"El destino de los poetas es errar por tierras ajenas"
“Todos somos un poco errantes. El ser humano siempre está en un viaje a otras edades, a otras certezas. Uno es un errante de uno mismo. Uno va vagando pero también va dejando cosas. Somos errantes de nosotros mismos en el viaje que es la vida”, dice Cristina Falcón, desde Granada, a propósito de la publicación de su más reciente libro de poemas Memoria Errante (Candaya, 2008), una entrañable confesión poética sobre el exilio.
“Un poco la necesidad de escribir el libro ha sido esa: contar el viaje del que se va. En mi caso, el recuerdo de la tierra que fue mía, el viaje que se convirtió en exilio, porque salí de Venezuela para estudiar en Italia. Nunca volví. Hoy vivo en Granada”.
“Un poco la palabra lo salva a uno. Yo pienso que uno escribe para asirse a esa tabla de salvación y pensar que la vida ha tenido sentido”. Por ello, Falcón cuenta el viaje a partir de la memoria de una vida que siempre ha sido errante pero que no puede confesar haber sido completamente errática.
“La memoria siempre es errante porque la llevamos a cuestas: es un equipaje imprescindible, un recurso que tenemos para calmarnos, para encontrar un poco de sosiego o volver a lugares a los cuales ya no podemos volver, a edades, circunstancias o momentos que nos hacen falta para revivirlos.”
Todo viaje de largo aliento inicia siendo ingenuo, alimentado por ilusiones. “No presientes que 20 años después sigas viviendo en el mismo lugar. Y al final, como son ilusiones, en eso se quedan: no encuentras lo que buscas”.
No obstante, Falcón piensa que “el momento en que perdemos la capacidad de ilusionarnos se nos ha muerto algo por dentro. Siento que a mí este viaje me ha dado mucho, no sería quien soy si no fuera por este viaje prolongado, doloroso, lleno de ilusiones que terminan en decepciones pero también en ilusiones que se confirman”.
“Uno va encontrando gente, se va llenado de afectos que finalmente habrá que dejarlos. Pero cuando los reencuentras sientes esa gran riqueza.”
“Mis hijos tienen vocablos nuestros, el tono de hablar de uno, una riqueza que da la raíz de la lengua. En ese sentido creo que mis hijos han tenido suerte. Ellos sienten que aquella también es tierra de ellos. Les he hecho hincapié en que tienen la suerte de tener varios amores, de contar con distintas tierras. ¿Sufren? Sí: el desprendimiento, las despedidas y lo que ellos notan que le afecta a sus padres.
“Tengo una imagen muy clara de mi hijo pequeño cuando me despedía de mi familia en alguno de mis regresos: él agarraba mis piernas mirándome sin entender. Y esa es una imagen que a mí me llamó a decir: ‘vamos a controlarnos un poquito porque estoy alargando hacia otro ese dolor que yo siento’.”
“Pero claro que ellos sienten la pertenencia a esas otras tierras. Por ejemplo, mi hijo mayor, que ya tiene 17 años llega a amenaza y dice: ‘si no van ustedes a Venezuela, me voy yo solo’. Entonces, mis hijos sí llevan esa nostalgia. Pero mi esposo y yo intentamos que no sea tan pesada. Pero la sienten porque son conscientes de que pertenecen y son producto de otros espacios: Mi marido es uruguayo. Mi hijo mayor nació en Italia y el otro en España”.
Memoria errante ha sido muy bien recibido en España y Venezuela. Próximamente se publicará en México junto con Órbita, de Miguel Serrano y Las salvajes muchachas del partido, de Lázaro Covadlo, también bajo el sello Candaya.
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