Presenta compañía yucateca El viaje inmóvil, una obra comprometida
La península de Yucatán cuenta con el mayor índice de suicidios en el país. Cada 48 horas alguien decide quitarse la vida, la mayoría de ellos son varones de origen maya. ¿Será que el suicidio está incorporado en la estructura mental de los yucatecos o más bien hay otras razones que orillan a las personas a optar por esta vía como un escape a la insatisfacción personal? Con esta preocupación, la compañía yucateca Murmurante Teatro visita nuestra ciudad con una obra de teatro experimental, El viaje inmóvil, pieza escénica que se encuentra a medio camino entre la crítica y el dolor, entre la exasperación y el reencuentro.
La península de Yucatán cuenta con el mayor índice de suicidios en el país. Cada 48 horas alguien decide quitarse la vida, la mayoría de ellos son varones de origen maya. ¿Será que el suicidio está incorporado en la estructura mental de los yucatecos o más bien hay otras razones que orillan a las personas a optar por esta vía como un escape a la insatisfacción personal? Con esta preocupación, la compañía yucateca Murmurante Teatro visita nuestra ciudad con una obra de teatro experimental, El viaje inmóvil, pieza escénica que se encuentra a medio camino entre la crítica y el dolor, entre la exasperación y el reencuentro.
En entrevista con el director artístico de la Compañía, Juan de Dios Rath y el director del montaje, Jorge Vargas, este último indica que el problema tiene una dimensión profundamente social: "el problema está arraigado en el sistema económico, en la explotación y en el clasismo que impera en la región, estos problemas son caldo de cultivo para que Yucatán sea la entidad con el porcentaje mayor a nivel nacional de número de suicidios y, paradójicamente, el lugar donde menos crímenes violentos suceden", menciona Vargas, quien también es director de la Compañía Teatro Línea de Sombra y del evento Transversales.
Según Juan de Dios Rath, hay muchos factores que inciden en estos datos, por ejemplo, el cultural: "había una diosa que prometía un bienestar a aquellos que se suicidaban. La gente lo ve con cierta naturalidad, casi siempre lo justifican: ya estaba grande, ya para qué seguía viviendo", comenta el director, mano derecha de la actriz y productora Ariadne Medina, quien ha levantado en Mérida esta compañía.
Según Juan de Dios Rath, hay muchos factores que inciden en estos datos, por ejemplo, el cultural: "había una diosa que prometía un bienestar a aquellos que se suicidaban. La gente lo ve con cierta naturalidad, casi siempre lo justifican: ya estaba grande, ya para qué seguía viviendo", comenta el director, mano derecha de la actriz y productora Ariadne Medina, quien ha levantado en Mérida esta compañía.
En el proceso de investigación para elaborar esta obra, los creativos se apoyaron en un experto en el tema, el Dr. Gaspar Baquedano, quien comanda un grupo de autoayuda para suicidas en el Hospital Psiquiátrico de Yucatán. Baquedano ha sostenido reiteradas ocasiones que el problema grave se ubica en la marginación y la xenofobia que existe en la sociedad, pautas que obedecen a un modelo económico neoliberal, pues, "en este tipo de esquemas no hay espacio para la cultura maya. Quien se cuelga, ya estaba muerto. Lo único que hace con la soga es culminar el proceso de autodestrucción que se está construyendo gradualmente y en la que participa toda la sociedad", ha dicho el Doctor.
La realidad es cada vez más apremiante
Para Jorge Vargas, la escena tiene un sentido muy específico: aludir a la realidad: "Para mí el sentido del hecho escénico solo cobra dimensión cuando está ligado específicamente a lo real. En la actualidad cada vez más se interroga el arte sobre lo real y abre toda una serie de fisuras y caminos de tal manera que lo real irrumpe, cuestiona, relativiza o pone en crisis todos estos aparatos de artificio que son el teatro, la ficción, los sistemas de producción, porque, parece ser, que la realidad está volviéndose más urgente que antes, más imperativa que antes.
"Por lo menos ante la mirada de un gran sector de la población que ya no encuentra en el entretenimiento una manera de transformar su realidad. Yo pienso que el artista no puede desdeñar eso, no puede mirar para otro lado y hacer como que no pasa nada. En este caso podíamos haber hecho un texto sobre el suicidio en Noruega, de un autor europeo, y tocar tangencialmente el asunto. Pero si el asunto y los materiales están ahí, ¿por qué no tomarlos?", indaga el director.
En la obra, el espacio aturde al espectador desde el principio. La desesperación, el confinamiento, mediático (14 pantallas nos observan desde las alturas) y la saturación (el ruido y la imagen) son el encuadre desde el cual la actriz Ariadne Medina presentará acciones o aludirá a imágenes inspiradas en el quebranto, antesala del suicidio. Al fondo, una gran mesa es un personaje que construye la acción, la filma y luego la reproduce. El confinamiento lleva a la enajenación. El suicidio se presenta como una solución operada desde el adoctrinamiento mediático.
El texto es duro y veloz. El problema es que a los chilangos nos pega más como artificio que como referente concreto. En Yucatán la obra es un éxito. En México la gente no sabe cuándo aplaudir.
En cada escena algún aspecto del suicidio es puesto en tela de juicio. Se cuestiona la validez de nuestras creencias religiosas, de nuestras certezas respecto a eso que llamamos salud mental. También, mediante la metáfora del descenso a lo más oscuro de nosotros mismos, se evocan experiencias vitales: ya sea en la superficie, o en el interior de un cenote, la experimentación actoral abre la posibilidad de abatir mitos y formular preguntas a propósito de aquello que Albert Camus consideraba el único problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
El texto es duro y veloz. El problema es que a los chilangos nos pega más como artificio que como referente concreto. En Yucatán la obra es un éxito. En México la gente no sabe cuándo aplaudir.
En cada escena algún aspecto del suicidio es puesto en tela de juicio. Se cuestiona la validez de nuestras creencias religiosas, de nuestras certezas respecto a eso que llamamos salud mental. También, mediante la metáfora del descenso a lo más oscuro de nosotros mismos, se evocan experiencias vitales: ya sea en la superficie, o en el interior de un cenote, la experimentación actoral abre la posibilidad de abatir mitos y formular preguntas a propósito de aquello que Albert Camus consideraba el único problema filosófico verdaderamente serio: el suicidio.
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