Todos estamos de acuerdo en que los mexicanos hacemos chistes de todo, incluso de nuestras mayores desgracias. Eso "está bien, pero esto no significa que nos valga madres", me platica entusiasta pero al mismo tiempo serio, el talentoso actor mexicano Roberto Sosa, quien personifica en la obra de teatro Cáncer de olvido a un escritor disidente, Martín Serrano, que, en un distópico México en el año 2012, presa de la censura es encarcelado, maniatado y vejado por el poder político y mediático, que ulteriormente (como le ocurre a Alex de la Naranja mecánica) lo reincorporan a la vida pública haciéndolo traicionar sus ideales.
El actor me recibe en un atuendo totalmente negro, afuerita del teatro Helénico, sobre avenida Revolución. En la prepa me decían que me parecía a él y eso me re emputaba pero ahora hasta se me hace simpático. Creo que feos estamos los dos pero él bastante más delgado y con una nariz más pronunciada. Al parecer Sosa quiso comprobarme esta intuición de mis compañeros de la prepa, pues cuando llegué con él resultó que tenía los mismos tenis que durante el último año he presumdo en todos lados. Los nike lunalite color negro con suela color naranja que cuando eran nuevos estaban poca madre. Le digo: "¡mira!, traemos los mismos tennis, sólo que los míos ya están rotos". Las pesuñas de mis dedos gordos con el paso del tiempo se encargaron de horadar unos pequeños agujeritos que se le veían como ojitos pispiretos a los condenados Nike. "Sí los míos son cómo alguna vez estuvieron los tuyos", me contesta. Así rompimos el hielo y entramos asuntos más serios porque aparte nuestro querido Robert tenía que entrar a prepararse para la función.
"Sí hay que reirnos (y en el monólogo la risa brota de una manera insesante pero armónica con el conjunto de la obra) pero hay que tomárnosla en serio, porque si no sí nos va a dar un pinche cáncer (como país) del que no nos va a librar nadie", apunta Sosa.
El actor precisa: "Tenemos unos males terribles: en términos de vivienda, educación, salud, servicios públicos, alimentación, trabajo, que son cuestiones fundamentales para que funcione cualquier sociedad. Lo que proponemos en esta obra (escrita y dirigida por Vìctor Salcido) es ver esa realidad y pensar qué podemos hacer cada uno en lo que haga porque este país requiere un trabajo de hormiga e incansable para que salga adelante".
El actor me recibe en un atuendo totalmente negro, afuerita del teatro Helénico, sobre avenida Revolución. En la prepa me decían que me parecía a él y eso me re emputaba pero ahora hasta se me hace simpático. Creo que feos estamos los dos pero él bastante más delgado y con una nariz más pronunciada. Al parecer Sosa quiso comprobarme esta intuición de mis compañeros de la prepa, pues cuando llegué con él resultó que tenía los mismos tenis que durante el último año he presumdo en todos lados. Los nike lunalite color negro con suela color naranja que cuando eran nuevos estaban poca madre. Le digo: "¡mira!, traemos los mismos tennis, sólo que los míos ya están rotos". Las pesuñas de mis dedos gordos con el paso del tiempo se encargaron de horadar unos pequeños agujeritos que se le veían como ojitos pispiretos a los condenados Nike. "Sí los míos son cómo alguna vez estuvieron los tuyos", me contesta. Así rompimos el hielo y entramos asuntos más serios porque aparte nuestro querido Robert tenía que entrar a prepararse para la función.
"Sí hay que reirnos (y en el monólogo la risa brota de una manera insesante pero armónica con el conjunto de la obra) pero hay que tomárnosla en serio, porque si no sí nos va a dar un pinche cáncer (como país) del que no nos va a librar nadie", apunta Sosa.
El actor precisa: "Tenemos unos males terribles: en términos de vivienda, educación, salud, servicios públicos, alimentación, trabajo, que son cuestiones fundamentales para que funcione cualquier sociedad. Lo que proponemos en esta obra (escrita y dirigida por Vìctor Salcido) es ver esa realidad y pensar qué podemos hacer cada uno en lo que haga porque este país requiere un trabajo de hormiga e incansable para que salga adelante".
El argumento de Cáncer de olvido consiste en contar las horas (días, tal vez) subsecuentes a la captura y encierro de Martín Serrano, escritor crítico y de renombre que "no está de acuerdo ni con la Iglesia, ni con la derecha ni con la izquierda ni con la guerrilla", y que en escenue en sus tribulaciones en soledad comienza a entrar en una especie de esquizofrenia (qa se resuelve con brillantes desdobles de personalidad interpretados por Roberto Sosa), y cuestiona los símbolos más fuertes de nuestra nacionalidad (la bandera, los héroes, los mitos, la religión, la Madrecita mexicana, la Morenita del Tepeyac), justo en un año neurálgico para la reflexión en torno de la patria.
La crítica es contundente desde el título: Cáncer de olvido; es decir, cuando el olvido se convierte en una operación regular, cuando el poder prefiere simular a reparar, y se llega a un estado más semejante a la esclerosis: el entumecimeitno total, la gangrena de la propia cultura y la anulación del porvenir. Ese cáncer es el mal de México, no obstante, el actor mantiene el optimismo: "si lo detectas a tiempo, todo cáncer se pude erradicar con una buena quimio".
La reflexión es necesaria porque "este es un país en donde cada vez hay más militarización y mayor polarización de ideologías, más violencia, más gente armada. ¿Qué pasaría si en México se completa una militarización total, si hay un toque de queda o una ley marcial?
"Los años por venir, no sólo en términos electorales, sino de crecimiento y desarrollo como sociedad son fundamentales", puntualiza categórico el actor.
Por último, Roberto Sosa comenta que la experiencia de llevar a cabo un monólogo es algo maravilloso, es algo que como actor (y vaya que tiene experiencia) nunca había hecho: "Lo gratificante de este tipo de trabajo es que se convierte en un experimento vivo, y tú lo sientes de cerquita y lo manejas: sientes como el público está pulsando y cómo te va retroalimentando con sus reacciones y su ánimo y ante ello como actor uno tiene que abrirse".
La crítica es contundente desde el título: Cáncer de olvido; es decir, cuando el olvido se convierte en una operación regular, cuando el poder prefiere simular a reparar, y se llega a un estado más semejante a la esclerosis: el entumecimeitno total, la gangrena de la propia cultura y la anulación del porvenir. Ese cáncer es el mal de México, no obstante, el actor mantiene el optimismo: "si lo detectas a tiempo, todo cáncer se pude erradicar con una buena quimio".
La reflexión es necesaria porque "este es un país en donde cada vez hay más militarización y mayor polarización de ideologías, más violencia, más gente armada. ¿Qué pasaría si en México se completa una militarización total, si hay un toque de queda o una ley marcial?
"Los años por venir, no sólo en términos electorales, sino de crecimiento y desarrollo como sociedad son fundamentales", puntualiza categórico el actor.
Por último, Roberto Sosa comenta que la experiencia de llevar a cabo un monólogo es algo maravilloso, es algo que como actor (y vaya que tiene experiencia) nunca había hecho: "Lo gratificante de este tipo de trabajo es que se convierte en un experimento vivo, y tú lo sientes de cerquita y lo manejas: sientes como el público está pulsando y cómo te va retroalimentando con sus reacciones y su ánimo y ante ello como actor uno tiene que abrirse".
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