Un monumento a la vida
El viaje del elefante (Alfaguara, $199), la nueva novela de José Saramago, es un homenaje a la vida en diversas dimensiones; desde el título mismo porque es un homenaje a la vida entendida como viaje.
La novela relata los hechos a partir de un "obsequio" dell rey Juan III de Portugal a su primo, el archiduque Maximiliano de Austria; dicho obsequio es, ni más ni menos, un elefante que será trasladado de Lisboa a Viena, atravesando la mitad de Europa e incluso los Alpes suizos. El viaje nos regalara pasajes que apelarán a nuestra imaginación para crear los escenarios o las costumbres de la época, desconocidas para nosotros; seremos testigos del mito creado alrededor de Salomón, de quien se diriía hacía milagros; sentiremos temor ante los peligros que atravesará pero también gozaremos conocerlo, y seremos presas de la incredulidad frente a la humidad, sencillez y lealtad escondidas en este singular elefante, metáfora y símbolo de la vida y la memoria.
Porque se dice que los elefantes tienen muy buena memoria, y esta es el primer estadio en que podemos reconocernos a nosotros mismos, el primer registro de que existimos, la primera estación de un camino de regreso, de auto recopilación de nuestros actos, para que a partir de ellos tratemos de entender quienes somos; aunque “eso” a que lleguemos nos dure menos que un suspiro.
Se trata, pues, de un homenaje a partir de la memoria y del lenguaje, un homenaje monumental como el paquidermo Solimán (Salomón): un homenaje que se materializa como libro, una novela escrita con honestidad, sensatez y claridad sólo accesibles a quien ya ha visto muchas cosas, con pasión literaria y apelando a la compasión como discurso que delimita los impulsos escriturales y como la más grande enseñanza que podemos difundir mientras vivamos:
“El respeto por lo sentimientos ajenos es la mejor condición para una próspera y feliz vida de relaciones y afectos. Es la diferencia entre un categórico Levántate y un dubitativo, Y si te levantaras”,
dice el autor en las páginas de esta alegre novela.
Es un homenaje al instante; un relato del pasado contado desde el presente para proyectarse fuera del tiempo, con la intención de hacer brotar una sonrisa en el lector, una sonrisa que sea síntoma de lo espontáneo, el momento sin tiempo.
Un homenaje que se autolimita y se autorregula. No va más allá de sus posibilidades. No intenta cambiar el mundo, ni siquiera una vida. No intenta ser un testamento. Pero se enfrenta con humildad al abismo indescifrable de la vida al desnudo, para encontrar su camino, el camino de todos, el único y absoluto: la vida y su destino: la muerte.
Además de ser un homenaje es una metáfora que desgarra porque la escribe un hombre que estuvo a punto de moriri y que hubo de aceptar con humildad y respeto lo inevitable. "Aprendí algo: no vale la pena discutir con la muerte. Simplemente se acepta”, dijo Saramago hace unos días. Se acepta, porque es el fin de una travesía hecha de sorpresas que revelan cuan ridículos somos los humanos por creer que tenemos o por desear tener, el control.
“Siempre acabamos llegando a donde nos esperan”, dice la contraportada del libro. Ciertamente una espera fuera del tiempo, una espera que se abraza en el instante y que tal vez, quien sabe, sepa a felicidad...
El mundo en 2009
Para José Saramago, el mundo en la actualidad es una especie de laberinto, México es uno de ellos porque simplemente “a México no lo entiendo, con una cultura extraordinaria pero en donde todo está contaminado por la corrupción”, dijo en videoconferencia desde la Biblioteca de la Fundación José Saramago en Lanzarote, en las Islas Canarias.
“El narcotráfico todo lo condiciona, pues incluso está dentro del propio Estado mexicano. Y, mientras no arranquen esa planta venenosa no sé qué podrán hacer", dijo.
También se dijo sorprendido porque en México no exista una protesta social. “No entiendo cómo no hay un movimiento de indignación popular exigiendo justicia", expresó.
Por otra parte, calificó la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca como una "revolución que no tiene marcha atrás", aunque advirtió que en el mundo hoy no hay esperanza porque si bien se trata de una revolución, Obama “es un hombre cercado por tiburones, no es ningún mesías”.