Descanse en paz, Ernesto Sábato

sábado, 30 de abril de 2011

Llora Latinoamérica a su último guerrero literario

La noticia era esperada. Su salud se había mermado en las últimas semanas. Se sabía incluso que tenía prohibido escribir, lo enfermaba. La muerte de Ernesto Sábato horada profundamente el espíritu de las letras españolas.
La muerte de Ernesto Sábato, ocurrida la madrugada de hoy, es una pérdida para el mundo, no sólo para el pequeño mundo de las letras. Hemos perdido a uno de los escritores más queridos y necesarios que han pisado tierra en el último siglo, un hombre que no era un simple engranaje, sino un hombre bello capaz de tocarnos el espíritu con su palabra.

Sábato falleció a los 99 años de edad, en la tranquilidad de su hogar, según fuentes cercanas al autor: Elvira González Fraga, la última esposa del escritor, informó en la radio argentina que desde hace 15 días una bronquitis complicó el estado de salud de Sábato y que hoy, cerca de la una de la madrugada, falleció.

El autor de novelas como El túnel, Abadón el exterminador o Sobre héroes y tumbas iba a recibir un homenaje este domingo en la Feria del Libro de Buenos Aires, en el marco del festejo de su cumpleaños número 100, el cual tendría lugar el 4 de junio próximo.

Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Entre sus títulos académicos se encuentran un doctorado en Física y varios cursos de Filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.

Conoció a los existencialistas franceses y abrazó esa ideología. De esa experiencia de desgarro que fue el paso de la física al arte, surgió uno de sus ensayos más lúcidos e importantes: El escritor y sus fantasmas.

Observador profundo del hombre y de la realidad, Sábato criticó desde su juventud y hasta su vejez la banalidad del mundo y del hombre contemporáneo, a los cuales consideraba en crisis. Uno de sus últimos libros insistía en proponer una ética para salvaguardar lo esencial humano contra la maquinación generalizada del hombre. El nombre mismo del libro es su consigna: La resistencia.

Descanse en paz, Sábato. Ahora el héroe camina hacia su tumba. El mundo se vuelve loco por llegar a su fin. Pero nos queda el recuerdo de un escritor que sabía hacer literatura, es decir, un hombre que supo vivir.


Los IMAS resultaron más bien IMENOS

jueves, 14 de abril de 2011

Los IMAS (Indie-O Music Awards) fueron un fiasco. Ser indie no significa ser indio, en la acepción más despectiva del término. Lo indie no puede confundirse con lo mal hecho.


Tampoco se puede aceptar que la música por el hecho de ser alternativa o marginal tenga que perder toda la formalidad que podría representar el reconocimiento al trabajo, muchas veces de toda una vida y al que con mucho esfuerzo tienen que entregarse muchas bandas para que puedan ser ya no digamos escuchadas sino conocidas aunque sea por una minoría.

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Son las 11:00 de la noche del miércoles. El Teatro de la Ciudad luce repleto: la industria musical independiente se ha reunido para su entrega de premios. Ceci Bastida se ha resignado, sus esfuerzos para que su compañero en la conducción de los IMAS, Jaime López, se ponga las pilas y abandone ese tonito parsimonioso y pastoso como si estuviera en su casa, no han servido de nada.

López no suelta el micrófono: se siente la estrella de la noche. Por fortuna, una falla peor que haberlo elegido como conductor, lo opaca: el único micrófono que han utilizado para la presentación y entrega de los premios de pronto se apaga. Jaime López improvisa "a capella" intentando salvar la situación. Por fortuna, ya no podemos escucharlo. Pero la falla es de antología: un solo micrñofono para un evento ni más ni menos que en el Teatro de la Ciudad es inaudito, y para acabarla de amolar, ese único micrófono se descompone.

