La gente espera muchos y todavía mejores festivales como éste
De un calor extenuante a un frío calador. Bajo esa polaridad, los 80,000 habitantes del Corona Capital hicieron latir el corazón melómano de una ciudad (y sobre todo de sus jóvenes) que suele responder puntual al llamado de la música en vivo, máxime si se trata de un festival cuyo cartel integra a muy buenas bandas, de las mejores del momento.
El Festival Corona Capital fue un éxito para los organizadores, las bandas y también los asistentes, aunque hubo algunas fallas en el sonido, en la distribución de alimentos y bebidas y en la accesibilidad al lugar (quienes llegaron a pie tuvieron que caminar alrededor de dos kilómetros desde el metro más cercano).
Las bandas cumplieron lo prometido y esa es siempre la mayor exigencia para un Festival. Pixies e Interpol desataron la locura. Echo & the Bunnymen y James prepararon a la fanaticada., la dejaron listita y disciplicente. The temper trap (con un sonido muy bien cuidado y un uso pesado e hipnotizante de los drumms) y Adanowsky (con su soltura, elocuencia y simpatía, su amorosidad, al final de su intervención pidió a la gente que se agachara para levantarse después con un alarido frenético) fueron excelentes esbozos de lo que habría por venir. Regina Spektor le puso emoción y brillo lindo al evento con su voz dulce acompañada por un piano de cola negro y precioso, hizo brotar las lágrimas de más de uno de los asistentes que se aplastaban a las seis de la tarde frente al escenario Corona.
La gente respetó los espacios y no armó disturbios. La exactitud con la que se respetaron los horarios del programa merece mención aparte. Y la logísitica fue precavida: cuando se preguntaron ¿quiénes van a venir?, por lo visto, se prepararon para recibir la amplios segmentos de la variada diversidad de tipos sociales que reúne una ciudad como el DF.
Uno podía toparse desde Dulce María (ex de RBD) tomándose una chela, o las parejitas de novios preparatorianos dándose un faje en alguna porción de césped, o a quienes se aguantaban la sed y el hambre pues apenas y con muchos esfuerzos pudieron comprar sus entradas, también desfilaba el ciudadano normal vestido con jeans y playerita junto al darketo, metalero, emo y demás "tribuino" chilango; algunos que iban solos y una gran mayoría que iba en grupito, desde los chicos y chicas del Tec o la Ibero, que iban hasta uniformados, o los "mamaditos" con dinerito que al sol se quitaron la playerita para lucir sus pectorales definidos, o también se podía encontrar a una chica hasta el "cuaz", sin zapatos, en chorcitos y con la blusa removida y mojada, como una chava que buscaba el escenario en que se presentaba Foals mientras caminaba aturdida con rumbo a la entrada general.
Si uno caminaba hacia las esquinas y tenía las suficientes ganas de hacer una cola interminable para comprar una chela, podía dar con una zona VIP, con sus lobitos uniformados de negro y amarillo en la entrada haciéndole de cadeneros de la antro de la Meche, en esta zonita VIP se veía a los hijos de los meros picudos, billetudos, (quizá hasta de algunos narcos) sentaditos como en un lounge de hotel cinco estrellas o en una mesita de antro.
Y también se podía ver entre los chavos a algunos padres de familia que gustosos acompañaban o traían o eran arrastrados por sus pequeños hijos que para saber lo que pasaba en el escenario tenían que hacer un exhasutivo uso de su imaginación o voltear a ver la pantallita gigante.
Como en todo concierto los enhervantes circulaban al por mayor, desde las carteras hasta las emanaciones y los humores: las tachas, los ácidos y la mota, entre las más asiduas. Dependiendo la calidad de la droga, si usted se encontraba al lado de un tronador (obvio si usted no lo era) le daban ray aunque usted no quisiera.
