Cómo entrenar a tu dragón

lunes, 29 de marzo de 2010

Estrena Dreamworks película sobre la amistad


Este fin de semana el cine es para los niños y para los no tan niños que gusten de ver una buena historia traducida en imágenes visuales. Toda una experiencia llega a las salas de nuestra ciudad con el estreno de la película Cómo entrenar a tu dragón, una animación sustentada por alta tecnología digital que trata sobre el valor de la amistad, sobre la necesidad de que el niño desarrolle libremente su personalidad, sobre el constante yerro que cometen los hombres al tratar de entender lo extraño a partir de las ideas inmediatas que sobre las cosas se hacen y además sobre el fuerte lazo que se puede establecer entre un ser humano y un animal.


Y lo hace al contar la historia de Hiccup, un joven vikingo destinado a perseguir y matar dragones. Hiccup ha llegado a la edad en la que debe comenzar su entrenamiento, que incluye horas de estudio y prácticas, en una especie de Coliseo romano hundido, con pequeños dragones que han sido capturados previamente.


En su cultura se dice que matar a tu primer dragón te convierte en un vikingo, y esto es lo que Stoick, líder del clan de vikingos y padre de Hiccup, espera de su hijo, aunque ve con desengaño que su pequeño tiene otros intereses.


De su grupo de entrenamiento, integrado por los más jóvenes de la comarca, Hiccup es el más tímido y el único que no siente la más mínima necesidad de matar a ningún dragón. Por el contrario, quien lidera sobre el grupo en el desarrollo de las técnicas y en la tenacidad es una bella vikinga que enamorará (¿se puede tal cosa?, sí, sí se puede) a los niños (y tal vez uno que otro no tan niño) que vean la película, su nombre es Astrid.


Uno inmediatamente piensa, ¡qué moler con esto de la reivindicación femenina!, pero la cinta no cae en el nuevo cliché de la heroína que hubiera resultado cansado porque actualmente parece más una pretensión que una propuesta de igualdad.


Por su tratamiento de los personajes y sus motivaciones, Cómo entrenar a tu dragón, si bien es una cinta para niños, está teñida por el realismo más visceral y complejo que brota del alma humana, es decir de celos, deseo, tenacidad, voluntad, pasión, ambición, enojo, traición, insulto y perdón, y de esta manera se compone como una cinta muy atractiva incluso para los mayores.


Hiccup, de pronto y casi de la nada, comienza a descollar en su pequeño grupo de entrenamiento: es capaz de dominar a los dragones con técnicas tan peregrinas como rascarlos debajo de la barbilla o espantándolos con anguilas.


Contra los aplausos que comienza a acumular de su entrenador y de sus compañeros más la súbita fama que tiene en la comarca, Astrid desconfía de este abrupto desarrollo de facultades e intuye (¡claro!, quién más que la mujer para poder ver más allá de lo inmediato) que Hiccup esconde algo.


Y en efecto, Hiccup ha estudiado los libros y gracias a ellos puede entender que todo lo que los vikingos saben de los dragones es mentira; él es el único que ha llegado al fondo: ha trabado amistad con un ejemplar de dragón Sombra negra a quien le ha construido una prótesis para su aleta trasera que lo ayude a volar.


Hiccup lo bautiza como si bautizara a un cachorro, Chimuelo lo llama y su amistad los hace volar juntos, una revolución en la relación entre vikingos y dragones, algo que la tradición de su pueblo no puede permitir. A esa pesada mitología, Hiccup y su Chimuelo habrán de enfrentarse. La cinta alimenta nuestra imaginación y nos hace entender la necesidad de seguir imaginando.


Ayuda mucho verla en 3D, y en IMAX, mucho más.


Por otra parte, el guiño con el tema de permitir el libre desarrollo de la personalidad, que implica desde los gustos o preferencias en los juegos y en los colores hasta las referencias sexuales, es muy acertado para una sociedad mexicana tradicionalmente cerrada.


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