Las fallas son innumerables: los conductores no se acoplaron (salvo algunos muy atinados gags de Jaime López, quien eso sí es muy agudo para darle girivilla al lenguaje), era evidente la poca preparación con que Bastida y López subieron al estrado; él además todo el tiempo estuvo prácticamente en su rollo; se dio un retraso significativo; en la convocatoria para ver un documental previo al evento apenas se contaban 20 personas; hubo serios problemas técnicos y de audio en las presentaciones en vivo; poco ensayo y una nula cordinación entre los anfitriones, los presentadores y los premiados para usar el espacio: con su necedad Jaime López se negó a usar una diadema entonces había que esperar a que recorriera la mitad del escenario en cada una de las 25 categorías para que tomara el micrófono y dijera sus sandeces.


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¿Así o más sacada de pedo?

Tantas fallas opacaron lo que debía ser importante
: los ganadores de la noche, el encuentro entre la industria musical mexicana, la retroalimentación y el intercambio de ideas para generar nuevos proyectos, la conexión vital y cercana que permitiera un agradecimiento público a los fans, los homenajes a los recién fallecidos.

No hubo nada de emoción en una premiación que debería ser un derroche de emotividad. Ni una lágrima ni un aplauso que hiciera que el teatro se cayera. El graderío se llenó con los premiados y quienes los habían premiado (los jurados acaparaban un espacio reservado para 340 personas: 170 jurados más un acompalante). Los fans no cabían. Pero con fans, mínimo la atmósfera pudo haber sido mejor.

Lástima por el esfuerzo y el objetivo: instituir una industria de música independiente que sea sólida. Ahora habrá que reformular muchos aspectos para que los IMAS sean tomados en serio. La premiación del miércoles es para el olvido. La intención es buena y necesaria. El resultado, muy pobre.


IMAS Premios destacados


Banda del Año

Enjambre


Disquera Independiente

Terrìcolas Imbéciles


Disco Rock

Suave as Hell / Suave as Helklkll


Artista Nuevo

Andrea Balency Trío


Productor Nuevo

Natalia Lafourcade


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La neta a mi no me gusta nada Rey Pila pero yo creo que lo encumbran la pequeña mafia mexicana que va de Sopitas a Rulo. También le he tomado cierta aversión desde que le abrió a Muse. Es que no mamemos. Aquí cuando recibe uno de sus dos premios de la noche.

Canción del año

Rey Pila / "No Longer Fun"


Video

Chicle-Napoleón Habeica / "Why?" (She's a Tease)


Publicación con Contenido Musical

Marvin


Rock and Roll, de Tom Stoppard enmarca el fin de una época

El rock, la última utopía
Juan Manuel Bernal y Karina Gidi encabezan Rock & Roll, de Tom Stoppard

Utopía y desencanto. Esplendor y ocaso. Engaño y desvelamiento. Esa es la historia del siglo XX, una época de entusiasmo que terminó en el limbo. Revueltas sociales, movimientos libertarios surgieron para fenecer en estos cien años. Proclamas y promesas políticas se acumularon en el registro de las buenas intenciones. Todo surge impoluto pero una vez deslavado se desecha, se muestra el reverso de su insustancialidad. No obstante el rock, el rock, es otra cosa. Por eso cuando el rock muera la última utopía habrá llegado a su fin.
El 15 de abril se estrenó en el Teatro Juan Ruíz de Alarcón del Centro Cultural Universitario (Ciudad Universitaria), una puesta en escena que hace un repaso del siglo XX, a partir de la historia de una familia inglesa, con un pie en el socialismo y otro en el capitalismo, las dos fuerzas políticas, económicas, ideológicas que se repartieron el mundo desde el fin de la segunda guerra mundial. En medio de esas visiones de mundo, el rock emergió como una respuesta vital y auténtica cuando las ideologías mostraron sus frágiles costuras.

Rock & Roll, del dramaturgo inglés Tom Stoppard (1937, Checoslovaquia), dirigida por Alonso Ruizpalacios es una puesta en escena que extrae como materia el desencanto que dejaron las utopías sociales, revolucionarias y artísticas del siglo XX corto, como lo llamó el reputado historiador Eric Hobsbawm.

El montaje de Ruizpalacios es una arriesgada y valiente propuesta, en la cual destaca: el uso alegórico y rítmico, casi bailable, que se hace del espacio; la cercanía que logra establecer con la audiencia gracias a la disposición de las butacas; la precisión con que se sincronizan los personajes en los distintos actos y escenas; el vestuario adecuado y referencial; la verosimilitud que los actores dan a las difíciles transiciones que el texto exige a los personajes a lo largo de la obra; y por tocar rolas de Dylan, Watters, Barret y The Beatles, en vivo.

