José Agustín, Diario de brigadista

martes, 28 de septiembre de 2010

Una llamada breve (con estación en el maravilloso mundo de Gancy)

Sentado en un Vips de la colonia Palomas en el municipio Ecatepec, espero junto a la linda Gancy de ojos serenos pero ahora ansiosos, la llamada del escritor acapulqueño José Agustín, para entrevistarlo sobre su nuevo libro. Nuevo es un decir porque se trata de un diario que escribió en el año 1961 en Cuba. Gancy me presta sus audífinos para que los coloque a mi teléfono celular y pueda escuchcar con mayor fidelidad las palabras de uno de sus escritores favoritos. La llamada entra un poco retrasada, a las 12:40 del día de ayer, martes 28 de septiembre de 2010, e intuyo que la niña que está también sentada enfrente de mí pero en mi mismo taburete, de esos que a mi amigo el Charal le gustaba (o le cagaba) como olían, quiere saber qué dirá Agustín, quisiera escuchcar su voz pero es un poco tímida y no me dice nada.

La conversación por teléfono me impedirá conocer el rostro pero del escritor, aunque sí conocería su voz, la cual puedo decir parece la de un jovenzuelo. Gancy lo ubica perfectamente, hasta dice que se parece a mi papá, y siempre que dice eso me pogo a pensar en los extraños senderos que tuvo que recorrer la palabra Agustín para escribirse después de la palabra Alejandro en mi acta de nacimiento. Una vez que he visto una imagen del escritor le doy la razón a mi niña: sí, se parece a mi pá.

Esperamos unos segundos y suena en el teléfono: "¡Hola, qué tal Alejandro!"La chica de la editorial le dijo mi nombre. Y comenzamos a platicar. Lo primero que le pregunté fue que qué había pasado, se supone que iba a venir a México y lo entrevistaría cara a cara. Me dijo, que "¡híjole, es que ya estoy muy verruco!". Así comenzó la charla que duraría a lo más 3:30 minutos, pues la señal comenzó a fallar y ya no pudimos volver a enlazarnos. Lástima, la entrevista con José Agustín se reduce a los siguientes trazos que se publicaron en el periódico en el que escribo.


Un espíritu juvenil

Sólo un espíritu joven puede tener la voluntad y el arrojo suficientes para no mirar atrás una vez que se abandona la casa paterna y se decide ir en busca de una aventura que se convertiría en vida a los 16 años de edad. La historia del respetadísimo escritor mexicano José Agustín (Acapulco, 1944) es de este tipo. Agustín hoy tiene 66 años pero algunos rasgos de aquel adolescente perviven a pesar del tiempo.
"Permanece lo fundamental que es el espíritu -dice Agustín. Siento que nunca me traicioné a mi mismo, he sido fiel a mis principios, a mis ideales, a mi vocación, a mi amor por la familia", apunta el escritor que salió del país en 1961 rumbo a Cuba eso sí, bien casadito con la también escritora Margarita Dalton, autora de una novela que es un verdadero viaje lisérgico, Larga Sinfonía en D, título pensado como el de la canción de los Beatles, "Lucy in the Sky with Diamonds".

En aquel año, los dos, Agustín y Dalton, llegarían al país recién liberado (revolucionado) por Fidel Castro y el argentino Ernesto Guevara, "dos hombres altísimos", como los recuerda Agustín. En Cuba, se enrolaron en la campaña alfabetizadora que marcó a 1961, "el año de la educación", como se le recuerda hoy en día. Los dos tenían 16 años de edad.

Hoy, casi 50 años después, la experiencia recogida de aquellos años por el escritor se publica como un libro bajo el nombre Diario de brigadista. Cuba, 1961 (Lumen), acaso el relato más autobiográfico de este narrador de por si muy autobiográfico en su narrativa. Si duda, parte de lo más privado de su escritura, este diario sale a la luz más por casualidad que por intención del autor: Un buen día, mientras descansaba en su casa en Cuautla, Morelos, en compañía de su esposa, "de toda la vida", como a ella se refiere el autor, Margarita Bermúdez, ella encontró el diario y se puso a leerlo. Su hijo Andrés, quien es también editor de José Agustín, estaba de visita y ante las carcajadas de su madre les preguntó por el diario y lo tomó y dijo que ese diario se iba directito a la imprenta. "Y ya lo sacó", comenta agradecido José Agustín.

Este libro es para fans y no tan fans del autor de De perfil. Diario de brigadista nos pone frente al adolescente que hay (hubo) detrás de la escritura de La tumba, sobresaliente y fresca, la confirmación de un descubrimiento literario avasallante: una narrativa que a partir del habla como los jóvenes parece más un acetato (hoy cd) que un libro, como si escucharas en lugar de leer, con juegos de palabras del tipo de "rupturas deliberadas con la gramática ortodoxa", como él mismo dice. Se trata, además, de un libro que nos recuerda al narrador de De perfil.

La simetría de los digitos (16/61) es mera coincidencia pero nos remite a dos décadas fundamentales en la vida de una persona: adolescencia e inicios de la vejez. Agustín revisó los apuntes de antaño y los limpió respetando la forma incandescente, emotiva, clara y espontánea que refulge en un texto como La tumba, novela que confiesa el autor, "escribí antes de estos diarios".

Hoy, mirando a la distancia su juventud, reflexiona: "Yo estoy con ellos (los jóvenes de aquellos años) a morir. Fui uno de esos jóvenes. En mi caso (casarse, salir del país, trabajar) fue un acto que me permitió ser yo mismo, empezar a ganarme la vida por mi mismo: yo trabajaba desde los 14 años, pero luego ya empecé a trabajar más en serio, luego conoci a mi esposa de toda la vida, nos casamos y me metí mucho más en serio en la literatura. Y luego conocí a Juan José Arreola que fue mi maestro en ciernes", apunta el escritor, quien mira el presente: "Verás, mano!, ya estoy bastante verruco: sé que estoy en los principios de la vejez, tengo 66 años, pero todavía estoy lúcido, con energía y quiero hacer lo que pueda mientras pueda".

El escritor tenía pensado visitar la Ciudad de México pero en días recientes tuvo problemas de presión y grastrointestinales. Situación que hoy, dice, lo pone "contra la corriente muy en serio". Por lo demás, algo muy natural en él.

El plan ahora es ir a visitarlo a su casa en Cuautla, Morelos. A ver si sí.

Cáncer de olvido, con Roberto Sosa

domingo, 26 de septiembre de 2010

Una obra dura sobre el futuro cercano de México

Todos estamos de acuerdo en que los mexicanos hacemos chistes de todo, incluso de nuestras mayores desgracias. Eso "está bien, pero esto no significa que nos valga madres", me platica entusiasta pero al mismo tiempo serio, el talentoso actor mexicano Roberto Sosa, quien personifica en la obra de teatro Cáncer de olvido a un escritor disidente, Martín Serrano, que, en un distópico México en el año 2012, presa de la censura es encarcelado, maniatado y vejado por el poder político y mediático, que ulteriormente (como le ocurre a Alex de la Naranja mecánica) lo reincorporan a la vida pública haciéndolo traicionar sus ideales.
El actor me recibe en un atuendo totalmente negro, afuerita del teatro Helénico, sobre avenida Revolución. En la prepa me decían que me parecía a él y eso me re emputaba pero ahora hasta se me hace simpático. Creo que feos estamos los dos pero él bastante más delgado y con una nariz más pronunciada. Al parecer Sosa quiso comprobarme esta intuición de mis compañeros de la prepa, pues cuando llegué con él resultó que tenía los mismos tenis que durante el último año he presumdo en todos lados. Los nike lunalite color negro con suela color naranja que cuando eran nuevos estaban poca madre. Le digo: "¡mira!, traemos los mismos tennis, sólo que los míos ya están rotos". Las pesuñas de mis dedos gordos con el paso del tiempo se encargaron de horadar unos pequeños agujeritos que se le veían como ojitos pispiretos a los condenados Nike. "Sí los míos son cómo alguna vez estuvieron los tuyos", me contesta. Así rompimos el hielo y entramos asuntos más serios porque aparte nuestro querido Robert tenía que entrar a prepararse para la función.

"Sí hay que reirnos (y en el monólogo la risa brota de una manera insesante pero armónica con el conjunto de la obra) pero hay que tomárnosla en serio, porque si no sí nos va a dar un pinche cáncer (como país) del que no nos va a librar nadie", apunta Sosa.
El actor precisa: "Tenemos unos males terribles: en términos de vivienda, educación, salud, servicios públicos, alimentación, trabajo, que son cuestiones fundamentales para que funcione cualquier sociedad. Lo que proponemos en esta obra (escrita y dirigida por Vìctor Salcido) es ver esa realidad y pensar qué podemos hacer cada uno en lo que haga porque este país requiere un trabajo de hormiga e incansable para que salga adelante".

