La actual crisis económica propicia la proliferación de políticas editoriales regidas casi exclusivamente por criterios de rentabilidad inmediata: publicación o reedición de autores y libros “garantía” o la creciente apuesta por ediciones de bolsillo.
Estas y otras condiciones se convierten en dificultades a las que deben enfrentarse las editoriales y los escritores, sobre todo en los países latinoamericanos, en donde las condiciones culturales y socioeconómicas han propiciado que escribir sea una actividad no redituable y poco valorada.
Por eso, el escritor mexicano Ignacio Padilla ha comentado que “es un milagro que haya tantos escritores en países donde no se lee”. Pero “están siendo leídos y valorados en otras latitudes.”
Ejemplo de ello es la editorial española Candaya, cuyos responsables y creadores, Francisco Robles y Olga Martínez, han visto que “la literatura hispanoamericana está viviendo uno de los momentos de mayor vitalidad y creatividad de su historia”, y por ello buscan “ofrecer un espacio editorial a autores, especialmente hispanoamericanos, que consideramos de gran valor, a los nuevos y a los injustamente olvidados”, luchando “contra esos maleficios perversos y malintencionados que condenan al ostracismo a muchos escritores latinoamericanos.”
Y lo hacen con la misma vocación con la que Don Quijote y Sancho se dirigen al reino fantástico de Candaya para acabar con los hechizos diabólicos del gigante Malambruno.
“Paco y Olga tienen una mirada romántica sobre la literatura que desarma a cualquiera”, ha dicho el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán: “Son profesores de colegio y vendieron una casa para cumplir su sueño de editores. Candaya publica pocos libros y se arriesga con autores desconocidos en el mercado español.”
Cristina Falcón, Memoria errante
Uno de esos escritores es la venezolana Cristina Falcón, quien con motivo de la reciente publicación de su libro de poemas, Memoria errante, nos ha comentado desde Granada: “veo que aquí hay una creciente interés por la literatura latinoamericana. Me contaba un amigo que tiene una biblioteca pública que todo lo latinoamericano tiene una capacidad de convocatoria muy importante.”
“Además, esta misma errancia que hubo de aquí para allá y que luego regresó en una parte, nos vincula. Es la semilla de un nexo que no se rompe.”
“Un poco la necesidad de escribir este libro ha sido esa: contar el viaje del que se va”. Por ello, el libro está divido en cinco partes: 1. Hubo que irse; 2. Deriva; 3.Regresos; 4. Fronteras, y 5. Destinos.
“Este viaje y las ilusiones que lo alimentaron me han dado mucho. No sería quien soy.” “Creo que si perdemos la ilusión se nos muere algo por dentro.”
Para que eso no ocurra tenemos la memoria, “el equipaje imprescindible, un recurso para volver a lugares, edades, circunstancias o momentos a los cuales ya no podemos volver”.
Memoria errante ha sido muy bien recibido en España y Venezuela y próximamente se publicará en México junto con Órbita, de Miguel Serrano y Las salvajes muchachas del partido, de Lázaro Covadlo, también bajo el sello Candaya.
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