Karina Gidi (Eleanor y Esme adulta) es estupenda en todos los momentos que actúa, encarnando a dos generaciones, madre e hija, que son antitéticas pero igualmente emotivas; Juan Manuel Bernal es atinado y redondo. José Caballero es fuerte y verosímil. El resto del elenco es sensacional, empezando por Sophie Alexander-Katz que logra ser un contrapunto clave en la historia encarnando a la amante y luego compañera del profesor Max. Pero también se encuentran a la altura los actores Esmirna Barrios, Gastón Yanes, Rodolfo Blanco, Bernardo Velasco, Paula Watson y Raúl Briones.

La vitalidad y los ecos de 1968

La obra inicia en el mítico año de 1968, en Cambridge, Inglaterra. Año de rebeliones que no revueltas, como precisara Octavio Paz, puntilloso analista de aquella época. Año también de exploraciones, de emancipación, de gritos, de sexo, drogas y rock & roll.

Jan, un prometedor estudiante checo que reside en el Reino Unido es becado por su país para que se forme en el comunismo bajo la tutela de Max, quizá el último mohicano del marxismo-leninismo que, no obstante, imparte cátedra en el primer mundo. La esposa de Max, Eleanor tiene cáncer de mamas y ansía que su esposo, materialista radical, vea más allá de su cuerpo amputado ya: le hace falta un seno.

Jan quiere regresar a Checoslovaquia para defender el socialismo aunque deja en Cambridge a la chica de sus sueños: Esme, hija de Max y Eleanor, una muchacha hippie a quien no le importa la política y cuyo amor platónico es el rockero Syd Barret, a quien vio un día en la barda de su hogar, aunque gracias a su estado de conciencia alterado no sabe a ciencia cierta si es cierto.

Jan y Esme se despiden. El se va. Pero eso sí: armado con su buena dotación de acetatos y con la promesa del retorno. Pasarán 20 años para que Jan y Esme se vuelvan a encontrar.

El fin de una época

Otro personaje fundamental es Max, el dinosaurio que pertenece a otra época histórica, explosivo aunque de un ingenio seductor. Max es el referente de época que marca el fin de un mundo, su ocaso: Max nació en 1917, junto con el sueño de la revolución bolchevique, y hacia 1989 comienza a perder, de a poco, la memoria, es un hombre viejo y desencantado.

Max es un personaje impermeable a la euforia del rock y a los juveniles sueños de cambio. Con el paso del tiempo se convierte en un ser reaccionario aunque finalmente renuncia al partido comunista. Un hombre derrotado que no es consciente de su derrota, apegado a la materialidad de la carne, poco después de la muerte de su esposa conquista a una joven mujer preocupada por los valores espirituales. El amor siempre vence a la política

Esta idea es la que cierra el círculo que se abre con Jan y Esme en la primera escena: ellos presenciarán con el paso de los años a los Rollings Stones en un concierto en vivo en la nueva República Checa de los años 90. El símbolo es perfecto: un mundo se terminó pero no todos los sueños llegaron a su fin. El último gran sueño de aquella época de terciopelo es el rock, y el rock también es amor: el valor auténtico por excelencia.

Funciones:
Teatro Juan Ruiz de Alarcón (CCU)
Del 16 de abril al 3 de julio de 2011

Jueves y Viernes 19:30 hrs
Sábado 19 hrs
Domingo 18 hrs




Jorge Ballina, el ilusionista de la escena

miércoles, 13 de abril de 2011

Es el creador de magnas escenografías en teatro y ópera
"En México no hay escuela"

Hace unas cuantas semanas tuve la oportunidad de entrevistar a un joven escenógrafo que está en boca de todos los teatreros. Jorge Ballina aparte de talentoso es un tipo sencillo. Nos metimos hasta las profundidades (literal, ese día llevana yo mucho tiempo en la calle y necesitaba pasar a hacer is así que amablemente me dejó acceder a su baño) de su hogar. Aquí el resultado de esa charla amable con un hombre preciso en sus palabras, que no le da mucho rodeo a las cosas y que no se toma tan endemoniadamente en serio. No es una diva: al día siguiente lo vi abordar el metrobús para ver como iba el escenario de Cock en el teatro Insurgentes, creación suya.