El argumento de Cáncer de olvido consiste en contar las horas (días, tal vez) subsecuentes a la captura y encierro de Martín Serrano, escritor crítico y de renombre que "no está de acuerdo ni con la Iglesia, ni con la derecha ni con la izquierda ni con la guerrilla", y que en escenue en sus tribulaciones en soledad comienza a entrar en una especie de esquizofrenia (qa se resuelve con brillantes desdobles de personalidad interpretados por Roberto Sosa), y cuestiona los símbolos más fuertes de nuestra nacionalidad (la bandera, los héroes, los mitos, la religión, la Madrecita mexicana, la Morenita del Tepeyac), justo en un año neurálgico para la reflexión en torno de la patria.

La crítica es contundente desde el título: Cáncer de olvido; es decir, cuando el olvido se convierte en una operación regular, cuando el poder prefiere simular a reparar, y se llega a un estado más semejante a la esclerosis: el entumecimeitno total, la gangrena de la propia cultura y la anulación del porvenir. Ese cáncer es el mal de México, no obstante, el actor mantiene el optimismo: "si lo detectas a tiempo, todo cáncer se pude erradicar con una buena quimio".

La reflexión es necesaria porque "este es un país en donde cada vez hay más militarización y mayor polarización de ideologías, más violencia, más gente armada. ¿Qué pasaría si en México se completa una militarización total, si hay un toque de queda o una ley marcial?

"Los años por venir, no sólo en términos electorales, sino de crecimiento y desarrollo como sociedad son fundamentales", puntualiza categórico el actor.

Por último, Roberto Sosa comenta que la experiencia de llevar a cabo un monólogo es algo maravilloso, es algo que como actor (y vaya que tiene experiencia) nunca había hecho: "Lo gratificante de este tipo de trabajo es que se convierte en un experimento vivo, y tú lo sientes de cerquita y lo manejas: sientes como el público está pulsando y cómo te va retroalimentando con sus reacciones y su ánimo y ante ello como actor uno tiene que abrirse".

Skinhead 69

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Qué pedo con la ideología de este compadre?


Lo más bizarro es que la foto es cortesía de los baños de la sacrosanta Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.

Un gol al estilo Maradonna

Un golazo anotado por una niña-niño
(eso por lo que mi buen amigo el Chock me dijo una vez: no se le antojan las orientales porque se imaginaría estarse cogiendo a un niño: que asco).

No sé si lo más entretenido es el gol o el festejo tan cagado del cronista.


Spoon en México, Polyforum

jueves, 23 de septiembre de 2010

Para alucinarse en el Polyforum

Una de las bandas más importantes del rock independiente estadounidense de la actualidad, Spoon, banda originaria de Austin, Texas, se presenta este sábado por segunda vez en nuestro país para promover uno de los lanzamientos más sorprendentes de este año Transference (Arts & Crafts México, 2010), sétimo álbum de estudio de la banda, con un concierto que será íntimo y loco, y para ello se realizará en el lugar perfecto: el alucinante Polyforum Cultural Siqueiros.

Spoon, contrario a lo que podría parecer, es ya una banda consolidada que en el escenario demuestra la experiencia de 15 años de tocar juntos. Britt Daniel, Rob Pope, Jim Eno y Eric Harvey son una garantía y regresan a nuestro país luego de que en el 2007 robaran la atención de los espctadores mexicanos que asistieron al festival MX Beat.

Para hacerlo más emocionante, adelantamos que Spoon viene de realizar una gira en EU ni más ni menos que con una de las bandas más esperadas en México: los canadienses de Arcade Fire, y formaron parte del Festival Lollapalooza, festival que también contó con la presencia de Lady Gaga. Spoon es de primera línea

Spoon

Sábado 25 de septiembre
Polyforum Cultural Siqueiros (Insurgentes Sur 701, Nápoles, WTC)
Boletos por e-ticket, en Internet: $390

Sick of you, nueva rola de Cake

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Para fans de la banda

Esta es la nueva rola de Cake, que ya paró un buen tiempo.

Se llama "Sick of you" y es el primer sencillo de su nuevo álbum Showroom of Compassion, que tiene unos bonitos tigres en la portada y que parece va a estar muy bueno.



CSYU by c977737

The Charlatans cancela de nuevo show en México

domingo, 19 de septiembre de 2010

Otra vez Jon Brookes

Hace un año, en un concierto que The Charlatans ofrecía como parte de su gira por EU, Jon Brookes, baterista, se desvaneció y la banda tuvo que cancelar la gira en la que México sería uno de los destinos.

Los fans mexicanos de The Charlatans tuvieron que atragantarse el Grito de Independencia, pues el concierto se realizaría por esas fechas, y esperar hasta nuevo aviso a que esta banda, que hace de su presencia en el escenario un momento épico en el que dan todo, viniera a nuestro país.

La historia se repite, pues este jueves The Charlatans se iba a presentar el jueves en el bar Covadonga en un concierto para fans, pero, una vez más, una indisposición del baterista los obligó a cancelar.

Es una pena, y no sólo para los fans, también para la banda. Antes de la cancelación el líder de The Charlatans, Tim Burgess, prometió que lo darían todo, y no sólo eso. “Nos sentimos muy apenados por la cancelación del año pasado. Lo que esperaban ver lo tendrán este jueves”, dijo desde California.

“Estuve en México hace cuatro años y debo confesar que pasé uno de los mejores momentos de mi vida. Amo a los mexicanos, son como mi familia. He escuchado historias increíbles sobre cómo la gente dio con migo, mi banda y nuestra música”, dice el cantante.

No son unos charlatanes

“Manchester fue un movimiento cultural representado por muchas bandas, fue un gran momento para la música un poco del tipo New Wave o Synth Pop/New Romantic. Fuera del New Wave sólo unas cuantas bandas sobrevivieron.Fuera del Synth Pop/New Romantic sólo Depeche Mode sobrevivió y no sólo eso, también evolucionó. Siento que a nosotros nos pasó lo mismo: sobrevivimos y evolucionamos”, dijo el vocalista.

Sobre su más reciente producción, Who We Touch, cuyo nuevo video se lanzará esta semana, afirma: “Nuestro nuevo álbum es diferente de los otros discos de The Charlatans pero contiene también algunos elementos de nuestros trabajos anteriores. Todos nuestros discos son diferentes, creo (espero). Espero que este disco se convierta en un álbum sobre el amor”.

“Me encanta You Cross My Path, creo que fue un buen regreso, pero Who We Touch integra más el sonido de una banda, lo cual creo que hace mas excitante la dinámica.

“Para este disco mi más grande inspiración fue mi relación con mi esposa Michelle y los altibajos por los que ha pasado nuestra relación. El título tiene que ver con ‘a quién tocamos’ físicamente pero también ‘a quién tocamos’ emocionalmente”, afirma Burgess quien además nos confiesa que es un gran admirador del Manchester United, y del Chicharito Hernández. También le encantan los discos de Brian Eno.

De héroes y mitos, Enrique Krauze

Desmitificar a los héroes: un paso a la libertad

Una vez terminada la celebración ostentosa, larga y espectacular que consistió en un magno desfile alegórico por avenida Reforma más un triada de actos performativos en plena Plaza de la Constitución el pasado 15 de septiembre, se nos ofrece la oportunidad de contra argumentar de forma crítica tales festejos que tuvieron mucho de despilfarro y lucimiento pero poca reflexión y una muy infeliz transmisión del significado de los símbolos honrados.

Con la intención de abrir más preguntas para poder entender en una mayor complejidad la situación real de México, se antojaría una reflexión que vaya más allá de saldos y juicios: con una visión desencantada de nuestro pasado, una visión en la cual se ponga bajo la lupa la mistificación de nuestros héroes y de nuestras tradiciones.

Eso es lo que hace, como otros pensadores e intelectuales de la actualidad, el historiador mexicano Enrique Krauze, quien tentado por ofrecer una reflexión en torno del tema coyuntural del Bicentenario, escribió el libro De héroes y mitos (Tusquets, $179), un pertinente y muy interesante ensayo con un tono muy personal y honesto, en el que el autor no busca ofrecer una verdad última o una reflexión final sobre el sentido de conmemorar 200 años de vida nacional o de la significación de tal o cual héroe patrio en particular.

Aporta, en cambio, una lectura sencilla (nada academicista) que es a la vez profunda (crítica de la historiografía e incluye a los propios historiadores de su generación) e indaga en los rasgos de nuestro pasado e historia que resplandecen en nuestro presente.

