Cuerdas, una metáfora sobre los lazos y la sangre
Richard Viqueira es un director que sorprende. Es capaz de generar la imágenes más abyectas emulando el close-up del cine pero también, siendo fiel a su hábitat: la escena, recurre a la imaginación más sensual y contundente, esa materia que deslinda al teatro de la cinematografía y que significa su sublimación artística: el engaño.
Perteneciente a una joven generación de jóvenes creativos, arriesgados y con propuesta que integra a sus pares Hugo Arrevillaga o Alberto Villarreal, Viqueira presenta este martes y miércoles la obra Cuerdas, original de Barbara Colio, en Teatro de las Vizcaínaz como parte de la programación de la Sexta Muestra de Artes Escénicas de la Ciudad de México.
Cuerdas fue merecedora del Premio Nacional Mexicali de Dramaturgia INBA y se ha presentado este año en la Muestra Nacional de la Joven Dramaturgia 2010 y también en breve temporada en Teatro El Milagro, además de dar una pequeña gira por otras ciudades del país.
La anécdota es sencilla: un trío de hermanos (Peter, Paul y Prince), después de 25 años de no verse y de no tener comunicación con su padre, deciden viajar a una ciudad del norte para volver a encontrarse con aquel convertido ya en el más famoso funambulista. Su padre los invita a verlo realizar el mayor acto de su vida: cruzar sobre una cuerda en el aire las dos torres más grandes del mundo, sin cuerdas de por medio. Es imposible no remitirnos al documental Man on Wire, dirigido por James Marsh y que ganó el Oscar en 2010, el cual trata sobre la historia del funambulista Philippe Petit quien en 1974 cruzó las Torres gemelas de Nueva York eludiendo todas las medidas de seguridad existentes. Del documental, la obra de Colio parecería recuperar la fuerza simbólica sobre la grandeza del espíritu y el pesado tránsito del tiempo.
En el camino los tres hermanos se enfrentarán con los demonios de la infancia y con los asuntos pendientes inherentes a toda relación familiar. El viaje se convierte así en una especie de camino de sanación y de reconciliación con ellos mismos y con sus orígenes. la salvación ofrecida por un hecho simbólico (artístico y circense a un mismo tiempo) ofrece poder poética a un texto que es certero, veloz y próximo, aunque predecible.
El tono de la pieza es melancólico y nostálgico. Por eso es fácil anticipar que se trata de una pieza trágica y, por lo mismo, el final no es tan duro (y tan revelador) como se antoja. Sin embargo la reflexión que propone el texto de Colio es conmovedora y valiente. Como dice Viqueira, Bárbara Colio se mete en la psique del hombre para hacer una acrobacia de altura. Es impresionante la fuerza de los diálogos y la verosimilitud del mundo del macho con todo y sus problemas. La fuerza de las imágenes y de la narrativa escénica camina a la par del texto. Los actores: Viqueira, Antonio Zúñiga, Felipe Cervera y Ángel Enciso, son como esos personajes: domadores de una cuerda consistente.
Tres maletas y una cuerda de gimnasia rítmica roja son todos los recursos escénicos que propone Viqueira, más un personaje externo, un testigo, que funciona como comodín y manipula de un modo sumamente imaginativo la cuerda roja para generar espacios y ambientes diversos.
Podría o no ser casualidad que la cuerda sea roja, pero simboliza ese lazo sanguíneo ineludible del cual somos resultado. La muerte es una metáfora central sobre el acto más importante de la vida. Hacia el final, el perdón pero sobre todo el olvido (que es más un "dejar pasar") sintetizan la vibración poética de este drama: vibran las cuerdas de la vida que hemos sido siempre, aunque nosotros seamos incapaces de poner atención. Vibran y nos hacen caer.
0 comments
Publicar un comentario