Entrevista a Amparo Dávila

jueves, 8 de diciembre de 2011

Recibió homenaje en Bellas Artes

Junto a Josefina Vicens e Inés Arredondo, Amparo Dávila es una de las escritoras mexicanas más importantes del siglo XX. Nacida el mismo año que el Ché Guevara (1928), en Pinos, Zacatecas, Dávila recibió este domingo un homenaje organizado por Conaculta, en el marco del ciclo Protagonistas de la Literatura Mexicana. Unos días antes, desde la comodidad de su hogar, la escritora nos atendió vía telefónica y nos dijo estar muy agradecida y emocionada por el reconocimiento que se le haría el día 11 de diciembre y, al contrario de muchos escritores que viven ansiando un reconocimiento, doña Amparo nos dijo: "Me produce mucha emoción que me hagan algo que yo no tengo contemplado. Es inesperado", como nuestra llamada al teléfono que la agarró de sorpresa.

Del otro lado de la línea, doña Amparo parece un poco confundida, casi no alcanza a escuchar y, continuamente deja que pasen algunos segundos antes de responder una pregunta. Han pasado los años pero no se han acabo los sueños: "A mí me gusta mucho vivir, la vida me gusta mucho, entonces siempre espero que el mañana sea mejor que el día de hoy, por ejemplo, que haya mejor temperatura porque ha hecho muchísimo frío", se queja la escritora.

Doña Amparo nos cuenta que todos los días lee el periódico pero sobre todo lee literatura -¿qué otra cosa?- Luego, detrás de la línea telefónica, el silencio. Parece ser que Amparo Dávila observa una mesita donde reposan los libros que lee ahora, siempre varias cosas a la vez -dice-: El último juglar, memorias de Juan José Arreola, una biografía de Enriqueta Ochoa y un libro de cuentos de León Guillermo Gutiérrez, son sus lecturas del momento.

En un país con tantos problemas como el nuestro, ¿qué importancia tienen hoy en día la poesía y la literatura?
"No en este momento. La poesía, la literatura es necesaria, necesarísima, para todo ser humano, siempre, siempre, porque es una forma de enriquecerse y de brindar también a los demás algo de uno mismo. Sería un retraso tremendo que México dejara de poner atención a las letras, sería retraso cultural tremendo, muy lamentable. Aquellos que no leen están muy mal informados porque leer abre las puertas del conocimiento. Además la persona que lee, aparte de ilustrarse, nunca está solo, tener un libro es tener un amigo", comenta con voz pausada la escritora mexicana.

Sin embargo su juicio sobre nuestro país es optimista: "Yo de política no entiendo mucho pero sin embargo pienso que México en este momento está brindando oportunidades que antes no había. Oportunidades de estudio y de conocimientos".

Pese a que uno podría pensar lo contrario, los días de la escritora siempre son diferentes, siempre hace algo distinto, no le gusta seguir rutinas. Se ocupa en las cosas de su casa en lo que puede, y cuando no, se ocupa de leer; de escribir no, por el momento, y quién sabe cuándo sí. No lee nada de escritores jóvenes: "prefiero re leer algo de lo que me ha llamado mucho la atención". Sin embargo sí les da un consejo, uno solo: "que lean constantemente".

Recientemente se ha publicado la Poesía reunida de la escritora, un par de años después de que se publicaran también sus Cuentos reunidos. Por lo tanto, ahora su obra ya no solo puede ser localizada en las bibliotecas de la UNAM o en librerías de viejo, sino en las novedades editoriales de las librerías. El primer libro publicado por la autora data de 1950, un poemario de título fértil: Salmos bajo la luna, luego, en 1954, se publicaron Meditación a la orilla del sueño y Perfil de soledades. Su obra narrativa incluye Tiempo destrozado de 1959, Música concreta de 1964, y Árboles petrificados de 1977, obra con la que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia ese mismo año. De 1966 a 1967 fue becaria del Centro Mexicano de Escritores. La autora recuerda con gozo aquellos años y las amistades que durante ese tiempo forjó:

"Son recuerdos de la literatura, donde todo para mi tiene un gran sentido. Recuerdo mucho a los amigos que estuvieron cerca de mi y que con sus consejos me ayudaron mucho. Fui becaria del Centro Mexicano de Escritores y entre mis compañeros estuvo Salvador Elizondo, Julieta Campos, los dos ya están muertos. Otro gran amigo es José Agustín, a quien le mando un abrazo por haber ganado el Premio Nacional de Ciencias y Artes". Doña Amparo se disculpa por hacerle repetir a este reportero una y otra vez las preguntas. Ella se despide amablemente y cuelga. Las palabras las prefiere escribir.

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