Sin duda alguna, nuestra ciudad (que lo merece) esperaba un festival de esta magnitud. La fildelidad de los fans, la amplitud tipológica de los caractéres y sujetos sociales, y los resultados económicos exigen mucho más festivales como éste, e incluso todavía mucho mejores. El reto será saber si los organizadores, los payasos que dicen velar por la seguridad de la concurrencia y las autoridades capitalinas (que deberían sensibilizarse y ampliar los recursos y horarios de sus servicios de transporte y vialidad) estén a la altura. El público y las bandas demostraron que ellos sí. Y que les echen los que sigan.
Los Interpol, los favoritos
De un calor extenuante a un frío calador. Bajo esa polaridad, los 80,000 habitantes del Corona Capital hicieron latir el corazón melómano de una ciudad (y sobre todo de sus jóvenes) que suele responder puntual al llamado de la música en vivo, máxime si se trata de un festival cuyo cartel integra a muy buenas bandas, de las mejores del momento.
El Festival Corona Capital fue un éxito para los organizadores, las bandas y también los asistentes, aunque hubo algunas fallas en el sonido, en la distribución de alimentos y bebidas y en la accesibilidad al lugar (quienes llegaron a pie tuvieron que caminar alrededor de dos kilómetros desde el metro más cercano).
Las bandas cumplieron lo prometido y esa es siempre la mayor exigencia para un Festival. Pixies e Interpol desataron la locura. Echo & the Bunnymen y James prepararon a la fanaticada., la dejaron listita y disciplicente. The temper trap (con un sonido muy bien cuidado y un uso pesado e hipnotizante de los drumms) y Adanowsky (con su soltura, elocuencia y simpatía, su amorosidad, al final de su intervención pidió a la gente que se agachara para levantarse después con un alarido frenético) fueron excelentes esbozos de lo que habría por venir. Regina Spektor le puso emoción y brillo lindo al evento con su voz dulce acompañada por un piano de cola negro y precioso, hizo brotar las lágrimas de más de uno de los asistentes que se aplastaban a las seis de la tarde frente al escenario Corona.
La gente respetó los espacios y no armó disturbios. La exactitud con la que se respetaron los horarios del programa merece mención aparte. Y la logísitica fue precavida: cuando se preguntaron ¿quiénes van a venir?, por lo visto, se prepararon para recibir la amplios segmentos de la variada diversidad de tipos sociales que reúne una ciudad como el DF.
Uno podía toparse desde Dulce María (ex de RBD) tomándose una chela, o las parejitas de novios preparatorianos dándose un faje en alguna porción de césped, o a quienes se aguantaban la sed y el hambre pues apenas y con muchos esfuerzos pudieron comprar sus entradas, también desfilaba el ciudadano normal vestido con jeans y playerita junto al darketo, metalero, emo y demás "tribuino" chilango; algunos que iban solos y una gran mayoría que iba en grupito, desde los chicos y chicas del Tec o la Ibero, que iban hasta uniformados, o los "mamaditos" con dinerito que al sol se quitaron la playerita para lucir sus pectorales definidos, o también se podía encontrar a una chica hasta el "cuaz", sin zapatos, en chorcitos y con la blusa removida y mojada, como una chava que buscaba el escenario en que se presentaba Foals mientras caminaba aturdida con rumbo a la entrada general.
Si uno caminaba hacia las esquinas y tenía las suficientes ganas de hacer una cola interminable para comprar una chela, podía dar con una zona VIP, con sus lobitos uniformados de negro y amarillo en la entrada haciéndole de cadeneros de la antro de la Meche, en esta zonita VIP se veía a los hijos de los meros picudos, billetudos, (quizá hasta de algunos narcos) sentaditos como en un lounge de hotel cinco estrellas o en una mesita de antro.
Y también se podía ver entre los chavos a algunos padres de familia que gustosos acompañaban o traían o eran arrastrados por sus pequeños hijos que para saber lo que pasaba en el escenario tenían que hacer un exhasutivo uso de su imaginación o voltear a ver la pantallita gigante.
Como en todo concierto los enhervantes circulaban al por mayor, desde las carteras hasta las emanaciones y los humores: las tachas, los ácidos y la mota, entre las más asiduas. Dependiendo la calidad de la droga, si usted se encontraba al lado de un tronador (obvio si usted no lo era) le daban ray aunque usted no quisiera.
