Roberto de la Torre, De la mordida al Camello

jueves, 16 de abril de 2009

Mentras más alternativo el arte, mejor

Si hubiera algo más alternativo que una obra efímera, una acción por ejemplo, creo que lo escogería. Desde un principio sentí una fascinación por este tipo de trabajos, por contreras, por chingar, al propio arte, aunque el que se chinga finalmente soy yo porque también vivo de esto”, confiesa entre sonrisas el artista visual mexicano Roberto de la Torre, quien recientemente ha publicado De la mordida al camello (Diamantina, $), libro que integra una retrospectiva gráfica de su obra.

“Es una selección de obras que fueron hechas entre el 2000 y el 2005. Muchas de esas obras no se han exhibido en el país, pues se hicieron en otras ciudades del mundo”, y además son intervenciones o acciones pero objetos de arte en concreto.

Los trabajos de esta publicación tienen la característica de ser hechos con elementos muy simples pero con una carga conceptual amplia para poder revisarse desde distintos puntos de vista. Además de que son independientes uno del otro, pues una de las pautas creativas de este artista visual es no repetir.

Para Roberto de la Torre, “el arte es un medio interesante que te da cierta libertad de trabajar, un pasaporte que te permite salirte un poco de la realidad, verla desde fuera y jugar con ella”.

Y lo hace principalmente en dos sentidos: hacia el interior y hacia el exterior, es decir por un lado apela a las emociones, lo que nos hace humanos, en ese sentido hace una suerte de poética, y por otro lado apela a un contexto concreto, social, económico, político, el cual busca explorar para entenderlo.

Para muestra de su exploración interna tiene una obra que se llama “La vida no cabe en 27 instantáneas”, pieza que consiste en la anécdota detrás de una cámara fotográfica desechable: “A Paty le diagnosticaron cáncer. Le pedí que tomara las 27 imágenes más significativas durante ese periodo de su vida. Cuando me la encontraba ella me decía: ‘Sabes, hoy vi una imagen que quise retratar, pero no lo hice, quiero esperar a encontrar una mejor’. Finalmente, falleció y no logró tomar ninguna foto”. Una pieza que logra ser mucho más universal por su carga emotiva.

Y por el otro lado, “la portada misma del libro hace alusión a un proyecto de obra que difícilmente se hubiera podido llevar a cabo ya que no es políticamente correcta: cocinar una gran cantidad de hamburguesas en la azotea del World Trade Center México para provocar una gran humareda que diera la impresión a primera vista de que tratarse de un incendio”.
“Este proyecto me pareció tan interesante que vi una buena oportunidad de presentarlo como una obra de arte en la publicación. ¿Qué importa si se hizo o no se hizo? Ya está. Y si se hubiera hecho, ¿cuántas personas lo vieron? Lo demás es mito. Las fotografías que hayas sacado son perspectivas distintas pero no es la acción. El video o el documento que tengas de esa obra tampoco es la acción. Finalmente queda en la memoria.”

“La obra de la portada encierra varios aspectos de lo que es este libro y mi obra en general: abarca la parte social, política, el humor, el sarcasmo, la ironía, el doble sentido y lo efímero”, dice De la Torre.

La mayoría de las obras que se presentan en este libro se han llevado a cabo en espacios públicos. Además, el autor menciona que le gusta mucho realizar piezas en las que pueda interactuar la gente. Como ocurre con la más reciente, que no viene dentro del catálogo, cuyo nombre es Chac Mool.

Chac Mool es una pieza controvertida, fuerte. Se trata de un inflable con la forma de un cura que porta una máscara sadomasoquista. Se llama Chac Mool por la posición que toma el cura, similar a aquella con la que se representaba a esta figura mitológica en cuyo vientre se vertían ofrendas y sacrificios humanos. Y la analogía es muy interesante y perversa porque, ya en la obra en acción, las ofrendas son los niños que se meten a brincar en el inflable. Esta perversión va más allá de la pederastia y de la pedofilia: toca todos estos engaños que permean a la sociedad, estas maneras de seducirnos y que nosotros consentimos y permitimos y que nos están pervirtiendo continuamente”.

De la mordida al camello es un sano divertimento, un objeto artístico y a la vez un valioso registro de lo que este joven artista ha hecho para sacudir de un modo sutil, alternativo y valiente las “buenas conciencias”.
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