Bef, sobre Hielo negro, Premio Grijalbo de Novela 2011

lunes, 20 de junio de 2011

"Me aterra el presente y el futuro"
Bef presenta Hielo negro, novela policiaca a la cyberpunk

El nombre de Bef cada día gana más eco en el mundo de las letras nacionales. Poco a poco este joven y talentoso "monero" se ha abierto camino en el mundo de la literatura. "Hace 15 años una novela como la mía jamás hubiera ganado un Premio en una editorial grande como Grijalbo", dice sobre Hielo negro, su más reciente novela, la cual se hizo acreedora al Premio Grijalbo de Novela 2011.

Pero Bef, esas siglas que no son más que una abreviación cómoda, libre, hasta obvia del nombre Bernardo Fernández, se ha convertido en una especie de marca. Próximamente lo veremos en un cómic editado por Sexto Piso el cual comparte créditos con Juan Villoro. Pero si de marcas se trata hay una que le sienta perfecto: Nexus 6. El día de nuestra entrevista viste una playera verde con la leyenda "Nexus 6" en el pecho, leyenda que alude directamente al modelo más avanzado de replicante en la película Blade Runner, de Ridley Scott basada en la novela de culto de Philip K. Dick.
La Ciencia Ficción es una de sus pasiones.

Por eso en Hielo negro podemos encontrar una historia de alquimistas (en busca de la droga perfecta), una novela policiaca (el crimen es el tema central de la novela) y una novela cyberpunk.

"Yo veo aterrado una transición hacia la simularidad:
la conexión permanente del individuo con los sistemas digitales, en la que cada vez habrá una brecha más grande, no solo entre ricos y pobres, sino entre conectados y no conectados.

Y con estos conectados, lo que se está operando, no solo a través de lo digital sino de lo biotecnológico, es acercarnos a una situación de división entre humanos, transhumanos y posthumanos.

Estamos en el umbral del apogeo de la biotecnología que, además, marcara diferencias sociales importantes", alerta Bef.

Una voz de alarma que no hizo eco

"La literatura y, en concreto, la Ciencia Ficción, ha reflexionado desde hace más de 150 años sobre esto: desde Frankenstein, en 1818, se ha reflexionado sobre cuáles serán las condiciones de lo posthumano. Frankestein es el primer replicante, el primer androide, en el sentido más amplio, que apareció en la literatura. El se emparenta, al reclamarle al Doctor la soledad y exigirle una compañera, con Roy Baty queriendo más tiempo de vida. Hay una conexión directa entre ellos que, además, se ramifica como un fractal", opina el maestro de diseño en la Universidad Iberoamericana.

La pregunta obvia, una vez que pensamos en que estos temas, esta descomposición o modificación de lo humano se anunciaba desde hace más de un siglo, es y por qué no se hizo nada. Respuestas académicas y filosóficas hay para aventar pa' arriba. Bef es más terrenal: "porque somos muy brutos". Pero también es un hombre de referencias: "Cumplimos cabalmente con el Mito de Sísifo".

Ante el desaliento nos queda la sonrisa, la mueca. Dice Bef: "Creo que la ironía y el humor son herramientas muy buenas para sobrellevar el sinsentido de la vida humana".

Sobre los alcances de la literatura es mesurado: "Escribir es un acto eminentemente reflexivo y también es un acto profundamente gozoso y lúdico: te puedes divertir. Yo creo que a veces peca de solemne la literatura mexicana. Por un lado es reflexión pero también es entretenimiento inteligente: entretenimiento en el mejor de los sentidos. Quizá es algo que no sirve para nada concreto, como la música, y sin embargo no podemos vivir sin ella. En última instancia la literatura sirve para reflexionar sobre la complejidad de la existencia humana", añade Bef.

Ya no se puede caminar tranquilo por las calles

Recuperando el tema de su novela, Bef no quiso hacer una denuncia ni una narco novela, simplemente como el narcotráfico es la actividad criminal preponderante del momento, el contexto emergió de manera natural:

"Yo hice un ejercicio imaginativo, una novela de aventuras enraizadas muy profundamente en la realidad nacional en un momento de gran inestabilidad y violencia. Hoy no puedes caminar tranquilo por las calles porque te sientes amenazado permanentemente por una entidad, además, abstracta. Yo salgo de mi casa poniendo triple cerrojo porque existe la posibilidad de que alguien llegue y la vacíe. El DF no tiene esta violencia que hoy azota a lugares que antes eran tranquilos pero de todas formas no estás exento de ello", opina.