Uno de estos aspectos es la afirmación de la Historia de Bronce, la cual en síntesis consiste en la idolatría (casi religiosa) de los héroes de la Patria. El autor parte de la siguiente idea para hilvanar su reflexión: los héroes son necesarios y deseables, pero así como en la infancia funcionaron como motores de ideales y de imaginarios, en la adolescencia o en la madurez deberían ser revisitados para que en nuestra conciencia los desmitifiquemos y finalmente podamos exhumar (y con ello traerlos a tierra firme) a los seres de carne y huesos que la historia oficial (de la mano del pensamiento católico) elevó a un Panteón olímpico inmaculado, y alejó de una comprensión cercana y humana. Así expresa el autor el objetivo: "bajar a los héroes y tomarnos un café o un trago con ellos".

El texto de Krauze es una reemergencia muy afortunada de un intelectual que se cuenta entre los favoritos del poder político, pero cuya reflexión pone en duda las ficciones sistemáticas en torno de las cuales se ha querido e insistido en construir y sustentar una identidad nacional. Si alguna duda cabe sobre la vigencia de esa Historia de Bronce, el autor hace alusión al más reciente traslado de los restos de los héroes de la Independencia, desde la Columna en donde pende el Ángel dorado hasta el Castillo de Chapultepec, hace unos meses.

La crítica de fondo en este libro de Enrique Krauze retoma una idea de Octavio Paz, que el autor de El laberinto de la soledad dejaría como tarea pendiente a los países latinoamericanos: dar espacio a la crítica; es decir, aprender a mirar de frente la historia y la cultura (y a uno mismo como ente social) con el fin de ponerlas en duda y hacerles tantas preguntas como sea posible; en otras palabras, que nuestros países puedan superar las visiones mesiánicas y las polarizaciones acríticas que obedecen a un pensamiento religioso y mágico y no racional, posturas que han impedido la reconciliación entre los mexicos disímbolos: desde los liberales y los conservadores, en tiempos del que Krauze acota como el gran acontecimiento que encarrilaría a México en la modernidad de Occidente, y que tristemente ha sido olvidado por los políticos mexicanos de la actualidad quienes deberían haber conmemorado los 150 años de su gestación: la Consttiución de 1857 y la ulterior Reforma; hasta los panistas y perredistas de nuevo cuño que en 2006 tensaron los ánimos civiles casi al límite de la confrontación directa y violenta.

Krauze consigna textos, estudios, anécdotas, charlas agudas con colegas suyos y se da tiempo de hacer historia comparada. De esta manera, elabora un texto coyuntural, importante para la coyuntura misma pero de una profundidad que trascenderá a este momento concreto, aunque es consciente de que tan solo abre una veta: no es conclusivo.

Uno de los mayores aciertos del texto es la justa supresión de la ideología del autor y la honorable apelación a los historiadores que han trazado el camino hacia la verdad: desde Daniel Cosío Villegas, Frank Tannenbaum o Luis González y González, como grandes historiadores mexicanos, hasta los contemporáneos del autor a quienes trata con mucho respeto: Arnaldo Córdova, Jean Meyer, Lorenzo Meyer, entre otros.

Queda para nosotros como reflexión la pertinencia de los festejos bicentenarios. Krauze apunta algunos lineamientos o sugerencias que van dirigidos más en la línea del empoderamiento de Obama como Presidente de los Estados Unidos: con un poderoso uso, actualización y apropiamiento de los símbolos vitales de su patria. Una ceremonia más puntual, más simbólica y precisa en los detalles hubiera sido para el caso mexicano una buena opción.

México goza de innumerables símbolos: En principio, esa avenida por la que circularon los carros el pasado jueves y que conecta a los grandes monumentos alusivos a los momentos neurálgicos de la historia Patria (el Castillo y su peso simbólico para entender la segunda mitad del siglo XIX y la Reforma; el Ángel de la Independencia, y la estructura cupular del inacabado Congreso que se transformaría en monumento a la Revolución), ese mismo desfile que caminó por enfrente del Hemiciclo al Benemérito de las Américas, personaje central del periodo reformista, Benito Juárez, desfile que en su parte conclusiva anduvo por Lázaro Cárdenas (el último presidente general) para entrar directo en el Zócalo y su Templo Mayor, su Catedral metropolitana y su Palacio Nacional. Incluso El Coloso contenía un símbolo poderoso; su problema fue no ser comprendido. Krauze apunta hacia una reconciliación seria con la historia. El 15 se perdió una oportunidad.

