El macho ante el miedo
Llegar al “examen final” sentado en el macho, adolorido, pero sentado en el macho, es lo que ocurre con Gonzalo de Aguirre, personaje principal de la más reciente novela del escritor chileno Manuel S. Garrido, El último deseo (Planeta, $199).
Llegar al “examen final” sentado en el macho, adolorido, pero sentado en el macho, es lo que ocurre con Gonzalo de Aguirre, personaje principal de la más reciente novela del escritor chileno Manuel S. Garrido, El último deseo (Planeta, $199).
Gonzalo de Aguirre es “la encarnación de los hombres que pasan los 60 años, la encarnación del hombre que se ve de pronto sorprendido por el proceso del envejecimiento, sin estar seguro de si llegó a vivir plenamente o si amó realmente. Simplemente no lo sabe”.
De Aguirre es un hombre que, ufano de su inteligencia y sagacidad seductora, vive mirándose el ombligo, valorándose a partir del parámetro del macho: su miembro viril. Hasta que un buen día, un “goteo” inesperado, su rostro viejo y cansado y la celulitis de Lola, su esposa, lo sorprenden a la mitad de la noche y en ese momento el temor se apodera de él, el temor del final, vulnerándolo al grado de que buscará sujetarse de la primera válvula de escape que encuentre en su camino: Laura Zatur, una de sus alumas en la Facultad, bella e inteligente, que no rebasa los 30 años y que se enamora de él.
“Esta novela plantea el tema de la violencia de género, al hacer referencia a la frustración del hombre, de la figura masculina ante sus propias inseguridades, que luego descargan una mirada como un arponazo sobre la mujer que envejece, es capaz de darla de baja.”
“Así, la mujer resulta víctima de estas inseguridades del macho viejo, un macho inseguro. No es casual que las mujeres sufran la violencia de la violación por parte de sus seres más cercanos. Habría qué preguntarse por qué.”
Gonzalo de Aguirre ejerce esta violencia de la mirada principalmente contra su esposa, Lola Belmonte, al andar tan a ciegas “con sus obsesiones en la cabeza, en su alma, en su corazón, que no se da cuenta de que al ir en pos una satisfacción inmediata está perdiendo acaso lo que tiene más valor en su vida, y al ir tras ese último deseo, una muchacha que pasó y se le cruzó casi en el otoño de su vida, pierde la oportunidad de lo que puede ser la última chance, la última vez, de estar con una mujer que ha sido fundamental en su vida y no lo ve.”
Por su parte, “Lola es un personaje muy generoso y compasivo. Y logra sentirse feliz y plena al no causarle un dolor a su marido prefiriendo ponerse en su lugar. Algo que Gonzalo de Aguirre no hace nunca”.
El sólo desea, nunca cede. “Los seres humanos somos, particularmente el género masculino, máquinas deseantes, lo dijo Gilles Deleuze. No sólo deseamos en el sentido sexual: deseamos reconocimiento, prestigio, cosas” para sanar una insatisfacción interior.
Entonces, “el último deseo de Gonzalo de Aguirre es algo así como la última tentación. Cuando llega el momento final, el momento de la vejez y la posibilidad de la muerte, los seres humanos nos encontramos frente al deseo y al miedo al mismo tiempo porque ha llegado la hora del examen final”, ese momento en el que invariablemente nos encontraremos dialogando frente al interlocutor cruel que llevamos dentro como decía Canetti.
“Hasta que no llegas a ese punto, uno vive en una especie de ceguera” comenta el catedrático de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Y en ese momento, puede que te des cuenta de que “tuviste todo el tiempo para aprender y no aprendiste. Quisieras una nueva oportunidad y esa oportunidad no existe. Lo único que te queda ante ese vacío es la memoria. Y vives de alguna manera a través de ella pero es como un volver a vivir que ya no tiene remedio.”
“La memoria es lo último que te queda porque no puedes vivir de nuevo, no hay una vida primero como ensayo o borrador para luego vivirla bien y en limpio, eso no existe, y eso” tal vez lo entiendes cuando llegas al final.
Cuando eres joven puede que te hagas exámenes parciales, aunque “la mayoría de la gente llega al examen final sin haberse dado esa oportunidad: simplemente andamos a ciegas”.