"La cultura del narco es un fenómeno que trasciende lo literario. Mientras la gente siga leyendo narconovelas serán pertinentes. Yo quise cambiar de foco: no hay hombres de hebillas grandes que escuchan música norteña". Hay dos mujeres que se enfrentan y una historia por encontrar la droga perfecta. Hay imaginación y honestidad en lo narrado.

Pedazos de Apocalipsis

jueves, 16 de junio de 2011

A siete fragmentos del Apocalipsis
Una obra de teatro cargada de furia y desencanto

Siete fragmentos antes del fin. Siete textos independientes unidos por el desencanto. Siete piezas dramáticas que mantienen una misma estética aunque fueron trazados por seis directores distintos. En siete días se creó el mundo y en siete fragmentos se anuncia su derrumbe. Pero el anuncio existe y esa es una ventaja: el anuncio es como la conciencia o como un fantasma que ha recorrido los tiempos. El anuncio es una alerta: no hay más certeza que el derrumbe, el acabamiento, el polvo, el dolor y la desaparición. ¿Qué hacer?

Respuestas puede haber muchas: acelerar la destrucción del planeta, ser indiferente, ser responsable, hacerse rico, matar gente, suicidarse, amar a los tuyos, tener un hijo, plantar un árbol. La respuesta que Martín López Brie obtuvo fue hacer teatro y escribió siete fragmentos que unidos conforman una obra teatral que es un lamento y una despedida: Pedazos del Apocalipsis.

Un lamento porque las lágrimas son la materia de estos textos, lágrimas por el mundo, lágrimas por el ser, lágrimas de auto conmiseración. Lágrimas que son el rellano de la autodestrucción inconsciente en la cual los seres humanos existen desde hace siglos, porque la vida humana, con sus bondades y todo, sigue una pendiente de banalidad acelerada, sobre todo, en las últimas décadas, pendientes que, no obstante, es casi casi inherente al humano: una pendiente de ignorancia que el inauguró desde el momento en que fue fascinado (y encantado, es decir, engañado) por la idea de querer comprender el mundo y de necesitar controlarlo para ponerlo a sus pies. Gran falacia.

Las siete obras cortas de López Brie no son panquecillos. Son un potaje condimentado con la abyección más mordaz e insana que hacen imposible mantener una conciencia obediente y recta. Los pedazos son los siguientes: 1. Génesis 9-11: dos ángeles le hablan a los últimos muertos; 2. Las Plagas: los demonios y su peste; 3. Serenata de Maximiliano y Clementina: dos imbéciles después del fin del mundo; 4. Famosas últimas palabras: las frases de los desahuciados; 5. El día de los tomates: un perro filósofo y una cabeza empalada; 6. La singularidad: dos astronautas se precipitan en su nave espacial rumbo a un agujero negro; 7. Revelación 9-11: un coro de ángeles se acerca al único sobreviviente luego de la destrucción. Le dicen cuál será su nueva misión: ir más allá de su propia humanidad.

Esta obra invita a la reflexión y, al mismo tiempo, entretiene. Es una obra que rasca una comezón que no sentimos pero que hemos cargado desde siempre: la comezón de la importancia personal, la comezón de la mentira y el engaño, la comezón de la estupidez.

La obra cuenta con las actuaciones formidables de Eduardo Castañeda y Jorge Núñez, quienes son acompañados de un modo serio por Madeleine Sierra y Sofía Beatriz López. La escenografái de Emiliano Ortega va de lo futurista a lo cruento. Con pocos recursos se logran atmósferas interesantes y los muebles son modulares: de acuerdo con el acomodo que tengan en la escena o fragmento estos significan cosas distintas. Un acierto.

Los directores de los fragmentos son Alberto Domínguez, Silvia Ortega, Gabriela Ochoa, Aarón Hernández, JLB y Martín López Brie. La producción contó a cargo de Teatro de Quimeras. Si le interesan las propuestas interesantes y distintas, esta es una alternativa que tiene que ver. Terminan temporada dentro de dos semanas.