Es un ilusionista. Jorge Ballina se ha convertido en los últimos años en todo un referente de la escenografía teatral en nuestro país. Las propuestas escénicas más innovadoras, los montajes monumentales y más singulares que hemos visto en la ciudad de México: desde óperas como la máxima apuesta del pasado fmx-Festival de México, Rusalka, o Muerte en Venecia, dirigida por el mismo, hasta obras de teatro comerciales como Juegos Siniestros o Todo sobre mi madre, pero también proyectos escolares como el montaje de La Ilusión, surgieron en la imaginación de este arquitecto.

Jorge Ballina en su estudio. Foto tomada por mi colega Fernando Villa del Ángel.

El año apenas comienza y en la perspectiva del arquitecto se aproximan el estreno de las obras de teatro Cock, en el teatro Insurgentes, producida y actuada por Diego Luna, y el próximo gran musical y estreno de Ocesa Teatro: Si nos dejan, original de José Manuel López Velarde, cuya escenografía será un homenaje al cine de oro mexicano.

No es casualidad que hoy en día, todo mundo lo busca. Sin embargo, la calidad de su trabajo no es resultado de una escuela sino de tenacidad, curiosidad y mucha talacha. Ballina se formó solito (en sus inicios bajo la tutela de Alejandro Luna). Para él, esa es su gran ventaja.

¿Por qué estás en todos lados?
le preguntamos al arquitecto en el interior de su hogar.

-Pues porque me llaman. Algo he de estar haciendo bien -responde.

Pensando más a fondo en la respuesta, prosigue: "No soy solo yo, hay más escenógrafos como Philipe Amand, Gabriel Pascal o Mónica Raya. Pero hace falta Escuela en México. No hay realmente un buen lugar para estudiar escenografía aquí: está la Escuela del INBA ( Escuela de Escenografía de la Escuela Nacional de Arte Teatral) pero sí tiene muchas deficiencias. Están acostumbrados a diseñar de una manera que ya no se usa. Por eso hay pocos egresados de esa escuela que hacen cosas fuera. Hay algunos bastante buenos pero son pocos.

"Los mejores escenógrafos, vestuaristas e iluminadores de México, son personas que se han formado de muy diversas maneras: o han estudiado en el extranjero, o son arquitectos o artistas plásticos, o algo que se relacione, y todos hemos aprendido en el camino. Esto tiene sus cosas malas y sus cosas buenas. Las malas son que nadie te enseñó y tienes que descubrir por ti mismo. Pero por el lado bueno nos ha hecho tener una diversidad muy importante que en otros países no existe porque tiene el mismo estilo. No obstante, nos hemos ganado muchos premios internacionales porque sin proponérnoslo hacemos cosas muy diferentes a lo que hacen en otros países, y esto es porque nadie nos explicó cómo", comenta Jorge Ballina.

"La arquitectura es algo muy similar a la escenografía: estás diseñando espacios para habitantes, que en este caso son los actores y los personajes. Y es una carrera muy completa: aprendes de historia, matemáticas, técnica, filosofía, construcción y todo siempre lo aplicas a un diseño. la arquitectura te crea una manera de pensar y abordar los problemas de diseño que es muy similar a la que un escenógrafo tiene que tener. Y estás acostumbrado a trabajar con equipo y con un cliente y para una sociedad. Es muy similar en el proceso creativo, a diferencia de un artista plástico que trabaja de manera muy independiente", dice Ballina.

Su formación académica, su curiosidad, su falta de escuela oficial y su ingenio lo han puesto del lado de aquellos espíritus inconformes que alimentan la vida con imaginación, sueño y magia, elementos no realistas ni tangibles que sin embargo se mueven de forma tan intensa e imparable: como la vida misma.

