McCarthy presentarán en México su tercer disco titulado Tonight. Será un concierto memorable, más bien tranquilito pero para el recuerdo.

Martes 13 y miércoles 14 de abril/Porcupine Tree/ Teatro Metropolitan/ De $346 a $1.034

Esta banda ha puesto al rock progresivo de nuevo en el mapa. Dos años después vuelven a nuestro país con esa atmósfera que por lapsos nos hace pensar en Pink Floyd. Una banda que nos hará sentir el rock en la piel.

Sábado 17 de abril/ Megadeth/ Palacio de los Deportes/ De $300 a $780

La legendaria banda de metal vuelve a nuestro país con todo su peso visual y sonoro y en uno de sus mejores momentos, después de que su último disco, Endgame, fue considerado por medios especializados el mejor disco del 2009. Confirman que el rock no tiene edad.

Martes 20 de abril/ Muse/ Foro Sol/ De $250 a $1,100

Tres años después de su primera incursión en nuestro país cuando promocionaron su disco Black Holes & Revelations, la banda comandada por Mathew Bellamy vuelve a nuestro país con el que se espera sea el concierto del año. Muse vuelve recargado por el éxito que ha cosechado en el mundo entero. Sin duda será un espectáculo audiovisual impresionante.

Martes 20 de abril/ Indie-O Fest/ Polyforum/ $340
Dos de las cuatro bandas que componen el cartel son pioneras mexicanas (Bam bam y Corazón Attack) pero más atractivas son la experimental Deerhunter y sobre todo Little Dragon comandada por su estupenda vocalista Yukimi Nagano, quien colaboró en dos canciones del nuevo disco de Gorillaz, una garantía.
Miércoles 21 de abril/ Arctic Monkeys/ Explanada Estadio Azteca/ $477 y $701
Este es otro de los conciertos más esperados del año, sobre todo por ser la primera visita que esta banda hace a nuestro país. Los ingleses presentarán su nuevo disco Humbug, una bomba.

Jueves 22 de abril/ The Raveonettes/ Secret Show de MySpace

Este poderoso y meloso dueto danés compuesto por Sune Rose Wagner y Sharif Foo cuyo rock pop nos recuerda a Velvet Underground regresa a nuestro país después de ser telonero ni más ni menos que de Depeche Mode el año pasado.

Viernes 23 de abril/ The Toxic Avenger/ Club H2O /$252
Una de las propuestas más atascadas y frenéticas creada por un productor de electro thrash francés nacido en Paris, considerado por la revista Rolling Stone como un acto en vivo que nos brinda una combinación de melodías furiosas y sintetizadores potentes que dislocan nuestra mente. Toda una experiencia.

Viernes 23 a domingo 25 de abril/ Vive Latino/ Foro Sol
En su edición 2010, lo más atractivo es lo menos latino: Deftones. Chino Moreno vuelve junto con su banda a nuestro país para dar unas clases de rock a las bandas que toquen el sábado en el Foro Sol.

Jueves 29 de Abril/ Vetusta Morla/ Lunario
Una banda madrileña que suena a rock clásico, limpio y poderoso. ¡Por fin el rock en español suena bien! Los días 6 y 7 de abril es la preventa a usuarios Banamex.

Menos ruidosos pero muy recomendables

Martes 13 de abril/ Camera Obscura/ Lunario
Posito que nos viene de Escocia para pasarla bien. Qué Angélica María ni qué Angélica María. La vocalista nos recuerda el rock & roll de los 50 pero más melancólico y por lo mismo más denso.

Viernes 23 de abril/ Brian Eno (Conferencia)/ Teatro de la Ciudad
El teórico, músico y productor pisa por primera vez Latinoamérica para brindar una conferencia con motivo de su exposición 77 millones de pinturas, una obra de arte audiovisual en constante cambio.

Sábado 24, domingo 25, y lunes 26 de abril/ Yann Tiersen/ Teatro de la Ciudad
¿Recuerda la música de Amelie? Tiersen la compuso. Los boletos ya se agotaron, se venden solos. Gracias a la reventa no todo está perdido.

Sergio Olguín, Premio Tusquets de Novela 2009

sábado, 3 de abril de 2010

De Internet surgirán los escritores del futuro

"Yo no tengo un blog ni he hecho mi página de Internet,

me formé escribiendo en una máquina de escribir de las viejitas”,
platica Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967), ganador del V Premio Tusquets Editores de Novela que se falló en noviembre del 2009, por la obra Oscura monótona sangre, y de quien podríamos advertir pertenece a una “generación perdida” entre los escritores canónicos y los nuevos escritores que ya son mediatenientes tecnológicos.


