Entre la belleza y la virtud
La editorial Sexto piso sigue apostando por las grandes puestas en escena... al menos en la imaginación del lector. Ahora se arriesga con Fiorenza ($200) de Thomas Mann.
Un sacerdote que habla en lo alto del púlpito apelando a la fascinación y fervor religioso y un rey anacrónico que se sostiene en el poder gracias a su carisma, son los tipos de personajes que Thomas Mann representa en el Prior de San Marcos, Girolamo Savonarola y Lorenzo de Médici, el Magnífico, en su obra de teatro Fiorenza, situada en la Florencia renacentista del siglo XV.
Fiorenza (Sexto piso, $200) es una interesante puesta en escena sobre el tema del poder y sus repercusiones en la personalidad del poderoso, incapaz de conocer su sociedad, alejado a tal punto de la realidad que sus ambiciones, sus prejuicios y traumas, conforman verdades a partir de las cuales busca conducir a su pueblo, sea a través de la belleza (Lorenzo) o de la virtud (Savonarola), categorías que Mann propondrá ineludiblemente interrelacionadas.
Fiore, esposa de Lorenzo que en su juventud despreció a Savonarola conduciéndolo a una aguda frustración que muy probablemente lo lleva a tomar los hábitos, es la mujer que encarna al mismo tiempo la belleza y la impiedad, el esplendor y de la decadencia de la ciudad, y será, precisamente por esta ambivalencia, quien detonará la disputa por el poder entre Lorenzo y Savonarola. Como siempre, una mujer desencadena los infortunios y las empresas humanas.
Fiorenza se nutre de oralidad y no de la introspección característica en la literatura de inicios del siglo XX ni de la narrativa ágil de peripecia tras peripecia, más bien está compuesta por la creación de bellos y concienzudos parlamentos, y además cuenta con una precisa y detalla descripción de los escenarios, por lo que la pluma de Mann refulge con toda su intensidad.
Se trata de una obra excepcional que hará converger en el lector la fascinación poética, la reflexión filosófica y la entretención emotiva llevándolo de las carcajadas a la aversión, un don que, sin importar el género en que se desarrolle, manifiesta la esencia de todo aquel que es verdaderamente un escritor.
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