Jorge Ballina vive en un sitio envidiable: el edificio mejor conocido como la "Casa de las Brujas", frente a la Plaza Río de Janeiro en la colonia Roma, en cuyo centro vigila una réplica gris del David de Miguel Ángel. El escenógrafo acepta: "Yo como arquitecto busco un edificio especial para vivir. Siempre es muy inspirador vivir en una buena pieza de arquitectura".
Ni más ni menos que la fachada de su hogar en la colonia Roma, frente a la palza Río de Janeiro.

La gente no va a reconocer el Insurgentes

En el interior del departamento de Jorge Ballina hay mucho verde. Las paredes del edificio en el que vive y los filos de las paredes en las que habita. Incluso su ropa tiene esa tonalidad; monitos de peluche de la rana René se cuelan entre las maquetas y DVDs de teleseries que lo esperan pacientemente en su estudio de trabajo. Aquí hay mucho material. Sobrantes de cartulinas. Tubitos de pegamento UHU a medio uso. Sobre una repisa de madera una red hecha a base de listones verdes y azules con los que modeló la escenografía de Rusalka, En el centro, una maqueta del interior del teatro Insurgentes: escenario y butacas y entre estos una larga plataforma: es la maqueta del montaje Cock.
Muestra del escenario para Cock en el teatro Insurgentes

¿Cómo es la escenografía de este montaje?
"Es una plataforma abstracta que une al escenario con las butacas y modifica la disposición de aquellas ubicadas en las primeras filas. La intención es acercar a los actores al público y así hacer algo muy diferente a lo que se suele hacer en el teatro Insurgentes."

"El libreto de Mike Bartlett pide que sea algo muy abstracto, sin muebles ni objetos realistas. Nosotros sí usamos algunos objetos. Pero el público va a entender donde están los personajes por lo que se haga con los espacios, será un juego abstracto porque básicamente lo que importa es el conflicto entre los personajes. Lo que quisieron los productores Diego Luna y Claudio Carrera, y el director Antonio Serrano, era transformar el teatro: que la gente cuando entrara no reconociera el Insurgentes.

"Entonces propuse una plataforma que se sale del escenario hacia donde está el público. Parte del público está girado en otras plataformas especiales y ven hacia una pasarela de 18 metros de largo que está al centro. Algunas partes de esta plataforma giran para hacer diferentes conformaciones espaciales de la escena. El escenario termina donde por lo general es la mitad de las tablas.

"El público tendrá a los actores mucho más cerca que como nunca los ha tenido. Otra razón de hacer esto es que ellos se pusieron la consigna de no usar micrófonos ni amplificar la voz", dice el escenógrafo mundialmente conocido, premiado en diversas bienales y festivales, como la Cuadrienal de Praga, a la que este año acudirá para exponer su obra, y cuyo trabajo está a la altura de un referente de la escenografía teatral en el mundo: el canadiense Robert Lapage.

Bellas Artes lo reabrieron antes de tiempo: ese es el error

Imagen de la ópera Rusalka en la edición 27 del fmx Festival de México en marzo de 2011

Además de la ópera Rusalka, Ballina dirigió la escenografía de otra ópera: Fidelio, con Maurio García Lozano en la dirección artística, ópera con la que se reabrió la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes. Y en enero de 2012, montará Muerte en Venecia, ópera basada en la novela homónima de Thomas Mann, y que ya montó con mucho éxito en 2009 en el Teatro Julio Castillo.

De acuerdo con la polémica que surgió en torno de la remodelación del Teatro de las Artes, por la cual a la directora del INBA, Teresa Vicencio, le ha llovido sobre mojado, el escenógrafo es puntual:

"La realidad es que lo reabrieron antes de tiempo, antes de que terminaran todo. Los problemas que se han dado (atrasos en los entreactos, dislocación del sistema de luces) han sido realmente son por eso, porque no hubo un periodo de pruebas de los equipos ni una capacitación suficientemente profunda de los técnicos para usarlo.

"Otro problema grave es la sobre programación del Palacio: hay tantos eventos que no te dan chance de hacer ninguno bien. Muchos de los problemas son por falta de tiempo, por no tener ensayos para afinar los detalles. No es que los equipos estén mal. Nosotros nunca hicimos un ensayo corrido de Rusalka hasta el ensayo general. La concha acústica de la orquesta tarda un año en montarse y desmontarse cuando la vieja se desmontaba en 15 minutos.