Con un libro de Cristina Rivera Garza en las manos, el escritor menciona que los escritores latinoamericanos de su época perdieron el vínculo que tenían sus predecesores en los 60, y son éstos los que aún “son leídos en toda la región y que todavía siguen llegando, por ejemplo a Argentina”, dice.


Por ello, ante la poca proyección que tienen los de su generación y por los parámetros de venta con la que el oligopolio de editoriales conforma sus catálogos,

“ganar un premio te ‘coloca' y ésa es su importancia”,
comenta Sergio Olguín, aunque acepta que “no siempre es así, ya que hay muchos escritores que no han ganado premios y son muy reconocidos”.


Pero como las editoriales grandes no van a hacer nada al respecto, la tarea de volver a vincular a los escritores de la región pertenece a los nuevos, quienes “a partir de los blogs realizan ya ese intercambio.


Hay toda una generación que encontrará en Internet el lugar natural de donde van a surgir los escritores de los próximos años”.


Un desafío


Su principal motivo para concursar con esta novela, la cual escribió en tan solo dos meses, fue ponerse a prueba, “fue un desafío porque era poner en discusión mi obra: una cosa es que la lea tu editor en Argentina y la apruebe y le ponga una fecha, y la otra es que o decida un jurado, y me presenté con la ilusión de ganar pero a la vez con la sensación de que no iba a ganarlo porque siempre habrá otras novelas que son mejores”, dice.


El Premio Tusquets es un premio de conocida exigencia, en 2008 fue declarado desierto. A juicio de Olguín, esta ocasión fue aún más porque el cargo de presidente del Jurado quedó en manos del catalán Juan Marsé, “un rebelde que no tiene problemas a la hora de criticar incluso a los ganadores”. El jurado estuvo conformado además por Almudena Grandes, Jorge Edwards, Beatriz de Moura y Élmer Mendoza.


Me guardé el secreto


El autor argentino cuenta que el momento en que se le comunicó que era el ganador “fue muy emotivo, muy íntimo porque recibí la noticia por teléfono y eso no es como en los Oscares. Yo estaba en mi casa, solo, y justo cuando colgué el teléfono entró mi mujer a la habitación, la miré emocionado y ella se puso muy feliz.


El premio se anunciaría el día martes en la FIL de Guadalajara y ya era viernes: “No podía decirle a nadie, entonces me tuve que contener esos cuatro días sin decírselo a nadie”, dice.


“Y fíjate lo complicado, pide atención Olguín, yo soy editor de cultura del diario Crítica de Argentina, tuve que pedir los días laborales para ir a Guadalajara, obvio no les dije la razón, y en la redacción se enteraron por las agencias. Al regresar me insultaron en colores. Me dijeron, ‘por lo menos hubieras dejado una foto’. Y yo contesté ‘pero ¿con que excusa iba yo a dejar una foto?, van a decir que estoy loco, que soy un narcisista”, dice el editor quien agrega que fue muy importante “el recibimiento de la noticia en los medios argentinos: sentí cierta solidaridad con mis colegas periodistas”.


Óscura monótona sangre,

novela sobre una relación inconfesable


En menos de 200 páginas, la escritura directa de Olguín nos narra en Oscura monótona sangre la relación “inconfesable” de un oscuro empresario argentino, Julio Andrada, con una prostituta de 15 años, Daiana, en una Argentina corrupta, cínica e indolente de finales del siglo XX.


Su obsesión lo conduce a un torbellino en el que el homicidio, el control, la doble moral y la retirada del vigor son los múltiples reversos de una cara enlodada incapaz de reconocerse, la de Andrada.


Una novela que se lee de una sentada y que lo mantendrá atento con un final, rápido y por ello sorprendente. Lo más importante de esta novela a mi parecer es la inmediatez de la historia, cómo se basta a si misma y como a partir de trazos invade nuestra mente con una historia verosímil contada formidablemente.


No es una gran novela. No tenía que serlo. ¿O sí?


Nyman a la mexicana

Festeja en México con concierto sus 69 años

Quién fuera a decirlo. De repente estás caminando en la misma ciudad de todos los días y minutos siguientes te encuentras en casa de un famoso compositor inglés, Michael Nyman, conversando con él en su estudio de trabajo y además descubres que es una persona muy atenta, mucho más sencillo que otros actores, cantantes, intelectuales con los que he tenido la posibilidad de conversar.

La diferencia es que Nyman no es cualquier famosillo, es un hombre culto, un hombre vivido, un hombre serio en su trabajo pero también un juguetón, un pícaro como el dice.

