Es día de muertos y estamos en el Festival Cervantino, ¿qué mejor para este día, entre callejones, litros de cerveza, luces y mucho arte, que ver una obra de teatro que adapta la obra Bajo el volcán, del novelista inglés Malcolm Lowry? Uno de eso escritores que se ha asomado con mayor profundidad que los propios mexicanos a los abismos de la muerte y de la inmundicia que se respiran de este lado del planeta, personaje que encontró en el alcohol y en las cantinas la belleza por antonomasia.
Dice Geoffrey Firmin (Rafael Sánchez Navarro), personaje principal de la obra: "¿Qué belleza puede compararse a la de una cantina en las primeras horas de la mañana?”, y esta frase condensa el estado y la atmósfera de la novela y de su adaptación al teatro titulada Por el gusto de morir, del dramaturgo David Hevia, que es un descenso plano a los infiernos imaginados por Lowry, en su estancia en México a mediados de los 30.
La anécdota cuenta el último día de vida de un ex Cónsul inglés, Goffrey Firmin, que es recordado por dos borrachines en la famosa cantina La Selva, en Cuernavaca, la noche de muertos de 1939, una cantina custodiada por los gigantes de la mitología azteca, el Popo y el Izta y en cuyo interior existe (en la obra de Lowry) un pasadizo al inframundo, donde los tiempos convergen en un ruido que sabe a muerte, acceso que no se traduce de manera clara en la puesta en escena.
La obra de Lowry es una resignificación de la figura mítica del descenso al Hades o a los infiernos pero la adaptación pone el acento en el tono apesadumbrado y desesperanzador del relato, y parecería opta por moralizar la resolución amoral sobre el dilema del libre albedrío que defiende Goffrey: ¿si un individuo desea "entregar" su vida al alcohol se le debe "rescatar"? ¿Si un indio está muriendo, vale la pena que un extranjero arriesgue su vida para "salvarlo" en tierra de hombres celosos?
Estos dilemas nutren la vida del ex Cónsul avencidado en México en los años 30, un inglés que encuentra su liberación y su perdición en el alcohol, sobre todo en el rango que va del tequila al mezcal, un hombre que extraña a su mujer, Ivonne, pero que cuando la tiene de frente es incapaz de mostrarle empatía, un hombre plano que sin embargo cae vertiginosamente, y que al final muere no por su afición al alcohol sino por su condición de invasor. Lo que parece resultado del destino (muere por borracho) es más bien la traición del deseo (como un proyectil interceptado por la muerte, la vida le juega una trampa).
La obra cuenta con buenas actuaciones aunque, por momentos, la euforia rebasa las exigencias de las escenas. La poca conexión que logra con el público es prueba de ello: el espectador reacciona muy poco ante los parcos gags que se le ofrecen y por momentos siente que escucha la voz poética de Lowry pero no ve que sus personajes cobren vida, esa vida que a pesar de la ficción hace de los personajes seres reales, de carne y hueso, con nombre y apellido. En este caso, la fidelidad a la prosa limita la contundencia de la imagen.
Lowry nos ahoga a cada frase como si nosotros fuéramos los ebrios. Hevia nos duerme y nos distancia de la anécdota. Sin embargo, la palabra vive y transita en unas voces que junto con los cuerpos que las dicen se intercalan perfectamente por la precisión y el rigor del trabajo escénico para los cuales, eso si, Hevia se pinta solo.
La obra se presentará por corta temporada en la Ciudad de México, en el teatro El Galeón, del Centro Cultural del Bosque.
Por el gusto de morir.
Del 19 de noviembre al 12 de diciembre.
Jueves y viernes 20 hrs.
Sábados 19 hrs y domingos 18 hrs.
$ 150
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