Sentado en un Vips de la colonia Palomas en el municipio Ecatepec, espero junto a la linda Gancy de ojos serenos pero ahora ansiosos, la llamada del escritor acapulqueño José Agustín, para entrevistarlo sobre su nuevo libro. Nuevo es un decir porque se trata de un diario que escribió en el año 1961 en Cuba. Gancy me presta sus audífinos para que los coloque a mi teléfono celular y pueda escuchcar con mayor fidelidad las palabras de uno de sus escritores favoritos. La llamada entra un poco retrasada, a las 12:40 del día de ayer, martes 28 de septiembre de 2010, e intuyo que la niña que está también sentada enfrente de mí pero en mi mismo taburete, de esos que a mi amigo el Charal le gustaba (o le cagaba) como olían, quiere saber qué dirá Agustín, quisiera escuchcar su voz pero es un poco tímida y no me dice nada.
La conversación por teléfono me impedirá conocer el rostro pero del escritor, aunque sí conocería su voz, la cual puedo decir parece la de un jovenzuelo. Gancy lo ubica perfectamente, hasta dice que se parece a mi papá, y siempre que dice eso me pogo a pensar en los extraños senderos que tuvo que recorrer la palabra Agustín para escribirse después de la palabra Alejandro en mi acta de nacimiento. Una vez que he visto una imagen del escritor le doy la razón a mi niña: sí, se parece a mi pá.
Esperamos unos segundos y suena en el teléfono: "¡Hola, qué tal Alejandro!"La chica de la editorial le dijo mi nombre. Y comenzamos a platicar. Lo primero que le pregunté fue que qué había pasado, se supone que iba a venir a México y lo entrevistaría cara a cara. Me dijo, que "¡híjole, es que ya estoy muy verruco!". Así comenzó la charla que duraría a lo más 3:30 minutos, pues la señal comenzó a fallar y ya no pudimos volver a enlazarnos. Lástima, la entrevista con José Agustín se reduce a los siguientes trazos que se publicaron en el periódico en el que escribo.
Un espíritu juvenil
Sólo un espíritu joven puede tener la voluntad y el arrojo suficientes para no mirar atrás una vez que se abandona la casa paterna y se decide ir en busca de una aventura que se convertiría en vida a los 16 años de edad. La historia del respetadísimo escritor mexicano José Agustín (Acapulco, 1944) es de este tipo. Agustín hoy tiene 66 años pero algunos rasgos de aquel adolescente perviven a pesar del tiempo.
"Permanece lo fundamental que es el espíritu -dice Agustín. Siento que nunca me traicioné a mi mismo, he sido fiel a mis principios, a mis ideales, a mi vocación, a mi amor por la familia", apunta el escritor que salió del país en 1961 rumbo a Cuba eso sí, bien casadito con la también escritora Margarita Dalton, autora de una novela que es un verdadero viaje lisérgico, Larga Sinfonía en D, título pensado como el de la canción de los Beatles, "Lucy in the Sky with Diamonds".
En aquel año, los dos, Agustín y Dalton, llegarían al país recién liberado (revolucionado) por Fidel Castro y el argentino Ernesto Guevara, "dos hombres altísimos", como los recuerda Agustín. En Cuba, se enrolaron en la campaña alfabetizadora que marcó a 1961, "el año de la educación", como se le recuerda hoy en día. Los dos tenían 16 años de edad.
Hoy, casi 50 años después, la experiencia recogida de aquellos años por el escritor se publica como un libro bajo el nombre Diario de brigadista. Cuba, 1961 (Lumen), acaso el relato más autobiográfico de este narrador de por si muy autobiográfico en su narrativa. Si duda, parte de lo más privado de su escritura, este diario sale a la luz más por casualidad que por intención del autor: Un buen día, mientras descansaba en su casa en Cuautla, Morelos, en compañía de su esposa, "de toda la vida", como a ella se refiere el autor, Margarita Bermúdez, ella encontró el diario y se puso a leerlo. Su hijo Andrés, quien es también editor de José Agustín, estaba de visita y ante las carcajadas de su madre les preguntó por el diario y lo tomó y dijo que ese diario se iba directito a la imprenta. "Y ya lo sacó", comenta agradecido José Agustín.
Este libro es para fans y no tan fans del autor de De perfil. Diario de brigadista nos pone frente al adolescente que hay (hubo) detrás de la escritura de La tumba, sobresaliente y fresca, la confirmación de un descubrimiento literario avasallante: una narrativa que a partir del habla como los jóvenes parece más un acetato (hoy cd) que un libro, como si escucharas en lugar de leer, con juegos de palabras del tipo de "rupturas deliberadas con la gramática ortodoxa", como él mismo dice. Se trata, además, de un libro que nos recuerda al narrador de De perfil.
La simetría de los digitos (16/61) es mera coincidencia pero nos remite a dos décadas fundamentales en la vida de una persona: adolescencia e inicios de la vejez. Agustín revisó los apuntes de antaño y los limpió respetando la forma incandescente, emotiva, clara y espontánea que refulge en un texto como La tumba, novela que confiesa el autor, "escribí antes de estos diarios".
