En el mundo hiperinformado e hiperculturizado en el que vivimos hay pocos escritores tan brillantes como el italiano Roberto Saviano (1979), aquellos que han tensado los límites de la crónica, el reportaje y la ficción y se han asomado con horror y sorpresa al resultado negro que han escrito sus manos sobre la pantalla blanca que los mira de frente, y aún así deciden que ese horror y ese milagro que acaban de crear con palabras sea conocido y no sólo eso, sientan que deba ser reproducido aún a costa de su propia vida.
Cuando un escritor es fiel a sus pensamientos, es honesto con su creación y no le hace la barba a nadie ni mucho menos busca la complacencia, eso se nota, eso brilla. No hace falta trazar todo un mapa o un manual de instrucciones para encontrar la diferencia. Saviano es la excepción a la norma, la excepción a la horma no sólo del periodista común sino también del intelectual posmoderno.
La belleza y el infierno (Planeta, $199) es un compendio de ensayos y reportajes sobre asuntos varios que van desde la Camorra o las mafias italianas (cementeros, políticos, familias), la experiencia de Saviano en Cannes hasta las épicas vidas de Leo Messi, la cantante Miriam Makeba, el pianista Michel Petrucciani, entre otros, pero en el fondo trata sobre la delgada separación entre lo abyecto y lo sublime, en cómo encontrar lo uno en lo otro y en cómo trascender una época tildada por la irrupción de lo pánico o del infierno, y además habla de forma brillante sobre el arte de buscar la verdad, el arte de hacer periodismo y el arte de la verdadera literatura (aunque pocos se den cuenta).
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