Festejo Bicentenario Zócalo

jueves, 16 de septiembre de 2010

La noche en que México es grande

Claroscuros del magno festejo Bicentenario
“¡Viva México! ¡México es el mejor país!” Así gritaba con todas sus fuerzas, con toda su esperanza y toda su luminosidad, un niño de 10 años, minutos antes de que comenzara la Ceremonia oficial que incluyó “el Grito”, en voz del presidente Felipe Calderón. Con los pies y la espalda adoloridos después de casi 7 horas de espera daba inicio la ceremonia conmemorativa, y en ese momento hasta el más indiferente de los compatriotas fue llamado por ese recuerdo instalado en la infancia y que le confirma que en algún momento de su vida, al menos, “México” fue “el mejor país”: cuando en una noche como ésta, siendo niño escuchó el himno nacional y vio la imponente bandera ondeando mientras el humo de los fuegos artificiales difuminaba sus contornos. El niño baila emocionado de la mano de su madre una coreografía que enseñan tres grupos de muchachas con falditas rojas, en las orillas de la Plaza y cuyo propósito es amenizar el ambiente. Madre e hijo portan el impermeable blanco y la lamparita entubada que los hace brillar en plena noche en ese “mar blanco” que prometieron los organizadores del evento. Esas lamparitas fueron adquiridas por las personas alrededor de las 18:30 hrs., cuando “muy a la mexicana” se les “lanzaron” desde los flancos de la Plaza, envueltas en los plásticos tipo impermeable, simulando estafetas blancas. En ese momento de la tarde, cuando el calor había dejado de hacer estragos pero la sed ya era mucha, la gente de pronto las vio caer del cielo: se empujaban hombres y niños, ancianos y señoras por obtener no uno si no los tubitos blancos que fuera posible, como si se trata de juntar dulces y colaciones que emanaban como chorros de una piñata. De hecho, hubo hasta algunos más vivos que juntaron su itacate de lamparitas amén de que quedara claro que lo importante era que cada persona tuviera la suya. Por fortuna hubo de sobra. ¿Acaso no había formas más ortodoxas para repartir los artefactos que aventárselos a la gente como si fuera la ayuda humanitaria que se da a una multitud de hombres hambrientos y desesperados? Sin duda a los más jóvenes les pareció “padre” pero la solución no fue la más organizada o ecuánime (como sí lo hubiera sido entregar un paquetito por persona al momento de entrada). Entre este tipo de detalles (que en el fondo hacen más mexicana la celebración aunque no nos guste pensarlo así), los minutos fueron avanzando. Todo comenzó con tranquilidad. El incremento de personas que accedían al lugar se aceleró después de las tres de la tarde: cuando las calles aledañas al Primer cuadro de la ciudad ya parecían un carnaval en donde desfilaban personas de todas las edades, vestidos con atuendos regionales o con playeras de la selección nacional desde tiempos del “Matador” Hernández hasta el modelo negro y de lujo del más reciente mundial de futbol. Las trompetillas y la espuma en aerosol o los huevos rellenos de harina ya enrarecían el ambiente. La gente hacía filas aún no muy largas que avanzaban con rapidez y sin atrabancamientos. Policías del DF escoltaban el acceso de los peregrinos, quienes tenían que abandonar sus paragüas, objetos metálicos y cinturones con hebilla pesada, que se les confiscaban si las personas querían continuar hacia el siguiente filtro en donde se levantaron detectores de metal: como en los aeropuertos, las personas tenían que dejar su morralla, sus llaveritos y sus teléfonos celulares en una bandejita tipo fondita de Doña Lupita, mientras pasaban por la puerta electrónica. Una vez superado ese filtro la gente ya podía intentar acceder a alguna zona que le resultara confortable para apreciar el acto que empezaría en punto de las 10 de la noche (cuya puntualidad fue más inglesa que nacional: perfecta) o bien para observar aunque fuera un fragmento del desfile que comenzaría a las 18:00 hrs sobre Avenida Reforma. Sobre la tarima de prensa, alrededor de las 17:00 hrs., el viento hizo de las suyas tumbando las sombrillas que resguardaban de la incipiente lluvia, apenas un chipi-chipi, a los elegantes reporteros que llevarían en tiempo real, los sucesos a los televisores de la gente a la que se le recomendó hasta el cansancio perderse el magno evento: el cual sería imperdonable perderse: contradicciones también muy mexicanas. Las palomas alzaban el vuelo juguetonas: cundía el terror de que una indigestión hiciera que los asistentes arrejuntados y a pie tuvieran que cuidarse ya no sólo de la lluvia sino de las heces de tan bonitos animales. Pero con el anochecer las palomas desaparecieron. Luego, debido al paso de las horas, la mixtura de olores, y el retraso de la comitiva del desfile, hizo entrada el rumor y la ansiedad y un poco de desesperación. En punto de las 19:15 hrs., un par de conductores (desconocidos para la mayoría de los convidados) tomaron el escenario principal (donde se presentaría el espectáculo que cerraría la parte espectacular de la ceremonia: el espectáculo Vuela México) y con chistes poco afortunados intentaron amenizar a un pueblo que optó por amenizarse solito: Frente a los espectáculos deslucidos que se presentaron desde ese momento hasta las 21:30 de la noche (entre los que se contaron mariachis y agrupaciones tradicionales poco conocidas que no interpretaron las canciones típicas que conoce el promedio y la generalidad de las personas, o unas marionetas gigantes que bailaban un popurrí mexicano medio de aturdimiento que aburrió al público, hasta una triada de mariachis vestidos completamente de verde, blanco o rojo, que no lograron conectar con el público) la gente optó, desde sus particulares trincheras (grupos de amigos o familiares), cantar el “Cielito lindo”, “México, lindo y querido” o “El rey” y darse solitos su fiesta. Entre la intolerancia por parte de algunos sectores de público y la poca calibración de las expectativas elevadas de un público convocado a un gran evento, los espectáculos no amenizaron a nadie y sólo se entendieron como un relleno que molestó a los asistentes, quienes hubieran preferido una transmisión en directo y multidimensional del desfile conmemorativo, del cual se trasmitió, minutos antes del inicio de la ceremonia, apenas un breve resumen. Por eso cuando las chicas bailarinas trataban de animar a la gente apretujada, la mayoría las abucheaba: los únicos que se animaron a bailar fueron unos pocos afortunados a quienes se les permitió el paso a un corral intermedio en el que tenían más espacio y que estaba entre el grueso del público y la zona panista VIP (se entiende que la lógica ­–poner a los privi-panistas hasta adelante con pases VIP, es decir salidas y accesos garantizados-, obedece no sólo a motivos de privilegio sino también de imagen: que los panistas vitoreen a su líder). No obstante, en el transcurso de las 9:00 de la noche, la expectación fue creciendo y nadie perdía el ánimo. Si bien no bailaban, las personas agitaban sus lamparitas, que ya en la noche marcaban con profundidad una imponente plancha de la Constitución iluminada de blanco. En ese momento, fue cuando aquel niño del que hemos hablado gritó por vez primera y con una seguridad lapidaria: ¡Viva México! ¡México es el mejor país!” Una seguridad que ya quisiéramos muchos para exigir el respeto a nuestros derechos o el mejoramiento metódico y honesto de nuestras condiciones de vida. La gente se reunió para festejar, conmemorar y hasta homenajear un espíritu que los une y ante el cual se puede ser indiferente pero no se puede negar. La noche del 15 de septiembre de 2010 y la conmemoración federal fue un espectáculo de clase mundial, sin precedente en una ceremonia patria. Nadie no quedó defraudado: la gente lanzó un “¡ohh!” colosal cuando la estructura de poliuretano que encabezó el desfile fue levantada y miró serena hacia las masas favorecida por un efecto contundente propiciado por el juego de luces en el rostro de El Coloso; las personas se sintieron atraídas y divertidas por el acto de tintes dramáticos titulado El árbol de la vida, y al final aplaudieron (podríamos no ser exagerados si dijéramos que hasta un leve estremecimiento les erizo los vellos del cuerpo) cuando en el acto coreográfico tipo rapel de nombre Vuela México, los bailarines atléticos que danzaban sobre una pared negra componían con sus cuerpos la palabra “México”. Aplausos y ¡Vivas! Una historia de 200 años tuvo un justo homenaje en forma de espectáculo. Como en el teatro y como en el cine pero también como ocurre en nuestra realidad atiborrada de pantallas: una vez que ha caído el telón o se han cerrado las pantallas de una computadora puede venir la reflexión: obligada y necesaria para un país que quiere y necesita razones verdaderas para festejar.

Desfile Bicentenario inicia con Coloso (ideas)

martes, 14 de septiembre de 2010

“Será épico”, prometen

Gran expectación ha causado la conmemoración de los 200 años del Grito de Dolores, en el Zócalo del DF, cuando nuestro señorito Presidente, Fecal, hará un homenaje a ese momento neurálgico para la historia de nuestro país, con el cual se lograría la independencia de la Colonia española en 1821. Mucho se ha escrito sobre la actualidad de la Independencia y la Revolución. Mucha crítica también se ha hecho sobre la naturalidad y autenticidad de aquella gesta iniciada por el cura Miguel Hidalgo y Costilla, gesta entre criollos que sirvió para crear un nación partida, que tristemente, luego de 200 ,no ha logrado estructurar un proyecto acorde con sus grandes problemas: desigualdad social, antimodernidad, caciquismo y caudillismo, y despojo y menosprecio de los sectores más populares.

México es una ficción como todas las naciones. Sobre la identidad nacional debo decir lo mismo. Como me dijo hace un par de meses un historiador español, Tomás Pérez Vejo: México existe porque hay personas (mexicanos) que creen que existe. Y sí, México es tan real como mi nombre y como mis apetitos o mis anhelos. Sin embargo la realidad no es absoluta ni finita ni cerrada. por lo tanto jamás habrá eso que llamamos una esencia de lo mexicano. Yo, al menos, no la tengo, y si un elemento no la tiene no podría ser esencial ya que debería envolvernos a todos con su manto luminoso.
Bueno. El chiste es que mañana es el gran festejo. Me parece un asunto menor pensar qué es lo que hay que festejar y si se debe o no, incluso si se debe matizar el discurso diciendo: celebrar, conmemorar, festejar, etc. Como dijo el Presi "que festeje el que quiera", coincido con esa idea pero consciente de que la digo como ciudadano y de que si esa frase la dijo un individuo que se hace llamar Jefe de un Estado Nación llamado México bajo el cual quienes viven se dicen mexicanos, no debo mas que apuntar que la frase dicha habla de la inoperancia, inaprestancia y desafectación de un íder que de líder no tiene nada y de jefe apenas el nombre.


Pero dejemos a Calderón en paz que ya me parezco al Peje.


Elenita Poniatowska, que de repente puede ser muy crítica pero también puede decir Joaquincito a López Dóriga, se quejó de la cantiad de recursos que se han invertido en el magno evento preparadao para la noche de mañana. Me parece más una declaración para cumplir con el supuesto papel que debe cumplir un intelectual que se siente de izquierda ante un evento que en el papel parece será inédito en la historia de cualquier festejo patro de alguna nación que conmemore su nacimiento.


Ese hecho no es menor. Entonces, podemos hablar ahora de laz razones. Nadie le dijo al Gobierno que se necesitaba gastar (una cantidad que se ignora) tanto dinero. Por otro lado, nadie esperaba cualquier cosita ni actividades eruditas y de reflexión exclusivas para una tardoelite pseudointelectual del país. Así que esta manera de conmemorar parece la más adecuada y la más correspondiente con el espíritu que ha caracterizado a la historia del pensamiento mexicano en la generalidad; en síntesis se expresaría así: hay que apantallar. No es dar pan y circo. No: es rozar los límites del buen gusto y la gradilocuencia, la superproducción mediante la reproducción de los elementos culturales atávicos y la sacralidad a partir de a ficción que permite el flujo de capital.


