Cohen, desde adentro
El libro de Alberto Manzano atrapa milagros del cantautor
"Ya no queda nada, ninguna civilización, ningún arte. Tengo la sensación de que el mundo ya ha sido destruido, que es sólo la sombra de algo... y que ya no hay nada a lo que agarrarse", le decía una noche cálida de 1988 el poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen al español Alberto Manzano.
Ellos platicaban en el bar de un hotel de Lleida (España) en 1988, y hablaron de Lorca, el poeta favorito de Cohen, y de Poeta en Nueva York y de Barcelona y París, ciudad donde en aquel tiempo vivía el poeta. Y hablaron de la vida y de la música y, cómo no, de las mujeres: "con ellas se aprende todo, no hay nada más poderoso que ellas", le recordaría hace unos pocos años.
Esa postal de 1988 es descrita por el traductor Manzano (quien ha sido el traductor de la obra del Cohen al español durante más de 30 años, en los que ha establecido una sólida relación de amistad con el poeta) en el libro Palabras, poemas y recuerdos de Leonard Cohen (Alfabia), un librito de 72 páginas que se disfruta como una corta canción de Cohen, como una frase poética de este vate recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.
Un libro, además, que se disfruta como la buena compañía de una mujer enigmática con quien se comparte el vino o las sábanas, que se disfruta como un agradable licor en una terraza desde donde puede observarse el coqueteo de una ciudad tilitante.
El Premio viene a darle parte de razón a aquellos que han sostenido desde hace tiempo que artistas como Leonard Cohen, más conocido por su música, o Woody Allen, reconocido cineasta, merecen un premio importante en el mundo de las Letras. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció la trayectoria literaria de Cohen, por encima de una terna en la que se encontraban el británico Ian Mc Ewan y la también canadiense Alice Munro.
Ahora bien, el libro de esta pujante, coqueta y sólida editorial es un contundente guiño al lector. El autor abre el libro con una presentación y una entrevista muy personal, íntima y por tanto rica que le concedió el poeta en 2007; luego comparte algunas fotografías personales de momentos puntuales en su relación laboral y de amistad, y analiza desde la palabra, es decir no hay teorías pero si hay versiones, el proceso de construcción de tres piezas (canciones/poemas): "Chelsea Hotel" (que escribió en 1970 en honor a Janis Joplin, ), "Fire" (poema que escribió Cohen en 1966 y que tiempo después convertiría en canción el realizador cinematográfico Lewis Furey) y "Alexandra Leaving" (canción incluida en su disco Ten New Songs, de 2001).
Este es el esquema del libro pero lo sustancial está en la poiesis. Es decir, este libro es el registro de la experimentación creativa y, por tanto, no requiere de una lectura lineal ni rigurosa, no es un estudio a partir del cual se analiza y disecciona la estética del poeta. Es un libro poderoso porque deja libres los instantes en los cuales la escritura o la palabra se convierten en milagro, es decir: cuando de la nada emerge una canción, o cuando ante una pregunta surge una imagen o una metáfora que lo resume todo.
En estas breves páginas se filtra la moral de un hombre que es un valiente, un hombre que no se ha detenido ante nada y que ha vencido a todas las censuras. Un hombre que ha sido borracho, drogadicto y mujeriego. Un hombre que ha escrito poesía y canciones. Un hombre que se retiró seis años a un monasterio zen. Un hombre de pocas pero contundentes palabras. Un hombre que es visto desde la perspectiva más noble, más aguda y más próxima a un retrato real: la del amigo.
Un hombre que no se apega a su imagen y que, no obstante, curiosamente cada mañana dibuja un autorretrato: "es mi manera de empezar el día, una estrategia para despertar", dice. Dibujar una imagen para capturar un instante. Para alguien que seguro encuentra mucho sentido en esa palabra: despertar, mirar el autorreflejo, la versión de uno mismo, elaborada de una manera artística para despertar, es como quien busca atrapar una estrella fugaz con las manos para poder entender que la luz hay que soltarla. Primero hay que ver, luego respirar y finalmente soltar. Poiesis pura. Creación que surge de la atención y de dejarse ir.
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