Pedazos de Apocalipsis
Teatro La Capilla (Madrid 13, Coyoacán)
Boletos: $150 y $100 con descuentos.
V 20 hrs S 19 hrs.

Verde Shangai, de Cristina Rivera Garza

lunes, 13 de junio de 2011

"Usar el lenguaje digital es un acto político y contemporáneo"
Cristina Rivera Garza presenta novela Verde Shangai

Foto: Araceli López / El Economista

Tomarle el pulso al tiempo desde el lenguaje. Entender la escritura como un trabajo mediado; por lo tanto: histórico y político. Son tareas que hacen toda la diferencia si se trata de hablar de un escritor con propuesta y otro que simplemente escribe.

Cristina Rivera Garza es una de las escritoras mexicanas más vitales, serias y fundamentales con las que hoy cuenta nuestra literatura. Ella, que constantemente juega con el lenguaje y experimenta con sus medios de difusión, creación y despliegue, apunta una asignatura ineludible para un escritor del momento:

"Uno de los grandes retos que tenemos es escribir contemporáneamente, lo cual no significa escribir a la moda. Sino que hay que articular, subvertir y relacionarnos dinámicamente con el lenguaje de nuestro presente. Creo que esto es una de las cosas más difíciles: reconocer cuáles son los lenguajes y las mediaciones que te determinan", sentencia la escritora quien actualmente promueve el libro Verde Shangai (Tusquets, 2011) que es tanto un experimento literario, una reescritura de su obra, un relato que se desprende y desdobla desde la intimidad y una novela radicalmente original.
"Siempre he creído que la escritura es mediada. Nunca he creído que ocurre en mi cabeza como producto de inspiraciones varias. Siempre he pensado que es un trabajo físico con el lenguaje, que siempre hacemos con algo: un lápiz, un papel, una máquina de escribir, una computadora. Es un ejercicio mediado, luego entonces, histórico, luego entonces, político", y si es político tiene repercusión en el presente.

¿Cuál es nuestro presente?, se pregunta Cristina. Y ella misma se responde: "la revolución cultural y tecnológica fundamental: la revolución digital. Ese es nuestro presente".

Rivera Garza comenta que siempre ha tenido mucha curiosidad por las herramientas de su oficio. A ello se deben sus constantes exploraciones teóricas sobre la influencia de las redes sociales en la escritura, las posibilidades que abre. Se entiende también por qué ha abierto un taller junto con la editorial Tusquets para que los escritores se apropien de secciones enteras de la novela, tachando o reciclando fragmentos. Y se entiende por qué en su blog "No hay tal lugar", se ha dado a la tarea de reescribir la epigonal novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

Un libro contemporáneo en su esqueleto

"En Verde Shangai no hay personajes que usan Twitter o Facebook, porque no es a ese nivel al que me interesa incidir. Sin embargo, en su estructura, este libro no podría ser sin la experiencia que he tenido como escritora de blog, de Twitter, como persona que está buena parte del día frente a su computadora: frente a varias ventanas simultáneas que se entrecruzan en una relación zigzagueante y de yuxtaposición. En esa influencia estructural en la novela hay contemporaneidad", dice Rivera Garza sobre su propuesta estética.

En la estructura de su novela, también retoma el modelo de cajas chinas, rupturista y que reconduce la discusión sobre las verdades, la realidad y los conceptos cerrados:

"Dentro del libro hay una historia que contiene una historia que contiene una historia. La moraleja es que no hay una historia original: toda historia contiene otra historia. Y también hay muchas cosas con respecto a mis otros libros que están reapropiadas, redichas, ojalá que reencantadas", menciona.

Verde Shangai cuenta la historia de dos mujeres que en realidad parecen ser solo una: Marina, una joven mujer, casada, quien luego de sufrir un ligero accidente automovilístico se siente descolocada y ausente de si misma, su identidad comienza a vaciarse o a confundirse con la de otra mujer, Xian, más joven, soltera, más libre, que es como un eco o una aparición o un reflejo de ella misma. Marina comienza a transitar de manera descontrolada entre el pasado y el futuro y el vórtice que abre o empalma estas dimensiones temporales se ubica justamente en un café de chinos del famoso barrio mexicano; dicho café se llama Verde Shangai, una especie de Aleph borgiano.

