Echadas las campanas al vuelo, dio inicio este martes en el Museo de la Ciudad, la 9a Muestra de la Joven Dramaturgia con la puesta en escena del drama Fuera de Límites original de Alejandro Román, obra ganadora del Premio Manuel Herrera 2010, la cual no contó con un estreno afortunado.
De acuerdo con el perfil de la Muestra se antojaba que en esta primera puesta se presentara un espectáculo mucho más arriesgado. Pero esto no ocurrió debido al poco tiempo que se tuvo para ensayar un texto que se nutre del poder de la poesía (difícil de memorizar), más el hecho de que la producción tuvo que hacer piruetas para realizar un montaje con un margo presupuesto de 20,000 pesos, y que se cometieron diversas fallas técnicas como la proyección de un video que parecía más una ocurrencia que un detalle lógico en el entramado del montaje.
La obra Fuera de límites se presentó desbordada: sin unidad ni precisión. Si bien la obra parte de fragmentos para ofrecer turnos a una tercia de voces pertenecientes a mujeres de mediana edad vejadas o asesinadas (encarnadas en las actrices Niyura Delgada, Karla Blanco y Mariana Hartasánchez), quienes narran desde un sitio y tiempo indeterminado sus propios pesares, no aterriza en una propuesta o en un argumento redondo. La dirección de Román García queda a deber.
Quizá lo más interesante de la propuesta dramática de Alejandro Román: la narración hipermediatizada (que en el texto se desborda en capas como lo hacen las ventanas en nuestra computadora) vive por su ausencia en el escenario. Quizá es culpa del director pero quizá el texto carece de claridad y la intención del director no aterriza.
La escenografía es una especie de tapiz: un cuadro dividido que presenta rendijas y que atraviesan las actrices sin un orden aparente. Al frente de este mismo cuadro se ubicó, quizá, el elemento simbólico más redondo de esta propuesta: una especie de archiveros metálicos, de las cuales se pueden advertir algunas lecturas: esos archiveros fríos como las planchas metálicas que reciben a los muertos anónimos son a un mismo tiempo una metáfora del olvido de los cuerpos y también del olvido de los expedientes de tantas personas cuyos crímenes han quedado sin resolver en un país como el nuestro donde manda la impunidad.
Si unos de los grandes dones y objetivos de esta Joven Muestra son acompañar a una obra desde su gestación hasta su resolución escénica y, por otro lado, ofrecer la posibilidad de encuentro entre los creadores, los realizadores y el público, el efecto ha dado resultado porque la obra se montó y fue comentada. Pero la calidad, abre hacia el futuro otra asignatura: ser más exigentes y puntuales con los contenidos, las propuestas y sus traducciones en escena.
La Muestra apenas comienza y tiene la oportunidad de enderezar el camino en las lecturas dramatizadas programadas. En el papel suenan muy interesantes. Esperamos que así sea.
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