"En cuestiones de mecánica teatral y tramoya, los equipos nuevos están muy bien. Se pueden hacer cosas que antes no se podía. Programar los movimientos y sincronizar cosas muy lentas a la misma velocidad, y mover el piso y las cosas colgadas. Hoy aprietas un botón y se mueve todo.
"Hay cosas buenas y malas y se exagera en los dos sentidos. El proyecto está muy bien lo que se planteó. Las cosas que se hicieron son positivas. De la decoración de la sala, todo es muy subjetivo, a mí no me gustó la madera que usaron pero tampoco me parece un atentado contra el art decó, que se respeta", añade el experto.

Más de un estilo

"En general es difícil hacer en teatro una metáfora visual fuerte. Si se abre el telón y la escenografía ya te está diciendo todo lo que pasa en la obra, pues mejor te vas a los cinco minutos porque ya viste lo que había que ver. Es muy difícil hacer que ese símbolo vaya teniendo una dramaturgia y se vaya integrando a los significados que el mismo texto le va dando.

"En Egmont fue una necesidad de esclarecer el sentido porque incluso el mismo texto no concluía la historia de la independencia de Flandes. Mataban a Egmont y ya no sabías qué pasaba después. Teníamos que armar toda esa narrativa visual para que se entendiera que la muerte de Egmont revolucionaba un pueblo y por eso al final se reintegraba la bandera. En Rusalka son elementos de referencia que van jugando dentro de la obra, sin ir necesariamente más allá. Tiendo a no ser realista, excepto en Juegos siniestros, que sí era realista.

"Este es un trabajo desordenado en el sentido de que no hay manera de planearlo por completo, de repente tienes mucho trabajo y luego no tienes nada. Suelo tratar de ir a Europa cada dos o tres años, ir a Nueva York a ver obras cada año, y lo voy campechaneando como puedo.

Rusalka salió en muy poco tiempo. Me enteré en diciembre que íbamos a montarla. He montado otras seis óperas para el Festival de México y en diciembre ya tenía el diseño y había empezado a construir. Le hubiera cambiado algunas cosas. La hubiera hecho más oscura. La historia tiene más profundidad que un cuentito bonito, que fue lo que nos quedó. Por eso me gusta sobre todo con las óperas o trabajos grandes: tener mucho tiempo para que me vaya cayendo el veinte de qué quiero hacer con ese material. Hay obras que son así y esas terminan siendo muy personales. Muerte en Venecia fue un proceso de más de un año, desde ir a Venecia y estudiar la novela de Thomas Mann. Y tuve mucho más tiempo de ensayo de lo normal que una ópera tiene. Se va a reponer en enero en Bellas Artes", comentó finalmente el talentoso diseñador.

Perfección de The Chemical Brothers en el Foro Corona

martes, 12 de abril de 2011

Tormenta y estruendo



En la comunión que genera la música y la multidimensionalidad que adquiere aunque sea por un instante la personalidad que observa las pantallas, absorbe el sonido y que siente su cuerpo temblar al ritmo de los bajos del synth, hay una relación directa entre el espíritu romántico del Sturm und Drang y la atmósfera estética que es capaz de emitir The Chemical Brothers.
Románticos en la esencia, es decir en la absoluta entrega a la música y en el espíritu de subversión, por ese pequeño lapso de dos horas que en verdad es una distensión del tiempo, y en el cual la música electrónica combinada con el video han llevado incluso a un nuevo nivel de espacialidad y de realidad, en ese lapso, The Chemical Brothers hizo lo que los ha convertido junto con otros grandes de la música electrónica (uno de ellos Trent Reznor y sus alucinantes, delirantes y sublimes escenarios virtuales o los loquísimos de The Prodigy) en unos revolucionarios de la música y del espectáculo en vivo.

Han corrido tres meses de este 2011 y en materia de conciertos hemos visto bandas extranjeras excepcionales en México: The Sounds, Röyksopp, Kashmir, Ratatat se cuentan entre los grandes conciertos que nos ha dejado ya el 2011.