Xian, asimismo, es un personaje que ha perseguido a su creadora desde hace más de una década, pues la primera vez que apareció ya brincaba de cuento en cuento en el libro de relatos La guerra no importa, que publicó Cristina en 1987. "Es una invocación", comenta al respecto la autora.

"Este es un libro que tiene que ver con la memoria escrita", dice Cristina Rivera Garza. Ella se detiene por un instante: una frase viene a su mente, la escuchó de un escritor: 'En realidad nosotros no recordamos, lo que hacemos es reescribir'. Ella concuerda con dicha frase porque en ella encuentra toda una veta de análisis para puntualizar la importancia de la escritura, la necesidad de su oficio: "la memoria es algo que tiene que pasar por la mediación de la escritura. Fuera de la escritura no hay memoria", puntualiza. Lo graves es que sin memoria no hay historia y que sin memoria tampoco hay identidad y sin identidad no hay cultura. La propuesta narrativa de Rivera Garza es grave. Al grado en que es preciso saber leerla entre líneas.

El lector como sujeto

"Existe libros que todavía están con el formato del siglo XIX de la gran novela que parece que no está siendo escrita, que los personajes parecen de carne y hueso. Y yo creo que el diálogo más actual acerca de los libros se ha alejado de ese tipo de registros, hay una función mucho más evidente, mucho más generativa de la lectura y del lector como un sujeto y la lectura como una función de artificio en la creación del libro. Por ejemplo, en este libro donde se está invocando al pasando, hay pasajes que son guiños de que esta es una persona leyendo un texto y lo que se está comunicando es también una experiencia de lectura, que es una experiencia humana.

"Cuando hablo de historia estoy hablando de escritura, y si hablo de escritura estoy hablando de algo artificial, que es humano, y de eso se trata: aquí no estás viviendo, aquí estás leyendo un libro. Qué idea más radical: tienes un libro entre las manos y el libro te está diciendo que estás leyendo un libro", dice la autora.

Si fuéramos arqueólogos de nuestra propia vida qué excavaríamos, dónde empezamos y qué hacemos con lo que encontramos. Si eres un detective o un forense, qué evidencias utilizas y una vez encontradas cómo las reacomodas. Si tomamos en cuenta que la vida es compleja, que somos más que uno, que nuestras identidades son relacionales, solemos cambiar dependiendo de con quién y en dónde estamos, y si eso fuera una ruina o un sitio cómo le hacemos para encontrar el sitio y una vez encontrado tratar de definir qué es lo importante, qué deja huella y qué no, qué es una huella.

"La migración me ha marcado en aspectos personales y creativos. Siempre me parece que la visión del migrante le añade un tinte de extrañeza a realidades que de otra manera parecen naturales, inamovibles o simplemente obvias. La incorporación de este barrio chino tiene que ver con la posibilidad de producir extrañeza y un punto de vista otro, justamente la visión del otro que en México es el más exotizado: el más lejano: el chino. Por algo decimos 'está en chino', y no decimos 'está en finlandés', aunque sería igual de complicado. Porque el chino es nuestra referencia a lo más lejano".




La inauguración, de Václav Havel

jueves, 9 de junio de 2011

Contra la TV
La inauguración, de Václav Havel

El montaje de la obra de teatro La inauguración, texto original de quien después de haber sido disidente político se convirtiera en el primer presidente de la actual República Checa, Václav Havel, apunta la principal crítica que se puede hacer a la sociedad contemporánea de la globalización reinante: la pérdida de modelos de profundidad a partir de los cuales se construía el ciudadano moderno; es decir: el asesinato del pensamiento a manos del confinamiento mediático a que se somete a las masas desde los televisores.
Con una puesta en escena arriesgada que inmiscuye al espectador desde que entra al foro(mientras el público toma asiento, Hernán Mendoza calienta la voz; Nailea Norvind realiza imposibles posturas a manera de calentamiento; un grupo de técnicos afina detalles en lo largo y ancho del foro) el director David Psalmon retoma la visión crítica de Havel para proponer un juego interesante al espectador: lo mete en un set donde sucede algo parecido a una telenovela, un set que es la casa de una familia "modelo", y en donde se nos cuenta la historia de un matrimonio, Michael (Mendoza) y Vera (Norvind), quienes reciben la visita de un amigo que a juicio de los anfitriones pasa por una "situación" que los preocupa.

