Descanse en paz, Ernesto Sábato

sábado, 30 de abril de 2011

Llora Latinoamérica a su último guerrero literario

La noticia era esperada. Su salud se había mermado en las últimas semanas. Se sabía incluso que tenía prohibido escribir, lo enfermaba. La muerte de Ernesto Sábato horada profundamente el espíritu de las letras españolas.
La muerte de Ernesto Sábato, ocurrida la madrugada de hoy, es una pérdida para el mundo, no sólo para el pequeño mundo de las letras. Hemos perdido a uno de los escritores más queridos y necesarios que han pisado tierra en el último siglo, un hombre que no era un simple engranaje, sino un hombre bello capaz de tocarnos el espíritu con su palabra.

Sábato falleció a los 99 años de edad, en la tranquilidad de su hogar, según fuentes cercanas al autor: Elvira González Fraga, la última esposa del escritor, informó en la radio argentina que desde hace 15 días una bronquitis complicó el estado de salud de Sábato y que hoy, cerca de la una de la madrugada, falleció.

El autor de novelas como El túnel, Abadón el exterminador o Sobre héroes y tumbas iba a recibir un homenaje este domingo en la Feria del Libro de Buenos Aires, en el marco del festejo de su cumpleaños número 100, el cual tendría lugar el 4 de junio próximo.

Sábato nació en Rojas, provincia de Buenos Aires, en 1911. Entre sus títulos académicos se encuentran un doctorado en Física y varios cursos de Filosofía en la Universidad de La Plata. Trabajó en el Laboratorio Curie, en París, y abandonó definitivamente la ciencia en 1945 para dedicarse exclusivamente a la literatura.

Conoció a los existencialistas franceses y abrazó esa ideología. De esa experiencia de desgarro que fue el paso de la física al arte, surgió uno de sus ensayos más lúcidos e importantes: El escritor y sus fantasmas.

Observador profundo del hombre y de la realidad, Sábato criticó desde su juventud y hasta su vejez la banalidad del mundo y del hombre contemporáneo, a los cuales consideraba en crisis. Uno de sus últimos libros insistía en proponer una ética para salvaguardar lo esencial humano contra la maquinación generalizada del hombre. El nombre mismo del libro es su consigna: La resistencia.

Descanse en paz, Sábato. Ahora el héroe camina hacia su tumba. El mundo se vuelve loco por llegar a su fin. Pero nos queda el recuerdo de un escritor que sabía hacer literatura, es decir, un hombre que supo vivir.


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