Hoy, mirando a la distancia su juventud, reflexiona: "Yo estoy con ellos (los jóvenes de aquellos años) a morir. Fui uno de esos jóvenes. En mi caso (casarse, salir del país, trabajar) fue un acto que me permitió ser yo mismo, empezar a ganarme la vida por mi mismo: yo trabajaba desde los 14 años, pero luego ya empecé a trabajar más en serio, luego conoci a mi esposa de toda la vida, nos casamos y me metí mucho más en serio en la literatura. Y luego conocí a Juan José Arreola que fue mi maestro en ciernes", apunta el escritor, quien mira el presente: "Verás, mano!, ya estoy bastante verruco: sé que estoy en los principios de la vejez, tengo 66 años, pero todavía estoy lúcido, con energía y quiero hacer lo que pueda mientras pueda".
El escritor tenía pensado visitar la Ciudad de México pero en días recientes tuvo problemas de presión y grastrointestinales. Situación que hoy, dice, lo pone "contra la corriente muy en serio". Por lo demás, algo muy natural en él.
El plan ahora es ir a visitarlo a su casa en Cuautla, Morelos. A ver si sí.
"Permanece lo fundamental que es el espíritu -dice Agustín. Siento que nunca me traicioné a mi mismo, he sido fiel a mis principios, a mis ideales, a mi vocación, a mi amor por la familia", apunta el escritor que salió del país en 1961 rumbo a Cuba eso sí, bien casadito con la también escritora Margarita Dalton, autora de una novela que es un verdadero viaje lisérgico, Larga Sinfonía en D, título pensado como el de la canción de los Beatles, "Lucy in the Sky with Diamonds".
En aquel año, los dos, Agustín y Dalton, llegarían al país recién liberado (revolucionado) por Fidel Castro y el argentino Ernesto Guevara, "dos hombres altísimos", como los recuerda Agustín. En Cuba, se enrolaron en la campaña alfabetizadora que marcó a 1961, "el año de la educación", como se le recuerda hoy en día. Los dos tenían 16 años de edad.
Hoy, casi 50 años después, la experiencia recogida de aquellos años por el escritor se publica como un libro bajo el nombre Diario de brigadista. Cuba, 1961 (Lumen), acaso el relato más autobiográfico de este narrador de por si muy autobiográfico en su narrativa. Si duda, parte de lo más privado de su escritura, este diario sale a la luz más por casualidad que por intención del autor: Un buen día, mientras descansaba en su casa en Cuautla, Morelos, en compañía de su esposa, "de toda la vida", como a ella se refiere el autor, Margarita Bermúdez, ella encontró el diario y se puso a leerlo. Su hijo Andrés, quien es también editor de José Agustín, estaba de visita y ante las carcajadas de su madre les preguntó por el diario y lo tomó y dijo que ese diario se iba directito a la imprenta. "Y ya lo sacó", comenta agradecido José Agustín.
Este libro es para fans y no tan fans del autor de De perfil. Diario de brigadista nos pone frente al adolescente que hay (hubo) detrás de la escritura de La tumba, sobresaliente y fresca, la confirmación de un descubrimiento literario avasallante: una narrativa que a partir del habla como los jóvenes parece más un acetato (hoy cd) que un libro, como si escucharas en lugar de leer, con juegos de palabras del tipo de "rupturas deliberadas con la gramática ortodoxa", como él mismo dice. Se trata, además, de un libro que nos recuerda al narrador de De perfil.
La simetría de los digitos (16/61) es mera coincidencia pero nos remite a dos décadas fundamentales en la vida de una persona: adolescencia e inicios de la vejez. Agustín revisó los apuntes de antaño y los limpió respetando la forma incandescente, emotiva, clara y espontánea que refulge en un texto como La tumba, novela que confiesa el autor, "escribí antes de estos diarios".
Hoy, mirando a la distancia su juventud, reflexiona: "Yo estoy con ellos (los jóvenes de aquellos años) a morir. Fui uno de esos jóvenes. En mi caso (casarse, salir del país, trabajar) fue un acto que me permitió ser yo mismo, empezar a ganarme la vida por mi mismo: yo trabajaba desde los 14 años, pero luego ya empecé a trabajar más en serio, luego conoci a mi esposa de toda la vida, nos casamos y me metí mucho más en serio en la literatura. Y luego conocí a Juan José Arreola que fue mi maestro en ciernes", apunta el escritor, quien mira el presente: "Verás, mano!, ya estoy bastante verruco: sé que estoy en los principios de la vejez, tengo 66 años, pero todavía estoy lúcido, con energía y quiero hacer lo que pueda mientras pueda".
El escritor tenía pensado visitar la Ciudad de México pero en días recientes tuvo problemas de presión y grastrointestinales. Situación que hoy, dice, lo pone "contra la corriente muy en serio". Por lo demás, algo muy natural en él.
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27 de diciembre de 2012, 1:22no way, that's too boringAnd when you solve problems, you not only gain experience in solving other problems as they occur, but you build respect for yourself All of it, every event that happens in your life, and in your body, is a product of thought
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