Desde luego Ferdinand (Sergio Ramos), el amigo, desconoce a qué situación se refieren cada vez que la pareja intenta persuadirlo para que reaccione y emule las actitudes que ellos tienen como matrimonio, pues para ellos la forma en la que viven: con una decoración basada en incomprensibles y abstractas y hasta ridículas obras de arte, un estilo sofisticado; Michael es un hombre fornido, con clase y garbo; Vera es una mujer sensual y refinada; como pareja no han perdido la espontaneidad y el erotismo: practican el sexo como salvajes; Vera cocina platillos exquisitos; ambos se han compaginado a tal grado que a nivel discursivo hablan con las mismas frases, las mismas palabras, el mismo tono y ritmo.

Es preciso decir que los actores están fenomenales. La escenografía de Aura Gómez Arreola es fuerte y figurativa, y el video-arte preparado por Daniel Ruiz Primo Martínez es un gran acierto a nivel temático, estructural y visual

Dos elementos de la escenografía tienen una carga simbólica poderosa en donde puede ubicarse el sentido profundo de la puesta: una silla para un condenado y una pared repleta de televisores. Lo demás es fachada. Pero en esa silla, donde sientan a Ferdinand y se atreven a entrometerse en su vida como censores del buen gusto, y esa pared con pantallas desde donde se ha modelado a esa pareja entrañan la metáfora de una sociedad sin cabeza, sin ideas, sin reflexión, en la que a aquellos individuos que se atrevan a poner en duda los convencionalismos son condenados al silencio, a la locura o a la muerte.

Ha escrito el connotado filósofo español Eduardo Subirats la siguiente serie de ideas en uno de sus libros más importantes, Culturas virtuales: "pantallas nos informan, pantallas nos ponen en contacto con el mundo; pantallas nos vigilan, pantallas formulan nuestros deseos". En un momento histórico en el cual parece que la vida es construida como un espectáculo a gran escala y la realidad puede reducirse y reproducirse como un simple efecto de pantalla, La inauguración se constituye como una propuesta con mucho sentido y filo crítico para voltear a mirarnos desde la televisión que hoy tenemos por cabeza.

Daniela Schmidt, en La piedra de la paciencia

miércoles, 8 de junio de 2011

"Se aproxima un boom teatral en México": Daniela Schmidt
Culmina temporada La piedra de la paciencia
Una de las obras teatrales más profundas y envolventes de las que actualmente se encuentra en cartelera es la adaptación hecha por el actor y director Daniel Giménez Cacho, de la novela La piedra de la paciencia, con la cual el escritor Atiq Rajimi ganó el prestigioso Premio Goncourt en 2008. Esta obra teatral, protagonizada de forma contundente por la singular, talentosa e inteligente actriz Daniela Schmidt, es una de las más arriesgadas propuestas teatrales y el próximo 19 de junio finaliza una temporada que comenzó con el pasado fmx-Festival de México.

A pesar de su juventud, Schmidt es una actriz de trayectoria y con gran presencia en el escenario. Tiene experiencia en Europa y en Estados Unidos. Hace dos años se mudó a Nueva York, donde pudo ver de cerca el funcionamiento de esa gran maquinaria teatral que es Broadway. Lectora comprometida, estudiosa de su oficio e intérprete entregada, Schmidt, con quien pudimos conversar en un cafecito de la colonia Condesa, mientras recuerda sus actuaciones, mientras retrae en la memoria esos instantes que en el escenario se convierten en arte, sonríe y mira con entusiasmo el futuro:

"A partir de este año y, sobre todo, en el que viene va a arrancar un boom del teatro en México que va a estar muy interesante", afirma la actriz, quien confirma sus dichos en los recientes montajes de obras comerciales de gran calidad como Cock, Casi, un pueblo, El coleccionista, Juegos siniestros, algunas de ellas han convertido a sus autores en Premios Pulitzer.