Es decir, se trata de una celebración snobista pero pública y dialéctica: o sea, no es elitaria sino compartida porque sin el indio o el pobre o el mexicano promedio no existiráin los otros, los que no saben nada de nada más que de cómo acumular fortuna y que manejan los destinos del país. Esa dialéctica nos hermanará en el Zócalo y sus cuatro puertas: la Catedral (elite) religiosa, la Catedral (elitista) federal, la Catedral (elitaria) local y la Catedral (selecta aunque no escogida) económica. Esos cuatro costados que mirarán a la raza tremula reptar, endrogarse, bailar, gritar, empedarse hasta la madrugada. Ese valor dialéctico se recrea cada 15 y 16 de septiembre sólo que ahora alcanza un nuevo status, el status snobista: somos hermanos en el despilfarre y la indolencia. No importa si hay muertos, injusticia o crisis. Todo sea por México. Ese orgullo craso que es lo único jodido de celebrar. Porque estaría perfecto que para todos fuera motivo de celebración, que sirviera para reunir a los amigos, para disfrutar. Pero lo que es escandaloso es la intensificación del afecto vácuo o superfluo: el amor por una indetidad elusiva reificada en una bandera, unos colores o una playera. Los afectos son los dañinos en torno de lo que se considera mexicano. Así, vivimos afectados por la negación recurrente de una mentira fundacional. Así, crecemos condenados a no aceptar la realidad ni a preocuparnos por ella. Entonces, ¿vale la pena juzgar que un señor llore mientras grita ¡Viva México! una vez que ha sido conminado por la autoridad cuasicelestia que jala la campanita de los "Dolores"? Pues no. Entonces, ni una cosa ni otra. No se puede juzgar eso, pero sí criticarlo. Y criticarlo significa mirar hacia el mundo interior común (no esencial ni imutable) pero en el que coincidimos todos los que vivimos aquí y que nos da un nombre: mexicanos. Mirar de manera descarnada y autoreferencial a partir de la mirada pública. El trabajo es casi imposible porque exigiría que al mismo tiempo que nos dejamos ser pongamos atención al momento general para entender el sentido total de la foto. En suma: lo único que nos queda es dejar ser (en cuanto a celebración y afectos se refiere).


Yo quiero ir al Zócalo porque quiero ver, también por curiosidad y también porque sé que (pase lo que pase: salga bien, explote un coche bomba o cientos de granadas, le dé un paro a Caderón, me muera asfixiado, se cancele por lluvia) nunca más, mínimo en los próximos 100 años, ese lugar que ha palpitado con intensidad durante siglos, ocurrirá algo parecido. En el fondo, esa sería la exigencia, por contradictoria que pueda parecer, por más contestatarios que se nos antoje reaccionar, por más descreídos de la política que seamos.
El día de hoy, entrevisté a la persona que hizo la escultura que se va a armar y levantar una vez que culmine el desfile. Su nombre es Juan Carlos Canfiel (con sus clásicas puntadas, Gancy me prguntó en la tarde si era Juan Carlos Garfield, y eso me pareció muy gracioso) y él creó junto con otros escultores de su taller en Cuernavaca, la escultura monumental El Coloso. Me dijo que era un homenaje a los muertos y a los héroes despersonalizados gracias asobre cuyos cuerpos se ha levantado una historia que si bien tiene mucho de ficción, nunca podrán negarlos. Muertos del pasado y del presente que también se dirigen hacia los muertos del futuro: nosotors. Y así, de manera maravillosa, se cumpliría en el plano físico una metáfora de lo que Rodrigo Fresán hace en su novela Mantra, en el segundo capítulo narrado por un muerto que transmite por televisión desde el Mictlán ubicado en un tiempo sin tiempo.


Así me dijo Canfield, luego de platicarme lo que observó en los últimos ensayos realizados en el Zócalo de la Ciudad de México: las luces, el humo, las imágenes proyectadas en pantallas y en la fachada de la Catedral y del Palacio Nacional. Canfield dirige el ensayo del ensamblaje de la pieza de 20 metros de altura, que se levanta con grúas. Me dijo: “estos ensayos me dejan la idea de que será algo impresionante, a pesar de todas las dudas que se habían generado por la expectativa, el espectáculo será impresionante. Ahora mismo veo unas pantallas en las que se ve como avanza una línea de tiempo referente a la historia de México. Vale la pena el evento. Será una de las cosas más importantes que han ocurrido en México, y estará a la altura de cualquier evento de clase mundial".Esto a manera de lógica con las tribulaciones que me han azotado en los últimos párrafos. Lo verdaderamente importante es lo siguiente:


“El Coloso es un símbolo de México, de su gente: los niños, las mujeres y los hombres. Su planteamiento no es triunfalista: es una pieza muy dura: un hombre con la camisa abierta, que sostiene una espada rota y que mira a la gente como si se levantara después de combatir en una guerra. Pero cuenta con la fortuna de estar vivo y poder mirar su presente." “Definitivamente no es un héroe, sino un símbolo en homenaje a los muertos, a los seres anónimos y es, además, una reflexión con sentido fúnebre en un momento tan delicado como el que atraviesa el país (con miles de ejecutados)."


Esto: una reflexión con sentido fúnebre: una reflexión seria como la expresión de El Coloso, un aspecto en el que pocos van a reparar pero que estará presente ahí mirando como ninguno al Poderoso emPinado, siendo testigo del sacrificio humano que se desvivirá por ocupar un centímetro cúbico de esa plancha: una prestancia tan noble como la de los antiguos aztecas o jugadores de pelota a quienes honraba la idea de poder morir a manos de un sacerdote en pleno Templo Mayor. La crítica estará ahí y será silente. Por lo mismo más poderosa, y por lo tanto tan sutil como los tiempos lo requieren si esta viene desde el interior del propio aparato u ocurren en el seno del sistema ciudad. No sé en el fondo de quién es la idea. Pero el detalle en la mirada, las vestiduras, el rostro, el bigote y la espada (!rota¡,:es decir, ¡ok, ya, suficiente de muertes. No moriste. Ahora no sigas matando!). El hecho es simbólico pero contundente: permanecerá más tiempo de pie que ninguno de nosotros. La diferencia estriba en que apesar de que emula a alguien vivo en realidad no es caliente como nosotros sino frío.

A diferencia de El Coloso (pintura de Goya) que fue creado en plena Independencia española, batallal contra Francia que debilitó a la Corona y permitió la madurez y triunfo de las revoluciones independentistas de América. Este nuevo Coloso se crea en la conmemoración de la Independencia de México respecto a España. El Coloso triunfa de nuevo, se alza triunfante. El de Goya salió desnudo del combate y sin armas, abandonando la ciudad. Probablemente luego se puso traje de gala y armas sofisticadas. El resultado en la nueva escultura es la ruptura del arma, condición necesaria para poder advertir una posibilidad de futuro. Una lectrua que sólo podría darse 200 años después, una vez que se ha topado ante el fracaso continuado.Probablemente (seguramente) México no cambie el rumbo, no corrija. Sería una pena ver tantas vidas rotas. Más penoso aún será saber que se pudo hacer algo pero se prefirió el olvido y la simulación, el "apantallamiento". La fiesta de mañana es ineludible y será un espectáculo. Como tal hay que tomarlo, vivirlo y hasta disfrutarlo en términos estéticos, porque se hablará de la ficción mexicana, una de las ficciones más acabadas del mundo contemporáneo, porque si así no fuera Octavio Paz le habría cambiado la visión al país y la gente le exigiría menos a su selección de futbol. Por decir algo.

¡Salud!


El Coloso

La pieza El Coloso se comenzó a idear en enero de 2010.La idea inicial fue construir una escultura monumental de 50 metros de altura; con el paso del tiempo y por motivos logísticos se redujo a 20.Consiste en un esqueleto en PVC reforzada con barras metálicas y zapatas de acero en los puntos de carga. Por dentro se ubicaron cables flexibles de acero. Y se cubrió el esqueleto con elastómero de poliuretano y pintura que diera la apariencia de mármol blanco mexicano.Pese ha haber sido construida con materiales ultralivianos, por sus dimensiones, alcanza un peso aproximado a las 7.5 toneladas.La tallaron 15 diseñadores, constructores y escultores profesionales del taller Casa Canfield, en Cuernavaca, Morelos.Luego de su levantamiento se mantendrá de pie en el Zócalo durante varias horas. Aún no se conoce donde será ubicada finalmente.

Lady Gaga llegó para quedarse

domingo, 12 de septiembre de 2010

Es mucho más que una simple estrellita pop

Stefani Germanotta, mejor conocida como Lady Gaga, es el gran fenómeno de nuestro tiempo. Todo lo que tenga que ver con ella es noticia y esa noticia da la vuelta al mundo en unos minutos gracias al Twitter, que ella utiliza con entusiasmo: es su propio Paparazzi. Además, Lady Gaga aparece en las portadas de todas las revistas, las de moda y las de rock, concita fans de todo tipo: gays, metaleros, niñas fresas de secundaria, profesores universitarios, neo-hipsters, neo-punketos, y neo-intelectuales; llena todos los foros en los que se presenta y gana todos los premios que una cantante de pop puede obtener.


Lady Gaga es un símbolo de nuestra época, una artista en el gran sentido de la palabra y un fenómeno de mercado que llegó para quedarse. Esa es la única manera de entender que esta jovencita de apenas 24 años de la noche a la mañana se haya convertido en una de las personalidades más influyentes de nuestro mundo y parece que la historia apenas comienza.