Esa foto se la tomó mi compañero David el día de la entrevista, así lo encontramos:

Sentado sobre un moderno sillón de tela rosada arrinconado en una esquina de su estudio con piso de duela, en el que hay pocos muebles, un piano y avanzadas computadoras color negro que contrastan con el blanco de la habitación, Michael Nyman, célebre compositor inglés, mira por las amplias ventas el vuelo de los pájaros al atardecer y escucha el trinar de las aves junto con el ruido de cláxones y las voces tiernas de niños que salen del colegio.


En esta ciudad (México), en su casa (en un tranquilo bario de la colonia Roma) y particularmente en este estudio se siente como en el Paraíso:

«Amo esta casa, este vecindario, aquí encuentro más placer que en cualquier otro lado, es el lugar perfecto para trabajar»,
dice Nyman, quien es conocido en todo el mundo por componer los soundtracks de películas de directores como Peter Grenaway y Jane Campion, y que el martes 23 de marzo celebró con el público mexicano su cumpleaños número 69 con un íntimo concierto en el Lunario.


“Es básicamente reconocer, ‘me siento tan jodidamente afortunado de estar en esta ciudad’, no es basura sentimentalista, aquí me siento completamente en casa, este concierto es mi forma de juntar a mis amigos y a mis fans y, por primera vez en dos años de ser un residente de esta ciudad, retribuir todo lo bueno que me han dado”, apunta.


El concierto

Nyman ofreció en solitario un concierto con canciones de su disco The Piano Sings, en el que se recopilan algunos de los temas creados especialmente para los soundtracks que le han dado fama internacional, como la inolvidable y dramática pieza “The Heart Ask Pleasure First”, de la película El piano.

En el concierto que se realizó en un ambiente muy íntimo, Nyman interpretó al piano durante aproximadamente una hora y media, se permitió repetir en dos ocasiones esta pieza con la que se le ve bastante satisfecho, cómodo, se ve que la disfruta.

Con una botella de champagne al lado, Nyman recibió con gusto los aplausos de público y amigos quienes le cantaron las mañanitas.

Durante el concierto, además, utilizó a los costados del breve escenario dos pantallas en las que proyectó algunos de sus trabajos recientes.

Los asistentes pudieron degustar el maravilloso concierto, y me incluyo, con bocadillos de alta cocina y con bebidas de calidad. Dos copas de vino y un plato de tostaditas de atún ahumado (no atún de lata, eh) completaron en micaso la velada.

Previamente dijo: “es una forma de presentar la música que considero más íntima. Amo la música de ese álbum. Es como ccompartirles, ‘esto es lo que hago cuando estoy aquí en mi casa, mientras hablo conmigo mismo, siendo un compositor’, será una especie de fiesta”, dijo, y así fue.

Prefiero México que Londres

“En Londres camino por las calles, observo a la gente, tomo fotos, paso el tiempo, voy a restaurantes, pero aquí encontré el lugar perfecto para trabajar, la ultima vez que estuve editando unos videos con mi editor Max Pugh fue formidable (como parte de la intervención en vivo en la que incrustó videos que el filmó a El hombre de la cámara (1929), película del ruso Dziga Vertov en la Cineteca Nacional, con un acto al que denominó Nyman with an HD Camera).

"Me encanta los distractores, el ruido de la calle, los niños saliendo de la escuela, comprando helados, realmente lo disfruto. Días después en mi casa en Londres no encontré eso. Hay algo en este lugar, en este vecindario, en esta casa, en esta habitación que tocar el piano se vuelve algo más satisfactorio. En ningún otro lugar encuentro ese mismo gozo por la vida. Nunca hubiera esperado decirlo esto a nadie”, acepta con ligereza y amabilidad.

“En México yo no veo el caos porque no me fijo en el caos,
he leído sobre ello pero yo no veo el crimen, no lo siento. En Londres vivo en el mismo vecindario que Tony Blair y me siento más inseguro, hay pandilleros, asesinos y muchos pasajeros agresivos en los autobuses, que son niños de entre 12 y 15 años. Pero yo camino aquí y veo cientos de flores, en la Condesa me siento más seguro que en Londres, puedo ir hacia la Doctores, la gente me dice que no lo haga, o a la Condesa y su alocada vida.

"No me he subido al Metro
porque aquí los taxis son muy baratos. De hecho dejé de usar el Metro porque me da miedo quedarme atorado en medio de un túnel, creo que es más posible morir ahí. Pero no me he subido al Metro ni en España, ni en Nueva York. Tal vez aquí debería” dice Nyman, quien en 2008 decidió comprar una en la Ciudad de México que actualmente se encuentra en remodelación.