Sin duda alguna, nuestra ciudad (que lo merece) esperaba un festival de esta magnitud. La fildelidad de los fans, la amplitud tipológica de los caractéres y sujetos sociales, y los resultados económicos exigen mucho más festivales como éste, e incluso todavía mucho mejores. El reto será saber si los organizadores, los payasos que dicen velar por la seguridad de la concurrencia y las autoridades capitalinas (que deberían sensibilizarse y ampliar los recursos y horarios de sus servicios de transporte y vialidad) estén a la altura. El público y las bandas demostraron que ellos sí. Y que les echen los que sigan.
Los Interpol, los favoritos
"Que apaguen esa tele, pa' que ya salgan los Interpol", gritó ayer a todo pulmón un fanático de la banda neoyorquina Interpol, cuando en la pantalla ubicada en el escenario Capital se transmitía la actuación del grupo inglés James en el escenario Corona. Faltaban 20 minutos para que los liderados por Paul Banks saltaran a escena.
Ríos de gente llegaban todavía presurosos alrededor de las 20 hrs, siendo que el festival había dado inicio desde las 13 hrs. No fue un mero retraso. La mayoría de los asistentes del día de ayer tenían dos objetivos en mente: Interpol y Pixies, bandas que ofrecieron dos conciertos estupendos y no defraudaron a los asistentes. Incluso tocaron todavía algunos minutos más de los estipulados, cosa que no se le permitió a ninguna otra banda y que permitió que se respetara con exactitud casi decimal el horario programado. Uno de los grandes aciertos del evento.
Ríos de gente llegaban todavía presurosos alrededor de las 20 hrs, siendo que el festival había dado inicio desde las 13 hrs. No fue un mero retraso. La mayoría de los asistentes del día de ayer tenían dos objetivos en mente: Interpol y Pixies, bandas que ofrecieron dos conciertos estupendos y no defraudaron a los asistentes. Incluso tocaron todavía algunos minutos más de los estipulados, cosa que no se le permitió a ninguna otra banda y que permitió que se respetara con exactitud casi decimal el horario programado. Uno de los grandes aciertos del evento.
Interpol consintió a su público interpretando las canciones preferidas de la audiencia, que coreó sus canciones y saltó llena de júbilo en las rolas clásicas que tocaron. Pero además se dieron tiempo de interpretar algunas canciones de su nuevo LP: "Barricade", "Safe Without", "Lights" y "Memory Serves".
Banks se comunicó durante varias ocasiones con el público mexicano hablándoles en un perfecto español que la gente agradecía con un griterío. Con el tiempo cumplido, Interpol se despidió de su público, pero al cabo de un encore de unos cuantos minutos regresaron para interpretar durante unos 25 minutos más en respuesta a la aclamación generalizada. Apenas abandonaron el escenario la gente decía "no, no", y gritaba: "otra, otra, otra", o "Interpol, Interpol, Interpol" (y hasta algún vivo bromeaba "Interfon").
"Ahora hay que ver a Pixies", fue lo último que dijo Banks, luego de ofrecer una de las presentaciones más aclamadas y esperadas por la multitud que acudió al festival Corona Capital, que drenó melomanía y alcohol por sus arterias hacia un corazón verdaderamente chilango.
Banks se comunicó durante varias ocasiones con el público mexicano hablándoles en un perfecto español que la gente agradecía con un griterío. Con el tiempo cumplido, Interpol se despidió de su público, pero al cabo de un encore de unos cuantos minutos regresaron para interpretar durante unos 25 minutos más en respuesta a la aclamación generalizada. Apenas abandonaron el escenario la gente decía "no, no", y gritaba: "otra, otra, otra", o "Interpol, Interpol, Interpol" (y hasta algún vivo bromeaba "Interfon").
"Ahora hay que ver a Pixies", fue lo último que dijo Banks, luego de ofrecer una de las presentaciones más aclamadas y esperadas por la multitud que acudió al festival Corona Capital, que drenó melomanía y alcohol por sus arterias hacia un corazón verdaderamente chilango.
1 comment
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