“Quiero proponerles algo para cuando me muera… me gustaría que me incineraran y la urna con cenizas la llevara Milagros a México [para vaciarlas]… en una revolvedora de asfalto o de concreto o en alguna obra pública que les parezca bonita…a mí me encantaría que se supiera y que estuvieran montones de gentes como testigos”, fue la voluntad que Alejandro Aura comunicó a sus hijos unos meses antes de morir.
Dicha voluntad fue cumplida al pie de la letra el sábado en el bar El hijo del cuervo, en Coyoacán, reducto bohemio propiedad del poeta y primer “cultubar” fundado por él y por Pablo Boullosa con el objetivo de promover espacios y actividades culturales en beneficio de la ciudadanía.
En una ceremonia que a un mismo tiempo fue íntima y pública, en la que el pudor limitaba los más preclaros empeños periodísticos pero en donde las fuertes emociones eran incapaces de encontrar obstáculos o contenciones, los hijos del vate mezclaron las cenizas de su padre con cemento, agua, arena y un poco de mezcal, bebida que disfrutaba Alejandro Aura.
Con esa mezcla se cubrió las paredes del nicho construido en la fachada del conocido bar. Al interior del nicho se colocó una "caja del tiempo" con objetos personales, preciados y de uso cotidiano de Aura: su pluma fuente, sus gafas, el delantal con que cocinaba, dos fotos, el libro Volver a casa, el poema “Despedida” y una flor que él le regaló hace ya varios años a su hermana Martha, flor que milagrosamente se encontraba intacta.
El nicho fue sellado con una placa metálica que se colocó justo en el lugar en el que Alejandro Aura se sentaba a leer el periódico. La placa dice: "La ciudad se morirá conmigo. Yo estaré en su fundamento. Alejandro Aura, 1944-2008". Palabras que también se extrajeron de uno de sus poemas. Esta placa fue diseñada por Manuel de la Rosa, gran amigo en vida del escritor.
En el acto conmemorativo, el arquitecto Felipe Leal, gran amigo de Alejandro Aura en vida, mencionó: “Alejandro amó la ciudad de México. Esta plaza es plaza, es calle, es ciudad, es gente”, y la gente es lo que realmente amaba Aura: para cocinarle en casa, para verla caminar en la calle, para leerle, para que lo reconocieran en un restaurante.
El acto sirvió también para la presentación de dos libros: Cuentos y Ultramarinos (Ediciones Sin Nombre, UAM), recopilación de cuentos, algunos inéditos del escritor, y El Aura de Alejandro (SCDF), antología del blog de Alejandro Aura que fue realizada por Milagros Revenga, su viuda, quien dijo: «El blog para mí era como nuestra casa, una especie de Templo porque cada día lo hacía estar vivo».
Milagros contó que una ocasión les hackearon el sitio, y pese a que para ellos el blog era ya parte de su vida “él con gran tranquilidad me dijo: ‘¿sabes qué? no pasa nada, vámonos a acostar y mañana empezamos uno nuevo’. Esa fue una gran lección de vida.”
Revenga dijo que ese blog no tendría sentido sin los lectores, pues dicha herramienta "hizo que Alejandro viviera muchísimo más de los cuatro meses de vida que le habían pronosticado los doctores".