Una diferencia ineludible: el público

El optimismo de Daniela se expande a las propuestas independientes, donde la actriz encuentra una gran calidad en todos los niveles: actores, técnicos, dramaturgos, directores. Y donde, para ella, teatro El Milagro tiene un lugar imprescindible y revitalizador. "El Milagro es un gran proyecto que le da cabida a montajes diferentes", expresa.

"Hay muchísimo talento en México que no hay que desaprovechar mucho menos siendo mexicanos. Después de haber vivido en Nueva York, creo que las propuestas de teatro de autor aquí en México son riquísimas. La diferencia en Nueva York es que allá se consume teatro a pesar de que las obras off-Broadway cuestan alrededor de $700. Es caro pero se mantiene. Lo que no sucede aquí porque, obvio, hablamos de realidades muy diferentes", dice la actriz.

Cuando ella habla, sin duda está pensando en la importancia de proyectos como La Capilla, El Milagro o de diversos colectivos independientes como Vaca Teatro, Teatro Legeste, Búho Grande Teatro, por mencionar solo a algunos, cuyos proyectos gozan de gran calidad pero tienen que remar contracorriente, en primer lugar porque es difícil conseguir público.

Daniela valora este tipo de iniciativas porque ella también tiene algunos proyectos personales en puerta: un espectáculo de cabaret y un espectáculo que honre a Chavela Vargas, "a quien adoro y admiro profudamente", dice.

Mucha paciencia

Picar piedra es la fórmula con la que se defiende el tiempo invertido en los proyectos, y en la formación y conformación del profesional. Cuando Daniela llevaba apenas un mes en Nueva York, recibió un mail de Daniel Giménez cacho, quien se presentó con ella y le mencionaba que quería enviarle la novela de Rajimi porque tenía pensado adaptarla en una obra de teatro en la que pensaba ofrecerle el protagónico. Daniela, encantada, recibió la novela, la leyó ("me enamoré de ella", afirma) y le dijo que sí. Esto fue en 2009. Giménez Cacho le comentó que el proyecto lo tenía pensado montar dentro de dos años, en el primer semestre de 2011.

Entonces, cada tres meses intercambiaban impresiones. Hasta que en diciembre de 2010, el director la contactó de nuevo para decirle que ya estaban listos y que comenzaban a ensayar el 23 de enero. Ella estaba en Los Ángeles trabajando en un proyecto de Univisión e hizo las gestiones necesarias para volver a México. Llegó aquí el domingo 22 de enero y, al día siguiente, a las 10 de la mañana ya estaba en su primera lectura. Durante ocho semanas trabajaron de lunes a domingo 8 horas diarias.

"Fue muy intenso pero muy nutrido", indica. "Fue un proyecto en el que, de repente, se juntaron todos los motivos por los que uno quiere hacer una obra de teatro", añade. Además, trabajando con Giménez Cacho se ha sentido con mayor libertad para buscar muchos motivos, o intercambiarlos. "Como actriz siento la libertad de poder buscar otras maneras de expresar esa misma cosa, entonces se vuelve una experiencia muy rica", dice.

Esta obra que trata sobre una mujer que por vez primera tiene la oportunidad de expresarse en un mundo que la ha condenado al silencio, afirma la actriz: "me ha hecho darme cuenta de lo ignorante que soy sobre la vida de personas que viven en otra cultura y de cómo hacemos juicios a priori de cosas que no conocemos. Y eso está muy mal y trae mucha desgracia a la vida".

"Al principio, en los ensayos leía el texto y apretaba los dientes, ¡cómo puede ser posible esto!, me decía. Y Daniel me contestaba: sí ok, pero no puedes juzgar. 'Pero está difícil', yo le seguía diciendo. Nos metimos a leer muchos documentales y ver muchas fotos y películas para tratar en entrar con muchísima empatía y con un cambio de pensamiento en el personaje", comenta Schmidt.

El proceso para levantar esta obra como actriz ha sido difícil. Los resultados están a la vista. El acierto del director en la obra y en la actriz es contundente. Es una pieza digna de ser vista. Quedan pocas funciones. No se la pierda.

