Fuego (The burning plain,2008) es una película sobre el deseo, las incontrolables vueltas del destino y las obsesiones, una cinta densa realizada bajo la estética que ha permeado las películas de Guillermo Arriaga y Alejandro González Iñárritu desde Amores Perros.
Fuego tiene el estilo de ese neo (y cada vez menos nuevo) cine mexicano: quiebres de linealidad temporal e historias que se enroscan como trenzas, estilo que tanto le causó problemas a la otrora exitosa mancuerna Arriaga-Iñárritu hasta el grado de separarlos.
Pero en este caso, dicho estilo presenta una singularidad: las historias que se cuentan son dos que en realidad son una sola, sólo que la segunda es la continuidad de la primera y ambas cuentan dos momentos en la vida de Silvia (Charlize Theron), antes Mariana, una mujer norteamericana que en su juventud descubrió que su madre sostenía una relación extramarital e intentó darle una lección, pero se le pasó la mano.
Su ignorancia la lleva a cometer un acto terrible que guardará como un secreto. En aquellos años también conoce a Santiago y da a luz a una pequeña niña pero luego los abandona sin dejar rastro. Por tales motivos su vida está signada por la culpa. Y como salvación, se refugia en la huida, en la seducción y en el dolor.
Entre el elenco encontramos a José María Yazpik, que cumple con una actuación discreta pero certera, y a Kim Basinger de quien podemos decir lo mismo. Charlize Theron deslumbra más por su belleza que por la exigencia dramática del guión, aunque su talento es indiscutible.
Pero bueno, concedamos en esto, pues, como siempre, en las películas de este neorrealismo post-perruno, los personajes no son lo más importante sino las historias: la trama y la experiencia de lo humano que se desborda a través de la pantalla. En esta cinta estos aspectos son muy logrados por momentos pero en realidad nos quedamos con ganas de probar ese saborcito que queda cuando uno ha visto una gran película o algo novedoso o sublime o indecible o aquello a lo que nos quiso acostumbrar ese estilo perruno que dio cuenta de una época del cine mexicano (o de lo que podían hacer unos directores mecxicanos con dinero extranjero), época que ya dio lo mejor de sí.
Fuego bien podría insertarse en la actual coyuntura en torno de la inmigración y los traslados y relaciones transfronterizas. Pero eso es lo de menos y si se lo quiere ver como lo más, en realidad no aporta gran cosa. Váyala a ver para tomarle el pulso usted mismo.
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