Desde el Pop de Warholl


Mucho se ha hablado de que la cantante es la sucesora de Madonna en el reinado del pop, y en gran parte se le ha relacionado con la icónica cantante debido a que Gaga ha reciclado los elementos visuales que Madonna utilizó cuando joven. Sin embargo, dejémoslo claro: Madonna no será su rival a vencer ni su antecesora de nada, aún y si Madonna lograra retar a las leyes naturales y conservarse buenísima hasta los 100 años, Lady Gaga tendría su lugar asegurado, porque lo que ella hereda es toda la estética pop que ingenió a inicios de los 60 el artista neyorkino (a los dos los hermana Nueva York no sólo en el aspecto estético sino también en el temperamental), Andy Warhol. Ella lo ha dicho: “mi estrategia personal como artista pop va en el sentido warholiano de la palabra”.


Cuenta Warhol en el libro POPism (Alfabia, 2008) que sus amigos neoyokinos, todos ellos artistas de renombre, le decían cosas como ésta: “la gente quiere verte. Tu aspecto es responsable de tu fama: alimenta la imaginación”. ¿No le suena muy Lady gaga? Si no lo cree repare en los estrafalarios atuendos de la morena teñida de rubia y casi al punto de la anorexia.


Cuando a Warhol alguien le decía que llegaría a ser muy famoso, él reaccionaba con una cara de felicidad; le parecía estupendo: “No importa lo bueno que seas; si no te promocionan bien, no serás uno de los nombres recordados”, dice en el libro citado. Pero lo mismo ocurre con Germanotta: en la entrevista publicada por la revista Rolling Stone, de julio de 2010, la cantante le dice al reportero a modo de sugerencia: “utiliza las declaraciones que me convertirán en una leyenda”, y luego afirma “Quiero ser una leyenda”, para terminar con una pregunta un poco ingenua: “¿Estoy muy mal?”.


Tanto Germanotta como Warhol son famosos desde antes de que la demás gente lo reconociera, en ese sentido su proceso de fama es inverso al tradicional (natural): ellos solitos se auto crearon una imagen de famosos para al final convertirse en iconos de época.

Esa es la verdadera herencia de Lady Gaga, quien toma desde el arte, el espectáculo y la economía, la estafeta del artista pop de peso. Por lo mismo cuando se la cataloga como artista pop habría que pensar que entre ella y las demás cantantes o grupos popis hay una enorme e infranqueable diferencia. Hasta por el lado anecdótico esto resulta contundente: Lady Gaga le componía canciones a Britney Spears y a Christina Aguilera; jamás canta con play-back; ella compone sus propias canciones (letra y música); se permite incorporar arreglos acústicos para interpretar sus piezas en un tono jazzista acompañándose de un piano que ella toca; sus primeros vestuarios ella misma los diseñó. Ninguna otra hace eso.


De la pasarela narrativa a la performatividad interpretativa


Hace exactamente un año, Lady Gaga haría historia, pero en términos distintos a como los haría hoy con las categorías en que ganó en los Premios MTV. En aquella ocasión Gaga ya no era la nueva chica rubia, y lo comprobó con una de las actuaciones en vivo más impresionantes y más cargadas de dramatismo e intensidad que se han realizado en esta premiación anual, que vaya que tiene experiencia.


Ataviada en un elegante pero al mismo tiempo estridente atuendo color blanco, en un escenario al mismo tiempo minimalista y barroco, la cantante incorporó el elemento preformativo de una manera poderosa: interpretó una versión arreglada (más oscura, menos pop y con una línea vocal más grave) de su canción “Paparazzi”, acompañada de una veintena de bailarines (hombres y mujeres) de cuerpos perfectos. Caminando con paso serio hacia un piano se sienta en un banquito de espaldas al público y sube la pierna izquierda en el teclado del instrumento. Interpreta como una desquiciada un solo de piano que dura 20 segundos. Acto seguido, la canción sigue en su estribillo mientras Gaga se levanta y camina con paso cansino hacia el centro del escenario mientras un hilo de una sustancia roja le resbala por la ropa tiñéndola de un tojo intenso. La interpretación vocal de Germanotta gana en intensidad sin que pierda la afinación. El público aplaude conmovido y conmocionado.


El escritor francés Christian Salmon en su interesante y agudo ensayo Kate Moss Machine (Península, 2010), apunta una nueva categoría para ese tipo de individuos que se convierte en narradores de si mismos, como Lady Gaga, que se sirve de sus atuendos, sus videos y sus conciertos para presentar una identidad camaleónica: la categoría de Salmon es homo narrens. Un individuo “dispuesto a todo para captar la atención de sus semejantes”, como Warholl, Gaga y, dirá el francés, Kate Moss.


El performance de Lady Gaga en la entrega de Premios MTV de 2009, es un eco de lo que 20 años antes hizo la modelo británica pero en una pasarela de moda y no en un show de música: en uno de los primeros desfiles de modas en que participó Moss, inspirado en la huida de Anastacia, la hija pequeña del zar Nicolás II, el diseñador de modas John Gilliano le dijo: “OK, Kate, te persiguen los lobos”. Moss entró a la pasarela y se puso a correr “como desesperada” con su figura esquelética, baja de estatura y frágil que también transgredirían los cánones de la moda.


Años más tarde, Moss encarnaría (con muy poca carne) el prototipo de belleza que pervive hasta nuestros días. La misma motivación la comparte Gaga: ella se convierte en un monstruo a partir de la moda, incluso se asume como un monstruo a quien nadie quería en la secundaria. Por tal motivo todos los freaks y no tan freaks del mundo encuentran en ella un reflejo perfecto. Gaga cada vez que habla de sus fans se refiere a ellos como “my little monsters”. Su primer disco (en su versión complementaria) se llamó The Monster Fame.


Así, Gaga es la diva de una época en la que se tiene una actitud muy pop, como diría Warhol, la cual consiste en “ver las cosas como son”. En el fondo la estética de Gaga es una metáfora del cambio constante: cuando nuestra personalidad se ve obligada a mutar (rápidamente) de acuerdo con las circunstancias, mutación que nos convierte en mutantes, pero ante la cual se puede mantener una esencia. Por eso Lady Gaga repite hasta el cansancio: “I’m a free bith, baby”, sin más.


Diva de la era digital


Más de 270 millones han visto "Bad Romance" en Youtube. y en total todos sus videos han sido vistos más de 908 millones 853 mil veces en su canal de dicho sitio.

Más de 64 millones de visitas en Myspace, donde sus canciones han sido escuchadas más de 423 millones de veces.

Más de 5 millones 987 mil seguidores tiene en Twitter, donde es la persona más seguida.

A más de 16 millones 867 mil les gusta su perfil de Facebook.

Hace un par de semanas, el cómic biográfico Fame: Lady Gaga (Bluewater, 2010) se agotó el día de su publicación.

Los boletos para su concierto en el Foro Sol se agotaron el mismo día que se pusieron a la venta. Con el anuncio de su nueva fecha, la cantante será una de las pocas personalidades que se hayan presentado en tal escenario en dos o más fechas consecutivas. Se une a la lista que integran Radiohead, Metallica, Depeche Mode y Paul McCartney.

Arrasa Lady Gaga en los MTV VMA 2010


Dicho y hecho. Lady gaga arrasó en la entrega de Premios MTV 2010. "Bad Romance", la canción con la que rompió con toda la hordilla de pseudocantantes ensañaculos de popcito, fue su gran estandarte. Siete de los Ocho Premios que obtuvo, entre los que se incluye Video del Año, fueron relacionados con esa joya visual, muy posmo y muy afterpop.

La lista incluye: Mejor Video Pop, Mejor Video Femenino, Mejor Video Dance, Mejor Coreografía, Mejor Dirección (para Francis Lawrence) y Mejor Edición (Jarrett Fijal) fueron los astronautas que también obtuvo con "Bad Romance" la intérprete.

Lo mero bueno vino cuando recibió de manos, ni más ni menos que de Cher (ese ya era un guiño para advertir quién iba a ganar). Gaga subió al escenario y con lágrimas en los ojos dijo: "Prometí que si ganaba este premio iba a decir el nombre de mi nuevo disco: se llama Born this Way", y comenzó a cantar una estrofa de dicha canción, con lo que su emoción y su primicia dieron la nota.

Por otro lado, debo decir que he quedado sorprendido con la organización y con la ceremonia de los MTV Video Music Awards 2010. enía fácil unos 10 años que no veía una premiación ya que me parecía que todo el concepto MTV había caído en una ligereza y vanalidad abismal, ahora entiendo que nunca fue algo pesado porque antes tocaran casi puro rock, entonces creo que me he reconciliado, sobre todo cuando en materia estética son unos maestros. Nada que ver con aquellos premios en los que Kurt Cobain se pegaba con su guitarra luego de aventarla hacia arriba y de tan pedo no cacharla, o de Beavis & Buthead presentando a los ganadores, o de Axl Rose tocando al piano sentado en una moto.

