Bolaño, escritor salvaje

miércoles, 8 de octubre de 2008

1953-2003





Roberto Bolaño se ha convertido en uno de los escritores más influyentes de la literatura contemporánea en el mundo entero.

Una parte muy importante de su vida y su novela más conocida y aclamada, Los detectives salvajes, transcurrieron en México.

Bolaño nació en Santiago de Chile en 1953. Cuando tenía 15 años llegó a México y en 1973 regresó a su país para luchar por el gobierno socialista de Salvador Allende, pero debido al golpe de estado de Augusto Pinochet fracasó en su intento revolucionario y volvió a México, donde cultivaría la que sería su más grande pasión: la literatura.

Así comenzó el exilio que marcaría el resto de su vida.

Ya en México, a mediados de los años 70, Bolaño era un adolescente romántico, un joven poeta radical que se ocultaba detrás de unos pesados lentes de vidrio con los que intentaba descifrar el mundo y la vida, a la que se aproximaba sin límites.

La ciudad de México fue la cuna de su juventud y precoz adultez, de su vocación literaria y de sus constantes preguntas y reflexiones. Una ciudad que enmarcaría su adolescencia, etapa en la que el concepto aventura lo sedujo de una vez y para siempre.

Las colonias Narvarte, Guadalupe, Roma, Condesa, Centro y Guerrero serían una especie de microcosmos de ese mundo que ansiaba descubrir, y se convertirían con el paso del tiempo en parte de los escenarios literarios con los que daría color y espacio a su narrativa.

En esos años conocería a muchos colegas que como él querían ser poetas y decían serlo. Pero más que escribir poesía, querían vivir como poetas. Esto es más claro si consideramos que la palabra poesía proviene del griego poiesis: creación. Y la creación es continuidad, impermanencia, cambio, movimiento, como la vida.

Entonces, vivir como poetas es vivir sujeto a nada, libre y en continua reinvención. Sin embargo, el problema fue que esos jóvenes no eran del todo poetas y tampoco eran tan libres como aspiraban a ser. Estaban atrapados en sus propias entrañas y en sus propias utopías.

De acuerdo con esos años y los sueños de emancipación que contagiaron a los jóvenes de todo el mundo, podemos entender que la poesía era para estos muchachos, que se autonombraban infrarrealistas, utopía y autenticidad como las dos caras de una misma moneda.

No obstante, aquellos jóvenes, parte del muestrario de toda una generación, ya interiorizaban la amargura de un fracaso por venir. Tal vez por una especie de conciencia sobre lo que está próximo pero que se prefiere evadir.

Bolaño recuperará esa lucha que nació perdida en su obra medular Los detectives salvajes, haciendo una especie de homenaje a esos adolescentes, entre los que él se contaba, que apostaron por una veta posible para alcanzar la autenticidad en este mundo de simulacros.

En la novela, Bolaño los llama realvisceralistas, o sea, los que viven realmente con la víscera, la bilis, la emoción. Para ellos, la poesía era la estrella que iluminaba el mapa de los caminos que debían seguir.

Esa estrella sin embargo confusamente los conduciría al cabo de dos décadas al fracaso.

Por eso, podemos concluir que Bolaño retrata la derrota de toda una generación inspirada por el socialismo, la emancipación, por la libertad y la revolución, una generación que se entregaba a sus ideales sin ningún tipo de concesiones.
Una generación que finalmente no llegó a la Tierra Prometida, sino que poco a poco fue cayéndose para darse cuenta que el terreno es árido y muy parecido al Infierno. Nada que ver con su búsqueda inicial.

Bolaño reconstruye ese camino de utopías y esperanzas en Los detectives salvajes y en toda su literatura. Y lo hace con una crudeza soberana, pues su propia vida fue utopía ligada al desencanto.

Esa actitud ya la esbozaba en sus años mozos, cuando impulsó a sus comparsas a "lanzarse a los caminos", como en su momento lo hicieron Tzara, Bretón o los beatniks estadounidenses.

Así pues, Bolaño propone al lector que asuma la vida como una aventura que se enfrenta sin miedo. Una actitud con la cual, a pesar de saber que la vida es peligrosa, el lector pueda lanzarse a ella con valentía.
Aventura y valentía como los elementos de una misma ecuación, necesaria para quienes aproximándose al abismo sean capaces de volverle la mirada, y no sólo eso, sino sonreírle y bailar la conga mientras sigan aquí y todavía tengan tiempo.
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