Palabras, poemas y recuerdos de Leonard Cohen (Alfabia)

lunes, 6 de junio de 2011

Cohen, desde adentro
El libro de Alberto Manzano atrapa milagros del cantautor

"Ya no queda nada, ninguna civilización, ningún arte. Tengo la sensación de que el mundo ya ha sido destruido, que es sólo la sombra de algo... y que ya no hay nada a lo que agarrarse", le decía una noche cálida de 1988 el poeta y cantautor canadiense Leonard Cohen al español Alberto Manzano.

Ellos platicaban en el bar de un hotel de Lleida (España) en 1988, y hablaron de Lorca, el poeta favorito de Cohen, y de Poeta en Nueva York y de Barcelona y París, ciudad donde en aquel tiempo vivía el poeta. Y hablaron de la vida y de la música y, cómo no, de las mujeres: "con ellas se aprende todo, no hay nada más poderoso que ellas", le recordaría hace unos pocos años.

Esa postal de 1988 es descrita por el traductor Manzano (quien ha sido el traductor de la obra del Cohen al español durante más de 30 años, en los que ha establecido una sólida relación de amistad con el poeta) en el libro Palabras, poemas y recuerdos de Leonard Cohen (Alfabia), un librito de 72 páginas que se disfruta como una corta canción de Cohen, como una frase poética de este vate recientemente galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Un libro, además, que se disfruta como la buena compañía de una mujer enigmática con quien se comparte el vino o las sábanas, que se disfruta como un agradable licor en una terraza desde donde puede observarse el coqueteo de una ciudad tilitante.

El Premio viene a darle parte de razón a aquellos que han sostenido desde hace tiempo que artistas como Leonard Cohen, más conocido por su música, o Woody Allen, reconocido cineasta, merecen un premio importante en el mundo de las Letras. El jurado del Premio Príncipe de Asturias reconoció la trayectoria literaria de Cohen, por encima de una terna en la que se encontraban el británico Ian Mc Ewan y la también canadiense Alice Munro.

Ahora bien, el libro de esta pujante, coqueta y sólida editorial es un contundente guiño al lector. El autor abre el libro con una presentación y una entrevista muy personal, íntima y por tanto rica que le concedió el poeta en 2007; luego comparte algunas fotografías personales de momentos puntuales en su relación laboral y de amistad, y analiza desde la palabra, es decir no hay teorías pero si hay versiones, el proceso de construcción de tres piezas (canciones/poemas): "Chelsea Hotel" (que escribió en 1970 en honor a Janis Joplin, ), "Fire" (poema que escribió Cohen en 1966 y que tiempo después convertiría en canción el realizador cinematográfico Lewis Furey) y "Alexandra Leaving" (canción incluida en su disco Ten New Songs, de 2001).

Este es el esquema del libro pero lo sustancial está en la poiesis. Es decir, este libro es el registro de la experimentación creativa y, por tanto, no requiere de una lectura lineal ni rigurosa, no es un estudio a partir del cual se analiza y disecciona la estética del poeta. Es un libro poderoso porque deja libres los instantes en los cuales la escritura o la palabra se convierten en milagro, es decir: cuando de la nada emerge una canción, o cuando ante una pregunta surge una imagen o una metáfora que lo resume todo.

En estas breves páginas se filtra la moral de un hombre que es un valiente, un hombre que no se ha detenido ante nada y que ha vencido a todas las censuras. Un hombre que ha sido borracho, drogadicto y mujeriego. Un hombre que ha escrito poesía y canciones. Un hombre que se retiró seis años a un monasterio zen. Un hombre de pocas pero contundentes palabras. Un hombre que es visto desde la perspectiva más noble, más aguda y más próxima a un retrato real: la del amigo.

Un hombre que no se apega a su imagen y que, no obstante, curiosamente cada mañana dibuja un autorretrato: "es mi manera de empezar el día, una estrategia para despertar", dice. Dibujar una imagen para capturar un instante. Para alguien que seguro encuentra mucho sentido en esa palabra: despertar, mirar el autorreflejo, la versión de uno mismo, elaborada de una manera artística para despertar, es como quien busca atrapar una estrella fugaz con las manos para poder entender que la luz hay que soltarla. Primero hay que ver, luego respirar y finalmente soltar. Poiesis pura. Creación que surge de la atención y de dejarse ir.