Pero el día lunes 11 de abril, sin duda, quedará enmarcado con letras brillantes en el repaso de este año, pues, sin lugar a dudas, quienes acudieron al Foro Corona (adentro del Hipódromo de las Américas), lugar que ofreció una acústica impresionante, presenciaron quizá (es temprano para asegurarlo) el mejor concierto del año.

El dúo inglés de música electrónica, conformado por Tom Rowlands y Ed Simons puso a bailar a los 3,000 afortunados que consiguieron una entrada para el anhelado concierto.
La tormenta comenzó en punto de las 22:00 horas. De lo alto del escenario, colocado en el centro, pendía una estructura tubular de LEDs que de acuerdo con el sonido componía una espiral de luces a veces blancas pero también amarillas, rojas y rosas. El cilindro comenzó emulando una lluvia que asciende del centro, donde la banda colocó sus instrumentos en una disposición galáctica que bien podría pasar por una cabina de control de una nave espacial.

Los ingleses entraron en su cabina y abrieron con "Galvanize", "Do It Again" y un remix de "Get Yourself High" con "Horse Power", rolas que pusieron a la banda muy loca. En verdad era difícil no dejarse llevar por ese oleaje de sonido que de golpe nos daban en el rostro quitándonos el aliento.

Sin exagerar, la atmósfera, la calidad del equipo, la imaginación de los productores y de la banda, y la pertinencia del lugar (si bien chico, excepcional) nos llevaban a un territorio fantástico, muy al estilo de la fascinante película Scott Pilgrim Against The World (2010). En este territorio podíamos ser invencibles y poderosos, el rock es la gran estamina del espíritu.

Del escenario se desprendía un efecto de rayos láser que bailaba sobre las cabezas del mar de cabellos ya limados por el sudor de las frentes, por el vaho desprendido del suelo convertido en pista de baile. Los cachetes se nos movían como si un monstruo nos lanzara directamente a nuestro rostro su aliento. Era el temblor que producían los bajos de los sintetizadores.

El clímax del concierto, el momento en el que según el ritual se comulga y todos nos convertimos en una misma carne ocurrió cuando la banda hiló tres rolas básicas: "Star Guitar", "3 Little Birdies Down Beats" y, la consentida, "Hey Boy, Hey Girl".

Luego, el dueto interpretó básicamente el mismo set que en su presentación del domingo en el Vive Latino, excepto los últimos 30 minutos, cuando a la vuelta del encore, concluyeron el concierto en un tono más tranquilo y poético acompañado por un espectacular juego de láseres e imágenes.

Estas proyectadas en la pantalla de 12 x 17 metros, durante todo el concierto fueron de un poder poético y metafórico que funcionaban igual si el espectador estaba bajo el influjo de alguna sustancia (en concreto: ácida o pacheca). El poder de las imágenes se reforzaba en sus lecturas: movimiento, flujo, elementos: tierra, agua, aire, fuego:

Siluetas de personas que corren, de una enorme parvada de pájaros que volaban en el cielo, de hierro incandescente, de flashes de cámara; personas con trajes electrónicos, un robot tipo ánime, rostros de niños y de un hombre mayor maquillados como payasitos de circo; uso del 3D en el plano de la pantalla: nos daban un viaje acelerado por el interior de una especie de catedral modelada en tercera dimensión.

Imágenes que corrían con una precisión absoluta de acuerdo con las canciones. Precisión, la otra gran categoría, que hace la diferencia a la hora de presenciar un concierto que es también un espectáculo y es una pausa artística de la cual hay que volver forzosamente. Precisión en producciones que solo hemos visto en conciertos de bandas como Nine Inch Nails, Radiohead o Muse.

Ha terminado la hegemonía del José Cuervo, el Palacio de los Deportes y el Foro Sol. Lugares como el Foro Corona o Six Flags están a la alza en la calidad sonora que ofrecen. A aquellos les queda renovarse o morir. Es momento de que la industria de conciertos se fortalezca generando nuevos espacios de gran calidad y que el monopolio deje de serlo.

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