Más sutil que el espejo, de Alberto Villarreal

martes, 12 de julio de 2011

Una sutil "presentación" dramática
Da inicio de recindencia de Alberto Villarreal en El Milagro

El dramaturgo y director de teatro, Alberto Villarreal es uno de los jóvenes artistas de la escena que entienden la necesidad de reflexionar sobre los problemas teatrales que afectan a dicho arte en nuestro país y, sobre todo, de convertir esas reflexiones en experiencia, es decir: en presentación y no solo en representación. Por eso a partir del miércoles pasado dio inicio en el Teatro El Milagro un periodo de residencia artística del dramaturgo con el estreno de la obra Más sutil que el espejo, de la que es autor y directo.

Textos que se componen de imágenes, imágenes que se manifiestan como poesía, sonido y ruido que se produce como manifestación emotiva, figuras simbólicas y metáforas de escena. Todos estos recursos son tomados por el joven dramaturgo para saturar con referentes audiovisuales y con la palabra como calzador de la memoria, una obra de teatro que nos mira de un modo tan o más sutil que el espejo.

Más sutil que el espejo presenta a cuatro personajes. Ellos en un principio portan máscaras de monstruitos y exploran el mundo de la infancia y del tacto. Luego, en una taquicardia escénica que se sirve de la parodia y el ridículo los personajes bailan alocadamente o componen coreografías a lo Michael Jackson. Es ahí cuando la obra cae en el centro: un cuento que un padre dice a su hijo en medio de una conversación familiar, una mañana. A partir de ese recuerdo vienen las preguntas y las interpretaciones, los puntos de vista, las miradas. Finalmente, la criba y la manifestación de las potencialidades de existencia.

El pasado jamás es asible, siempre es una versión o un lado b de nuestro presente. El hijo no puede recordar el cuento, así que reconstruye desde diversos puntos de vista o desde diversas perspectivas, aquella mañana. La anécdota alcanza nivel de metáfora escénica: pone de manifiesto los alcances y la importancia de la dirección y de la presencia artística. Es decir, con un simple cambio de planos (esta escena central se repite pero los actores dan un giro de 180 grados con respecto a su ubicación espacial) el espectador entiende la importancia del montaje y la trascendencia de la trama coreográfica que es dirigir a los actores. Pero también se juega con los símbolos del espacio. Uno de los fundamentales: atravesar la cuarta pared.
La obra es asimismo un alegato, sutil, contra las convenciones, contra el malestar radical de la condición humana, y en ese sentido se preocupa constantemente, no por los vivos ni por los niños, sino por los no nacidos: tantos y tantos por venir a este mundo en el que lo único seguro que les ofrece es dolor. La asunción de la culpa, a nivel temático, es la propuesta más interesante de esta obra de teatro. La asunción que proyecta asumirla.

Esta joven compañía (Teatro y más arte escénico S.C.), que nace a partir de este montaje pero que ya tiene un par de años elaborando contenidos web, elabora con pocos recursos una obra que roza el escándalo (podrá gustarle o no, eso es cuestión de enfoques) pero los actores Paulina Sánchez, Astrid Romo, Yara Guerrero y Luis Villalobos, jóvenes egresados de la Licenciatura de Actuación de La Casa del Teatro, ponen por delante el compromiso con la acción dramática. Y eso se agradece.

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