Este escenario era algo impresionante, la coordinación de la iluminación y los tonos hacían de cada interpretación una ambientación distinta, muy particular. Vaya que los gringos se pintan solos para estas cosas. El Teatro Nokia de los Ángeles recibió la ceremonia que fue conducida por la comediante estadounidense Chelsea Handler.

Quieren una revolución cuentística

Hernán Lara y Daniel Sada apuestan por el género

El cuento es materia olvidada. Si bien, el mundo editorial de nuestro tiempo no carece de títulos, son pocos los autores que apuestan en México por elaborar un libro de cuentos. Entre las alternativas literarias, el ensayo y la novela corta son las más asiduas, no sólo para los más jóvenes sino también para escritores consolidados: como ejemplos de estos últimos tenemos las novelas breves Adán en Edén de Carlos Fuentes, Oscuro, bosque oscuro, de Jorge Volpi, Infecciosa, de Sergio González Rodríguez, y los ensayos El XIX en el XXI, de Christopher Domínguez Michael o Arte y olvido del terremoto, de Ignacio Padilla.

El cuento, incluso tradicionalmente, o –mejor dicho- convencionalmente, es considerado un género menor y (esto sí, seguro) menos atractivo en términos de utilidades: ventas. No obstante, hay autores (quizá porque su editorial confía en la garantía que son sus nombres) que optan por el cuento como materia de exploración artística: Hernán Lara Zavala y Daniel Sada son dos claros y contundentes ejemplos de escritores consolidados que regresan a uno de los géneros que se cultivan (con mayor asiduidad) en la juventud y, además de tomarlo, lo renuevan.

Romper con las fórmulas tradicionales

En su libro Ese modo que colma (Anagrama, 2010), Daniel Sada compone una apuesta por el lenguaje pero también por romper con fórmulas cuentísticas tradicionales. Dice el autor: “trato de que en cada cuento sea un abordaje distinto porque parece que el cuento ha caído en fórmulas concebidas desde hace mucho tiempo. Yo quise romper con esas fórmulas”, muestra de ello es el primer cuento de esta colección, un cuento compuesto en forma de verso en octosílabos. Por otro lado, también integra un cuento cuya estructura es similar a la de un sueño, sin orden ni lógica y con elementos fantásticos.

Hernán Lara Zavala también le da la vuelta al género en algunos de sus cuentos de la colección El guante negro (Alfaguara, 2010), uno de ellos se estructura a manera de cajas chinas: son tres historias, una dentro de otra. La diferencia con la clásica estructura de cajas chinas, estriba en la composición del texto: a manera de zapping, Lara Zavala intercala las historias de un modo muy ingenioso y muy calculado.

“México no tiene tradición cuentística”

“A pesar de que en México se escriben muchos cuentos no hay un público receptivo para el género. No tenemos una gran tradición cuentística como sí existe en EU o en los países nórdicos donde la gente busca cuentos, donde revistas y suplementos propician la lectura de los mismos. Esto último se ha perdido un poco en nuestro país, porque en los 50 y 60 sí se leía mucho cuento, desde Rulfo a Elizondo. Un editor cuando le presentan una novela la piensa dos veces, si le presentan un cuento la piensa cinco veces y si le presentan un libro de poemas la piensa 10 veces”, comenta Daniel Sada.

Lara Zavala, al respecto, dice: “el cuento no está bien conceptualizado en términos de ventas. Muy poca gente se anima a comprar cuentos”.

Si el análisis de estos autores es tan contundente, entonces: ¿por qué hacen un libro de cuentos? ¿Mera necedad? ¿Vanagloria? No. Para estos autores, el cuento en sí mismo aporta elementos particulares y muy valiosos para la renovación de la creación literaria.

“El cuento es un género apasionante: exige mayor precisión. En la novela hay muchas zonas muertas, mucho territorio de exploración dramática. En el cuento lo anecdótico resalta inmediatamente”, dice Sada. Por su parte, Lara Zavala comenta que él en sus clases (es profesor en la UNAM) le resulta muy didáctico y por ello le apasiona: “Para conocer a Borges, a Rulfo, a Revueltas, a Arreola, los cuentos te dan muy claramente la impronta de su personalidad”, dice.

Lara menciona a cuentistas latinoamericanos. No es casualidad. Porque el hecho de que Sada menciona la falta de una tradición cuentística, pone el acento en el consumo de cuentos. Zavala confirma la tradición cuentística latinoamericana: “Los latinoamericanos somos muy buenos para los cuentos. A lo mejor es hasta temperametal: vivir en un lugar de un clima entre templado y caliente. Eso da un aliento corto y una contundencia que es una cualidad del género. Cuando pienso en cuentistas suelo pensar más en autores latinoamericanos”, puntualiza el autor de la novela Península, Península.

Por lo anterior, ni para Lara Zavala ni para Daniel Sada, que son viejos lobos de mar en las letras mexicanas, hay motivos para darse por vencidos. Sada dice con entusiasmo: “habría que generar una revolución: que hubiera 50 escritores o más que se dedicaran al cuento. Yo pongo mi granito de arena para formar esa tradición”.

El cuento, según los autores

Daniel Sada: “Son como los compacts: en el compact son 12 canciones y en este libro son también 12 cuentos. Un libro de cuentos tiene que consumirse rápido y apostar por la ligereza”.

Hernán Lara: “No puedes pensar un cuento sin su arquitectura. El cuento tiene que ser más rápido, y yo diría que hasta más artístico: más orgánico”.

Take a Load Off, STP

sábado, 11 de septiembre de 2010

He aquí la nueva entrega (en video) de la banda de grunge de los 90, Stone Temple Pilots, se trata del sencillo Take A Load Off de su álbum homónimo, editado este año, el primero desde su reunión en 2008, y que contiene imágenes de su gira en aquel año.

Como referencia, es la gira que los trajo a México en el Motorocker donde tocaron antes de Nine Inch Nails. Scott Weiland rifó, sacó la casta, como en antaño.Y ya aprovechando, aprovechamos para juntar nuestras voces a la expectacicón sobre su próximo concierto del 1 de diciembre en el Palacio de los Deportes. La pre-venta (Bnamex) es los días 22 y 23 de septiembre.




La controversia de Valladolid

jueves, 9 de septiembre de 2010

El Bicentenario desde sus raíces

El narrador y guionista francés Jean Claude Carriére escribió en 1992 (quinientos años después del descubrimiento de América) la obra de teatro La Controversia de Valladolid, pieza con la que la UNAM reflexiona sobre el Bicentenario desde sus raíces: el choque de dos mundos.

Dirigida por José Caballero, quien tradujo junto con Rosamarta Fernández esta obra de teatro, La controversia gira en torno de un debate celebrado entre 1550 y 1551 en pos de verificar si los hombres de América eran de la misma naturaleza humana que los españoles.

La publicidad de esta puesta en escena es efectiva: ¿Los indígenas tienen alma? se pregunta, aunque en realidad ese dilema no es el que se trató en aquellas juntas en un Convento de Valladolid, España, en las que el dominico y defensor de los indios (también escritor de emotivas y cruentas crónicas de las atrocidades cometidas por lo españoles en los territorios conquistados), Fray Bartolomé de las Casas y el humanista Juan Ginés de Sepúlveda se reunieron junto con un grupo de dominicos y autoridades eclesiales, representantes de Roma, para determinar si los naturales del Nuevo Mundo tenían derecho a la libertad y a la propiedad, así como el derecho a abrazar el cristianismo.

Más allá de lo anecdótico (sabemos que Las Casas hará una defensa descarnada y pasional de los indios y Ginés de Sepúlveda una argumentación lógica muy apegada al pensamiento religioso sobre la inferioridad casi cismática de los naturales), la pregunta sobre el tipo de racionalidad del humano americano (inferior o similar, más nunca superior) entrevera un estigma ruin a partir del cual el europeo expandió su estela y determinó los cánones que soportarían sus narrativas en nuestro continente, narrativas según las cuales el mundo descubierto (inventado diría Edmundo O’Gorman) sería el terreno para las potencialidades que en el Viejo no maduraron. El Nuevo, en cambio, debería ser conquistado con la verdadera religión (el lado hispano) y el verdadero método (el lado anglosajón).

