"Yo no tengo un blog ni he hecho mi página de Internet, me formé escribiendo en una máquina de escribir de las viejitas”,
platica Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967), ganador del V Premio Tusquets Editores de Novela que se falló en noviembre del 2009, por la obra Oscura monótona sangre, y de quien podríamos advertir pertenece a una “generación perdida” entre los escritores canónicos y los nuevos escritores que ya son mediatenientes tecnológicos.
Con un libro de Cristina Rivera Garza en las manos, el escritor menciona que los escritores latinoamericanos de su época perdieron el vínculo que tenían sus predecesores en los 60, y son éstos los que aún “son leídos en toda la región y que todavía siguen llegando, por ejemplo a Argentina”, dice.
Por ello, ante la poca proyección que tienen los de su generación y por los parámetros de venta con la que el oligopolio de editoriales conforma sus catálogos, “ganar un premio te ‘coloca' y ésa es su importancia”,
comenta Sergio Olguín, aunque acepta que “no siempre es así, ya que hay muchos escritores que no han ganado premios y son muy reconocidos”.
Pero como las editoriales grandes no van a hacer nada al respecto, la tarea de volver a vincular a los escritores de la región pertenece a los nuevos, quienes “a partir de los blogs realizan ya ese intercambio.
Hay toda una generación que encontrará en Internet el lugar natural de donde van a surgir los escritores de los próximos años”.
Un desafío
Su principal motivo para concursar con esta novela, la cual escribió en tan solo dos meses, fue ponerse a prueba, “fue un desafío porque era poner en discusión mi obra: una cosa es que la lea tu editor en Argentina y la apruebe y le ponga una fecha, y la otra es que o decida un jurado, y me presenté con la ilusión de ganar pero a la vez con la sensación de que no iba a ganarlo porque siempre habrá otras novelas que son mejores”, dice.
El Premio Tusquets es un premio de conocida exigencia, en 2008 fue declarado desierto. A juicio de Olguín, esta ocasión fue aún más porque el cargo de presidente del Jurado quedó en manos del catalán Juan Marsé, “un rebelde que no tiene problemas a la hora de criticar incluso a los ganadores”. El jurado estuvo conformado además por Almudena Grandes, Jorge Edwards, Beatriz de Moura y Élmer Mendoza.
Me guardé el secreto
El autor argentino cuenta que el momento en que se le comunicó que era el ganador “fue muy emotivo, muy íntimo porque recibí la noticia por teléfono y eso no es como en los Oscares. Yo estaba en mi casa, solo, y justo cuando colgué el teléfono entró mi mujer a la habitación, la miré emocionado y ella se puso muy feliz.
El premio se anunciaría el día martes en la FIL de Guadalajara y ya era viernes: “No podía decirle a nadie, entonces me tuve que contener esos cuatro días sin decírselo a nadie”, dice.
“Y fíjate lo complicado, pide atención Olguín, yo soy editor de cultura del diario Crítica de Argentina, tuve que pedir los días laborales para ir a Guadalajara, obvio no les dije la razón, y en la redacción se enteraron por las agencias. Al regresar me insultaron en colores. Me dijeron, ‘por lo menos hubieras dejado una foto’. Y yo contesté ‘pero ¿con que excusa iba yo a dejar una foto?, van a decir que estoy loco, que soy un narcisista”, dice el editor quien agrega que fue muy importante “el recibimiento de la noticia en los medios argentinos: sentí cierta solidaridad con mis colegas periodistas”.
Óscura monótona sangre,
novela sobre una relación inconfesable
En menos de 200 páginas, la escritura directa de Olguín nos narra en Oscura monótona sangre la relación “inconfesable” de un oscuro empresario argentino, Julio Andrada, con una prostituta de 15 años, Daiana, en una Argentina corrupta, cínica e indolente de finales del siglo XX.
Su obsesión lo conduce a un torbellino en el que el homicidio, el control, la doble moral y la retirada del vigor son los múltiples reversos de una cara enlodada incapaz de reconocerse, la de Andrada.
Una novela que se lee de una sentada y que lo mantendrá atento con un final, rápido y por ello sorprendente. Lo más importante de esta novela a mi parecer es la inmediatez de la historia, cómo se basta a si misma y como a partir de trazos invade nuestra mente con una historia verosímil contada formidablemente.
No es una gran novela. No tenía que serlo. ¿O sí?
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