Es una casa antigua ubicada en la Colonia Roma, en cuyo interior predomina el blanco, los espacios son amplios con grandes techos, en la decoración llaman la atención algunas antigüedades, y en el centro destacan unas prominentes escaleras en espiral debajo de un amplio tragaluz que ilumina toda la casa.

Soy un poco pícaro

Sobre sus proyectos adelantó la posibilidad de presentar su intervención a la película de Vertov en el Festival de Cine de Morelia de este año: “con este trabajado me siento un poco pícaro, sí soy un poco pícaro, me he divertido mucho, hay muchas analogías y juegos visuales en esa pieza”, sonríe y agrega que aún “recolecta” imágenes para esa pieza; gran parte del material que usa lo grabó aquí:

“hace unas semanas fui a ver a los Pumas, también grabé unos muñecos de Jesús que venden en el Mercado de Sonora, incluso ayer desde la ventana de mi cuarto grabé a un hombre que talaba un árbol”, dijo.

Nyman recomienda


• En cuanto a música dice que no escucha mucha pero si pudiera recomendar algunas piezas sin duda serían las de Silvestre Revueltas.

• Sus lugares favoritos para visitar en el DF son el Museo de Antropología e Historia, la Alameda central, el restaurante Covadonga y el Centro de la Imagen.

• Entre los amigos que frecuenta está el director Carlos Reygadas.

Nyman interviene pieza de Vertov

viernes, 2 de abril de 2010

El compositor trabajó en vivo en la Cineteca

La cultura es de quién se la apropia, parecería rezar como un mantra estético y ético el director y compositor inglés Michael Nyman, quien en febrero realizó en vivo una intervención a la obra El hombre de la cámara (1929), del ruso Dziga Vertov en la Cineteca Nacional, acto al que denominó Nyman with an HD Camera.


Al lado de su editor de confianza, Max Pugh, Nyman realizó una especie de happening al insertar imágenes propias que ha reunido durante los últimos 15 años en diferentes locaciones del mundo como México, incluso insertó algunas que tomó con su cámara digital el día domingo en su traslado a una entrevista en Santa Fé.


Nyman dio indicaciones a Pugh y respondió durante casi cuatro horas a las preguntas del público asistente, que llenó butacas y pasillos de la sala en donde se presentó pero poco a poco fue vaciando el recinto ante la lentitud del proceso, que si bien era interesante no pasaba de ser un experimento.


El compositor explicó que su propósito para realizar esta nueva pieza no fue tratar de reinterpretar la obra de Vertov, sino de crear algo nuevo.


Afirmó que el contexto es diferente, las intenciones políticas de Vertov tenían que ver con un tipo especial de cine, el ruso, en un contexto particular de compulsiones y efervescencias sociales.


“Fue filmada en 1929 así que 80 años después sería imposible tratar de reelaborar los contenidos”, mencionó.


“Este ejercicio estético, es una especie de juego posmoderno”,
aceptó el compositor mayormente conocido por crear la música de la ganadora de la Palma de Oro del Festival de Cannes en 1993, una apasionante película, El piano (Jane Campion) y, además, por musicalizar varias de las cintas del director de culto Peter Grenaway.


Para ser justos, habría que dar un reviere a la primera aproximación al acto de que fue participe el público mexicano que pareció desesperarse ante la evidente desorganización del evento, donde la persona que figuraba como traductor tuvo que ponerse a hacer otras cosas y Nyman no entendía al 100% las preguntas que le hacían, al grado de bromear diciendo:

“I’m lost in translation”,
jugando con el título de la película de Sofía Coppola.


En el fondo el acto fue una muestra perfecta de los recursos con que hoy en día se cuenta para elaborar arte: velocidad, tecnologías de punta e imaginación sin límites.


Además, es una proeza y una provocación intervenir la pieza de Vertov, pieza que responde a una poética muy específica y a un sentido ético ineludible e irrepetible: mostrar la vida en la Rusia a inicios del siglo XX, la gente en su desarrollo cotidiano, trabajando, jugando, al ritmo de las ciudades industriales, con un despliegue total de los recursos técnicos de su tiempo. Atrevimiento al que sólo a un grande como Nyman se le perdona.


Nyman, quien ya había trabajado anteriormente con el filme de Vertov remasterizando las imágenes y creando una maravillosa partitura, ahora dio un paso más al experimentar en tiempo real, con computadoras de por medio y sin perder su irónico sentido del humor, jugando con las imágenes, de tal forma que en donde había personas barriendo en blanco y negro el público pudo observar las tijeras de un hombre que cortaba el pasto en Coyoacán alternadas con las de un carnicero trabajando. Arte que se constituye de fragmentos del pasado para salirse del tiempo.


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