Sea cuales fueran los procedimientos, el hombre natural del Nuevo Mundo era un ser inferior, incluso más inferior que la mujer, género al cual por aquellos tiempos también se le consideraba “oficialmente” menor. No es casualidad que medio siglo después, en 1611, el dramaturgo inglés William Shakespeare creara una obra de teatro en la que se representarían los tipos humanos distintos y antagónicos del choque de culturas (y de mundos): La tempestad (su última obra de teatro), pieza en la que Shakespeare ubica en Próspero y en Caliban a los entes humanos antitéticos:

Próspero es el hombre ilustrado, duque de Milán y amante de los libros, y Calibán, el amerindio colonizado, un esclavo salvaje y deformado, cuyo nombre proviene de "Carib(be)an", con el significado implícito de "canibal". Llevado este arquetipo a la obra de Carriere, apreciamos que tanto la postura de Fray Bartolomé como de Ginés de Sepúlveda parten de la base de que América es bárbara y salvaje, y en sus diferentes programas ambos buscan civilizarla;, cada quien a su modo. Las Casas reprochan que se ha dado más una barbarización de los españoles que una civilización de los americanos. Los dos creen que la barbarie es una etapa que obedece al contexto. La resolución será "favorable" para los indios de América, aunque la verdadera triunfante será la intolerancia y la segregación que no aceptarán la igualdad de la raza negra, que tiene presencia muda pero no sorda con la presencia de un esclavo.

En el actual montaje de La controversia de Valladolid vemos actualizada esta oposición de tipos humanos: el salvaje vs el hombre de razón, y en medio, el pensamiento cristiano, adaptable a las circunstancias y al contexto. Ofrece una puesta en escena que toma distancia del momento y al mismo tiempo mete al espectador en el desarrollo: se logra objetividad pero también afecto por parte del espectador, es decir, el espectador latinoamericano (y mexicano) sabe que en alguna medida es descendiente de aquel pasado doloroso, pero también es capaz de preguntarse qué tanto él juega hoy en día el papel de los españoles, sólo que ahora en forma de racismo.

La espléndida traducción hace que el texto esté muy vivo y sea muy cercano a nuestra realidad. En cuanto al trazo escénico, José Caballero se preocupa por involucrar al espectador a partir del uso del espacio: por un lado, irrumpe con un guiño a la conjunción de temporalidades: la actualidad y el momento histórico (como en la película Jesucristo Superestrella), cuando Hernán Mendoza (Las Casas) llega a bordo de una motocicleta y se pone el vestuario de su personaje; por otro, lleva el escenario hacia fuera cuando el Legado del Papa camina por los pasillos y lanza sus peroratas desde la parte media de la zona de butacas; además, el escenario se compone por una estructura de tres plataformas unidas como andamiajes más un telón de fondo en que se proyecta un portal tipo barroco que alude al convento.

Como si fuera un sándwich, los personajes se acomodan en los tres niveles de la estructura tubular, quedando en la parte de abajo y detrás el esclavo, que no es indio sino africano. Hernán Mendoza (Las Casas), Carlos Alberto Orozco (Sepúlveda), Cristóbal García Naranjo (el Legado) y Juan de la Loza (el Superior) cumplen con sendas y muy verosímiles actuaciones. Y el final es un lapidario retruécano, simbólico y poético, en donde los límites de lo propio y de lo ajeno, de lo civilizado y lo bárbaro, se pierden en la imagen de un africano rezando una oración cristiana a los pies de un ídolo azteca.

El escritor fantasma, de Roman Polansky

La política escondida

Este fin de semana se estrena la nueva película de Roman Polanski, El escritor fantasma que es una gran película,. No es una obra maestra pero es de esas películas en las que sabes que ha pasado el tiempo pero sólo tee das cuenta porque de repente te empieza a doler tu colita. Porque pasar poco más dos horas pegado a un butaca en el cine (por más VIP que sea) te dejarán o un fuerte dolor en el coxis pero sobre todo los nervios de punta, además de un momento de apnea provocado por la sorpresa final luego de una sucesión de intrigas y de pistas que argumenta la cinta y que como espectadores debemos seguir junto con el protagonista de la película.


De esto va la peli: un escritor que cobra una copiosa cantidad de dinero por ser la voz y el pensamiento de un político, un escritor fantasma, esos que escriben los discursos, los comunicados para la prensa, las notas de feliz cumpleaños... Todo lo que aparentemente escribe (dice y hasta piensa) un político.


De entrada hay que decir que esta pieza le valió al polaco el Oso de Plata al mejor director en el último festival de cine de Berlín Ya en el plano, dramático destacan las actuaciones de las mujeres , con actuaciones fuertes por su carga de engaño y frivolidad: Kim Catrall y Olivia Williams logran una profundidad abismal y misteriosa, ese no sé qué que hacen que una mujer madura a pesar de los años (o más bien gracias a ellos) sea sumamente atractiva. Por su parte, recibimos a un McGregor muy fiel a McGregor: un personaje sin matices, sin malicia: aunque muy inteligente y muy bien intencionado (en verdad da un poquito de flojera).


Por otro lado, la densidad de los ambientes afecta al espectador y lo involucra en la tensión dramática: un ambiente muy turbio, muy poco claro como la historia que se cuenta:


El escritor fantasma (McGregor) es contratado por una famosa editorial de Nueva York, Rhinehart Inc., para realizar (corregir, darle prosa y ritmo) un libro de memorias del ex primer ministro británico Adam Lang (Pierce Brosnan) que ligando un poquito la ficción con la realidad correspondería a una versión fictiva de Tony Blair; Ruth (Williams) correspondería con Cheire Blair, esposa del ex primer ministro.

El joven escritor que le dará voz a ese político toma un taxi que lo lleva a su casa. Al bajarse es interceptado por dos individuos que transitaban sobre una motocicleta. Uno de ellos lo golpea y le quita un sobre que contiene el borrador de una novela. ¿Pensarían que llevaba el manuscrito de Lang? Con esta primera incógnita sabemos que algo huele mal, que algo se esconde, pero parece que nuestro escritor no se da cuenta de inmediato de ello o simplemente lo ignora. ¡Mire que rechazar 250,000 dólares por trabajar durante menos de un mes sería imperdonable! Además: ¡es un libro!, ¿qué tanto peligro puede haber en la publicación de un libro, en trabajar de incógnito y en que tu figura una vez que redactes las memorias sea olvidada detrás de la celebridad que aparece en la portada?


La situación se vuelve más negra cuando el espectador conoce que este nuevo escritor es el sustituto de otro negro (fantasma) Mike McNamara, que murió mientras investigaba sobre la vida de su amigo Lang, encontrando huellas que lo relacionaban con crímenes de Guerra (mandar a jóvenes a morir a los campos de batalla en Irak).


El escritor cruza el océano para trabajar en el búnker personal que tiene en EU el político inglés, en donde el manuscrito (una única versión) es protegido bajo las más avanzadas tecnologías de seguridad. Pero poco a poco, el asunto se va desvelado en su complejidad.


El círculo cercano a Lang es muy hermético. El propio político se muestra muy celoso de ciertos pasajes de su historia personal en los que el escritor busca indagar para hacer un retrato más fiel y atractivo (este es el único tono malicioso del personaje de McGregor: el trabajo que realiza está a medio pelo entre el de un detective y el de un periodista: busca el dato fascinante y económicamente redituable).


La inteligencia y curiosidad del escritor lo llevan a encontrar vacíos en el borrador ya escrito. Además, investigando se encuentra las indagaciones de su predecesor, detalles: un teléfono anotado detrás de una foto de juventud en la que Lang estudia en EU, la clave de que en el borrador “todo se encuentra en los principios”, el papel que Ruth, esposa de Lang, juega para que éste se incorporara al Partido y abandonara su gusto por la actuación. Además qué tiene que ver una empresa de seguridad y la CIA.


El verdadero giro de tensión ocurre cuando en sus investigaciones, el escritor se sube a una camioneta destinada para uso de los huéspedes que se hospedan en casa del ex PM, una camioneta que usaba su antecesor y que tiene grabada una ruta; es decir, sólo se sube y sigue las indicaciones que le va dictando la computadora del auto. Llega a la residencia de un profesor de Cambridge que tiene algo que ver con el pasado de Lang. El sentimiento de amenaza enrarece el ambiente. Y a partir de aquí, la cinta cambia a un thriller en el que quien corre peligro es ni más ni menos que el escritor, el que llega de manera colateral e inocente (un tanto) a esta red de relaciones turbias.

La perfección con la que se cruzan los datos y las historias más las simulaciones propias del mundo de la política, es la gran aportación de Polanski, que si bien no entrega una obra maestra, sí presenta una película en la que juega a su antojo con los límites de la ética y la política, la verdad y la simulación, el deseo y el interés, la ideología y el fanatismo, la opulencia y la barbarie.


Una película que, además, critica a los grandes Estados creadores de la más contemporánea de las ficciones: la amenaza del terrorismo, la libertad de la democracia y, sobre todo, la guerra justificada en términos morales (contra el terrorismo y la amenaza nuclear) pero que en la realidad fue una guerra por recursos naturales y su efecto: el dinero.


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