Memoria de soles, en el Cervantino

jueves, 4 de noviembre de 2010

El fin de un sol y el agua como metáfora de oportunidad

La coreografìa de Cecilia Lugo, una mirada crítica a México

El agua como símbolo de flujo, vida e higiene. De esta mandera, se alude al elemento vital en el espectáculo dancístico creado por la coreógrafa y maestra Cecilia Lugo, directora de la Compañía Contempodanza, como encargo especial para conmemorar los bicentenarios en el 38 Festival Internacional Cervantino, el cual lleva como nombre Memoria de soles y toma de la clara alusión a la mitología prehispánica que habla sobre los ciclos de los soles como épocas (dicha cosmovisión dice que estamos en el quinto de los soles) justamente el aspecto transitivo de sus relatos: crisis-fin-acabamiento-ruptura- apertura y, finalmente, opotunidad.

La obra de Lugo hay que mirarla con atención porque se trata de una de las creaciones artísticas más pertinentes y más bellas (en un sentido profundo y no inmediato) que se han producido con miras a reflexionar en torno a la noción México, que es (además de una palabra) un mito, una verdad, una convención y una ideología, según sea el caso.

Lugo parte de una mirada multidisciplinaria para crear una pieza que es baile pero que tiene su fundamento en el ritmo de la poesía, en la intensidad de la prosa, en la explosividad de la palabra, en la tempestividad de la música, en lo cruento del aullido y el grito y en la claridad del agua.

Un texto de la novela Camino a Baján del historiador Jean Meyer leído con la pastosa pero potente voz del actor Damián Alcázar marcan el guiño simbólico que dota a la pieza de una claridad reflexiva y crítica que encuentra eco en los movimietos corporales de los bailarines.

Con música de autores entre los que destacan Eugenio Toussaint, Eduardo Soto y Joaquín López, más un vestuario acertado y espléndido confeccionado por Alita Wilburn y una escenografía que nos sitúa en la versión fantasmagórica del México profundo, presente en la narrativa de Juan Rulfo, la obra se presenta a si misma como un ciclo pero uno que jamás podrá cerrarse y que exige como premisa lavar el cuerpo, lavar la vida y lavar los crímenes y engaños del pasado.

El agua es, pues, la metáfora perfecta de un país envuelto más que en sierras, envuelto en mares a los que hay que volver la mirada como si en ello nos fuera la vida. Por más que el agua y su majestuosidad puedan convertirse en un abismo oscuro y profundo. Ya lo decía Nietzsche: precisamente en eso consiste la valentía, en saber que el abismo nos mira y aún así somos capaces de devolverle la mirada. El agua refleja nuestro espíritu. Exige del alma mexicana mirarse con valentía.

Memoria de soles se presentará en el DF los días 13 y 14 de noviembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris.
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