"Seguimos sin ver y sin saber nada": Flavio González Mello
Edip, en Colofón, una de las obras más interesantes de la CNT
Para Flavio González Mello no hay verdades absolutas. Los grandes universales hay que ponerlos en duda al mismo tiempo que no hay que olvidar las cosas importantes, las más sencillas, las más inmediatas: dónde estoy, qué día es hoy, quién es esa persona, qué dije. Propone jugar con los mitos clásicos, y divertirnos haciéndolo porque, además, nos encanta: "la vuelta de Ulises a Ítaca está en todas las road-movies".
Flavio tomó el mito de Edipo para divertirse. Y reconoce que la actualidad y vigencia de este mito se ubica en que a pesar de tanto conocimiento y sentido de planeación, para el hombre moderno el futuro jamás ha estado en sus manos.
"En realidad somos tan pequeños que no podemos controlar nuestro destino. No es cierto que tú eres arquitecto de tu propio destino. El ser humano cree que sabe muchas cosas pero en realidad siempre acaba equivocándose", dice el destacado dramaturgo mexicano, Flavio González Mello, quien, clavado en los temas de la multiplicidad de la identidad, se hacía preguntas y finalmente halló una respuesta en una de las obras de autor más interesantes y complejas que se han creado en México en los últimos años: Edip en Colofón, que actualmente se presenta en breve temporada en el Teatro Julio Castillo, en Chapultepec.
¿Somos lo que recordamos o bien somos un personaje que hemos construido caprichosa y arbitrariamente por vía de algunos recuerdos?, se preguntaba hace seis años cuando comenzó la redacción de esta obra. Y esa pregunta la llevó González Mello todavía más lejos: ¿si nos quitan eso (esa ficción o criba de la identidad) entonces qué somos?, ¿si te quitan ese pasado y la idea de que ya no vienes de un lugar sino de otro, qué queda de ti? No halló una respuesta sino muchos discursos vertidos en esta obra de teatro.
Edip en Colofón retoma el mito griego de Edipo (su destino es asaltar a sus raíces: mata a su padre y copula con su madre) y lo lleva al extremo (construyendo simultáneamente una crítica a los géneros teatrales) al condenar a Edipo a vivir en un presente continuo, pues no puede recordar el infortunio que ha padecido en el pasado.
La obra no es una continuación del mito sino una actualización de sus metáforas en un nivel simbólico y abstracto. Por eso Flavio González decide que la acción dramática ocurra en un manicomio: un lugar de repetición y sin tiempo. La ambigüedad, la duda y la ironía son las materias primordiales de las cuales se ayuda el dramaturgo para tejer una tragedia cómica que anula el tiempo y provoca el extrañamiento radical del espectador, pues la obra entra en sintonía con los tiempos que corren: se vive sin futuro, en un presente continuo donde todo es nuevo. Lo novedoso: el valor neurálgico y axial para la seducción que tiñe la totalidad de nuestra cultura.
Darle vueltas al presente
González Mello se fijó en los padecimientos mentales del lóbulo frontal y los desarrolló en el personaje Edip: "Edip elimina el tiempo. El está encerrado, porque si avanza lo que sigue es tremendo y si retrocede lo que encontrará es tremendo. Y entonces lo que hace es detenerse y darle vueltas al presente. Y esa es un poco la idea: ¿qué pasa si te evades del tiempo y vives siempre dándole vueltas al presente, si decidieras olvidar? Nunca queda claro si Edip está condenado por un problema de salud mental o si hay una dosis de voluntad en sus acciones", comenta el dramaturgo.
Esa ambigüedad es uno de los juegos más interesantes, juego que retoma de manera formidable el director de la puesta, Mario Espinosa. La ambigüedad es, asimismo, uno de los contenidos más profundos e irónicos de esta propuesta teatral que se encuentra, a su vez, anclada en otro mito: el eterno retorno.
"El mito de Edipo es la paradoja perfecta: es un callejón sin salida, es un absurdo. No se puede resolver pero es un círculo perfecto: a ti te dicen que tienes un destino: si vas hacia adelante lo cumples, si huyes a él llegas al mismo punto. Es casi una figura de geometría narrativa perfecta y muy rara. Y es una historia además que nos sigue tocando", añade Flavio, quien no se mete con academicismos ni propone lecturas cerradas.
El dramaturgo añadió que la obra intenta ofrecer al público una variedad de emociones. Es una tragedia cuyos enredos la llevan hacia la comicidad pero también se vuelve un melodramón como una telenovela que provoca un sentimiento mixto en el espectador: entre el espanto y el absurdo. Un drama fundamental para mirarnos desde la locura y la ceguera.
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