Verde Shangai, de Cristina Rivera Garza

lunes, 13 de junio de 2011

"Usar el lenguaje digital es un acto político y contemporáneo"
Cristina Rivera Garza presenta novela Verde Shangai

Foto: Araceli López / El Economista

Tomarle el pulso al tiempo desde el lenguaje. Entender la escritura como un trabajo mediado; por lo tanto: histórico y político. Son tareas que hacen toda la diferencia si se trata de hablar de un escritor con propuesta y otro que simplemente escribe.

Cristina Rivera Garza es una de las escritoras mexicanas más vitales, serias y fundamentales con las que hoy cuenta nuestra literatura. Ella, que constantemente juega con el lenguaje y experimenta con sus medios de difusión, creación y despliegue, apunta una asignatura ineludible para un escritor del momento:

"Uno de los grandes retos que tenemos es escribir contemporáneamente, lo cual no significa escribir a la moda. Sino que hay que articular, subvertir y relacionarnos dinámicamente con el lenguaje de nuestro presente. Creo que esto es una de las cosas más difíciles: reconocer cuáles son los lenguajes y las mediaciones que te determinan", sentencia la escritora quien actualmente promueve el libro Verde Shangai (Tusquets, 2011) que es tanto un experimento literario, una reescritura de su obra, un relato que se desprende y desdobla desde la intimidad y una novela radicalmente original.
"Siempre he creído que la escritura es mediada. Nunca he creído que ocurre en mi cabeza como producto de inspiraciones varias. Siempre he pensado que es un trabajo físico con el lenguaje, que siempre hacemos con algo: un lápiz, un papel, una máquina de escribir, una computadora. Es un ejercicio mediado, luego entonces, histórico, luego entonces, político", y si es político tiene repercusión en el presente.

¿Cuál es nuestro presente?, se pregunta Cristina. Y ella misma se responde: "la revolución cultural y tecnológica fundamental: la revolución digital. Ese es nuestro presente".

Rivera Garza comenta que siempre ha tenido mucha curiosidad por las herramientas de su oficio. A ello se deben sus constantes exploraciones teóricas sobre la influencia de las redes sociales en la escritura, las posibilidades que abre. Se entiende también por qué ha abierto un taller junto con la editorial Tusquets para que los escritores se apropien de secciones enteras de la novela, tachando o reciclando fragmentos. Y se entiende por qué en su blog "No hay tal lugar", se ha dado a la tarea de reescribir la epigonal novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

Un libro contemporáneo en su esqueleto

"En Verde Shangai no hay personajes que usan Twitter o Facebook, porque no es a ese nivel al que me interesa incidir. Sin embargo, en su estructura, este libro no podría ser sin la experiencia que he tenido como escritora de blog, de Twitter, como persona que está buena parte del día frente a su computadora: frente a varias ventanas simultáneas que se entrecruzan en una relación zigzagueante y de yuxtaposición. En esa influencia estructural en la novela hay contemporaneidad", dice Rivera Garza sobre su propuesta estética.

En la estructura de su novela, también retoma el modelo de cajas chinas, rupturista y que reconduce la discusión sobre las verdades, la realidad y los conceptos cerrados:

"Dentro del libro hay una historia que contiene una historia que contiene una historia. La moraleja es que no hay una historia original: toda historia contiene otra historia. Y también hay muchas cosas con respecto a mis otros libros que están reapropiadas, redichas, ojalá que reencantadas", menciona.

Verde Shangai cuenta la historia de dos mujeres que en realidad parecen ser solo una: Marina, una joven mujer, casada, quien luego de sufrir un ligero accidente automovilístico se siente descolocada y ausente de si misma, su identidad comienza a vaciarse o a confundirse con la de otra mujer, Xian, más joven, soltera, más libre, que es como un eco o una aparición o un reflejo de ella misma. Marina comienza a transitar de manera descontrolada entre el pasado y el futuro y el vórtice que abre o empalma estas dimensiones temporales se ubica justamente en un café de chinos del famoso barrio mexicano; dicho café se llama Verde Shangai, una especie de Aleph borgiano.

Xian, asimismo, es un personaje que ha perseguido a su creadora desde hace más de una década, pues la primera vez que apareció ya brincaba de cuento en cuento en el libro de relatos La guerra no importa, que publicó Cristina en 1987. "Es una invocación", comenta al respecto la autora.

"Este es un libro que tiene que ver con la memoria escrita", dice Cristina Rivera Garza. Ella se detiene por un instante: una frase viene a su mente, la escuchó de un escritor: 'En realidad nosotros no recordamos, lo que hacemos es reescribir'. Ella concuerda con dicha frase porque en ella encuentra toda una veta de análisis para puntualizar la importancia de la escritura, la necesidad de su oficio: "la memoria es algo que tiene que pasar por la mediación de la escritura. Fuera de la escritura no hay memoria", puntualiza. Lo graves es que sin memoria no hay historia y que sin memoria tampoco hay identidad y sin identidad no hay cultura. La propuesta narrativa de Rivera Garza es grave. Al grado en que es preciso saber leerla entre líneas.

El lector como sujeto

"Existe libros que todavía están con el formato del siglo XIX de la gran novela que parece que no está siendo escrita, que los personajes parecen de carne y hueso. Y yo creo que el diálogo más actual acerca de los libros se ha alejado de ese tipo de registros, hay una función mucho más evidente, mucho más generativa de la lectura y del lector como un sujeto y la lectura como una función de artificio en la creación del libro. Por ejemplo, en este libro donde se está invocando al pasando, hay pasajes que son guiños de que esta es una persona leyendo un texto y lo que se está comunicando es también una experiencia de lectura, que es una experiencia humana.

"Cuando hablo de historia estoy hablando de escritura, y si hablo de escritura estoy hablando de algo artificial, que es humano, y de eso se trata: aquí no estás viviendo, aquí estás leyendo un libro. Qué idea más radical: tienes un libro entre las manos y el libro te está diciendo que estás leyendo un libro", dice la autora.

Si fuéramos arqueólogos de nuestra propia vida qué excavaríamos, dónde empezamos y qué hacemos con lo que encontramos. Si eres un detective o un forense, qué evidencias utilizas y una vez encontradas cómo las reacomodas. Si tomamos en cuenta que la vida es compleja, que somos más que uno, que nuestras identidades son relacionales, solemos cambiar dependiendo de con quién y en dónde estamos, y si eso fuera una ruina o un sitio cómo le hacemos para encontrar el sitio y una vez encontrado tratar de definir qué es lo importante, qué deja huella y qué no, qué es una huella.

"La migración me ha marcado en aspectos personales y creativos. Siempre me parece que la visión del migrante le añade un tinte de extrañeza a realidades que de otra manera parecen naturales, inamovibles o simplemente obvias. La incorporación de este barrio chino tiene que ver con la posibilidad de producir extrañeza y un punto de vista otro, justamente la visión del otro que en México es el más exotizado: el más lejano: el chino. Por algo decimos 'está en chino', y no decimos 'está en finlandés', aunque sería igual de complicado. Porque el chino es nuestra referencia a lo más lejano".




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