Precious, de Lee Daniels

miércoles, 31 de marzo de 2010

Una película pesada

En lo personal, no es nada contra los gordos. Sólo reverberancias de mi infancia como chico ostra.

Además de negra es gorda y fea. No, al revés, además de fea y gorda, es negra. Y ese es el verdadero problema de Preciosa, el personaje principal de la película homónima del joven y talentoso director afroamericano, Lee Daniels, porque en una sociedad históricamente racista como la estadounidense, el país con más gordos en el mundo, se puede perdonar la gordura, incluso la fealdad, pero no la negritud.


Y ese drama, en la era Obama, lo expone perfectamente la película Preciosa.


Como reflejo de su tiempo, es decir como una reflexión de fondo sobre las molduras invisibles que definen al ser humano contemporáneo, es una película sin desperdicio que para su desgracia se estrenó el mismo viernes que la esperadísima cinta Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton, que la borró del mapa.


No obstante, se lo decimos, Preciosa es una película que del mismo modo en que le robará el pudor y la vergüenza, en que lo incomodará al punto de sentirse sucio después de todo un trasiego en que su alma no sabrá con certeza sino hasta el final si la película le está gustando, con todo eso, este filme lo hará experimentar un torbellino de emociones empezando por el paladar, luego la garganta hasta desembocar en el estómago.


Así, usted será estrujado y si el experimento funciona, reconvertido: cuando salga de la sala usted podrá pensar que una gorda, fea y negra puede ser admirable, puede ser valiente e incluso mucho más libre de lo que tal vez usted lo ha sido en toda su vida.


Bueno, esta chica gorda, pese a sus desproporcionadas dimensiones, es tan sólo una niña de 16 años que, se lo decimos de una vez, ¡vaya que ha sufrido!, así que no se sorprenda por la consecución de situaciones infelices que la atormentan. Su vida es un dramonononón. Por ello, el personaje se evade en instantes de fantasía en los que sueña en que es famosa y tiene miles de admiradores, pero son sólo eso, instantes.


Daniels no muestra ambages para presentarnos al personaje: en los primeros minutos de la película sabemos que Preciosa a sus 16 años se encuentra embarazada de su segundo hijo, el primero de ellos es una niña que tiene síndrome de Down; el dinero escasea en casa; además, es víctima de una torrencial violencia física y verbal que raya en lo insoportable, no obstante pocas veces una lágrima brota de sus ojos; aquí es de resaltar la fascinante y reveladora actuación de Gabourey Sidibe, quien hace de la inexpresión todo un arte del enmascaramiento.

Los golpes e insultos los propina y profiere su madre, también gorda y más entrada en años , que la odia por la simple y sencilla razón de que su hija es más inteligente, más joven y por lo mismo, aunque usted no lo crea, más apetecible, más deseable.


Es cierto y por eso Mary, cuyo papel lo interpreta de manera excepcional la comediante Mo’Nique, papel por la que ganó el Oscar, la odia, sobre todo porque, dice, le ha robado a su hombre. Sí, Preciosa ha sido violada desde pequeña por su padre, quien a su vez es papá de sus dos hijos.


Superando el tono aleccionador y el entusiasmo de supermercado sobre la autoaceptación, esta película del director Lee Daniels pone el acento en la desintoxicación de los prejuicios, en el desencantamiento del optimismo “postracial” y en el cariz efímero y difuso de toda esperanza, con un final sin balanza, es decir sin valoración moral de los hechos, y sin muerte, que es el verdadero fin de toda historia.


Su aparente ligereza, ser un dramononón y presentar un mundo de buenos contra malos, se ve superada por la deliberación ética que finalmente yergue la antes indefinida personalidad de la protagonista y que la convierte en un héroe de nuestro tiempo mucho más real que los marines de The Hurt Locker.


Por eso Preciosa ha cosechado la admiración de la audiencia y de la crítica en todo el mundo, sobre todo de quienes se fijan más en la trascendencia del proyecto en sí, en los temas que plantea y en las emociones que provoca, que en los detalles técnicos o en la fatigosa ansia de erudición, innovación y estilización de los rockstars del cine.


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