La casa limpia, de Sarah Ruhl

jueves, 2 de junio de 2011

¡Relucientemente sucia!


El amor no es algo limpio: es sucio. En torno de esta idea gira la nueva puesta en escena de Azteca Teatro, La casa limpia, una comedia con una pizca de acidez que a nivel actoral y dramático es sencillamente brillante. Verónica Langer y Flor Edwarda Gurrola hacen una dupla muy atinada que lleva el ritmo de la obra con tierna ingenuidad y un humor sin límites.

La obra comienza con Flor Edwarda, en el papel de Matilde, contando un chiste en portugués. Lo más irónico es que, a menos que usted sea carioca, sin entender una sola palabra lo que cuenta la actriz hace que usted muera de risa. Matilde es una joven brasileña que lo único que sabe hacer es contar chistes y ha salido de su país para buscar un sitio en el cual encontrar de nuevo sentido a su vida. Ella quedó a la deriva después de que sus padres, las personas que más amaba, fallecieron.

Los amaba tanto porque además eran las personas más chistosas de todo Brasil. Y fíjese bien en el detalle: Tan chistosas que el papá de Matilde mató con un chiste a su esposa: ella se murió de un ataque de risa. Luego él se murió de tristeza. Se vale un ¡plop! a la Condorito.

Curiosamente en el chiste, Matilde tiene una ventana vital porque a partir del chiste ella juega con el doble sentido, malea la viscosidad del lenguaje y dota de profundidad a la vida. Ella tiene, además, un propósito: crear el chiste perfecto. O sea: ser como Dios, porque solo un chiste perfecto puede dar mucha vida y espontaneidad a partir de la risa y también puede conducir a la muerte perfecta: con una sonrisa y sin dolor.

Matilde tiene una limitación para lograr su chiste perfecto: es contratada por una familia para hacer la limpieza del hogar y no tiene el tiempo ni la inspiración para pensar en el chiste perfecto. Matilde no tiene ningún talento para la limpieza, a ella le choca limpiar porque se pone triste. Pero la dueña de la casa, Lane (Ciocchetti), tiene una hermana: Virginia (Langer), quien está obsesionada por la limpieza y cuando descubre la poca eficiencia de Matilde le propone un trato: yo hago la limpieza y tú haz como si nada.

De aquí se desata una obra en la que se cruzan las historias de Virginia, una solitaria ama de casa cuyo esposo es apenas una presencia figurante; Lane, una exitosa médica con un matrimonio fracturado y en pleno derrumbe a pesar de que ella lo ignora; su esposo, Carlos (Fernando Ciangherotti), quien introduce la nota disonante al confesarle a Lane que ya no la ama y que ahora está enamorado, sorpresiva e incontrolablemente, de Ana (Martha Aura) una mujer con cáncer terminal.

La agudeza, el poder irónico, la intensidad verbal y el ingenio de Sara Ruhl se filtra en cada uno de sus personajes. La obra, aparentemente ligera, es de una profundidad luminosa y se convierte en una obra artística de primera, muy sutil y muy lúcida. No es casualidad que gracias a ella la joven dramaturga haya obtenido el Premio Pulitzer 2005.

En su versión mexicana, la obra cuenta con un preciso trazo escénico dirigido por Debbie Saivetz, y con un elenco en el que nadie desentona. La iluminación es amable y la escenografía clara, directa.

Sin decir nada serio, la obra alcanza un fondo humano sorprendente, pues invita a reflexionar que justo en los momentos en los que se comparten sonrisas es como se cuenta la densidad de la vida; que aceptar la muerte con alegría es en sí la culminación de una obra perfecta, y que lo valioso del amor y de la vida se encuentra más allá de categorías agotadas como lo bueno o lo malo, como lo limpio o lo perfecto. Lo más cercano a la perfección es un instante, y los instantes, en la memoria, suelen ser borrosos, sucios, aún así: brillantes.

La puesta es una iniciativa de las actrices Ana Ciocchetti y Verónica Langer.

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