Historias de la Revolución mexicana

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Los ríos de tinta de la Revolución

Mucha tinta ha corrido sobre lo que ocurrió, significó, ha significado y significa la Revolución mexicana, «el gran tsunami» que cambió a México para siempre. Eso es lo que presenta Luis Barrón en Historias de la Revolución Mexicana (FCE, $155), un muy buen trabajo de investigación y recolección sobre el gran movimiento social que cambió al país entero y que buscó con éxito darle una dirección constructiva.

La Revolución mexicana no sólo es historia, sino también memoria, y en la medida en que es memoria, también es mito e idea. Y la historiografía sobre la Revolución, junto con los diversos grupos que se la han disputado como basamento ideológico, refleja la misma complejidad.

Sobre todo cuando la historia ha dejado de ser entendida como una verdad unívoca, como dice el filósofo italiano Gianni Vattimo en su texto "Posmodernidad ¿una sociedad transparente?" al proponer que la creación de las nuevas tecnologías, sobre todo Internet, han dotado al ser humano de una herramienta con la que puede aprehender la realidad y construir verdades por sí mismo, así como dar voz a aquellas culturas o personas que antes eran más fácilmente silenciadas.

Es a través la multiplicidad de las racionalidades que la verdad deja de ser un bien del que se puede tener monopolio, es decir, cada ser individual, en su particularidad y forma de entender el mundo es una racionalidad que "compite" con millones.

Aunque, no seamos ingenuos, lo anterior no impide que dentro de esa concatenación de racionalidades exista una con mayor poder, la cual es representada en su mayoría por los convecionalismos sociales, los poderes fácticos y los Estados que contratan espacios mediáticos para difundir, ya no sus discursos, sino sus frases de marketing político, sus verdades que, aún, son las de mayor poder.

Si incribimos esta pérdida de univocidad histórica a partir de la gran Revolución Tecnológica de los años 60/70, no es casualidad que al confluir la profesionalización de la historia regional con la represión del movimiento estudiantil del 68 y los cuestionamientos que desde la fundación del partido oficial se le venían haciendo al «Estado revolucionario», en nuestro país fue posible que en las diversas regiones se descubrieran distintas revoluciones y se hallaran las múltiples contradicciones y a veces terribles consecuencias de la Revolución mexicana.


Los estudios regionales se convirtieron en una fuente inagotable de evidencia para sustentar la tesis del fracaso de la Revolución. Tesis que, como dice Luis Barrón, adoptaron los revisionistas.


Con base en libros que van desde Luis Medina Peña, Daniel Cosío Villegas, Jesús Silva Herzog, Frank Tannenbaum, hasta de Lorenzo Meyer, Arnaldo Córdova, Enrique Krauze, y con un concreto y claro prólogo de Friederich Katz, Barrón nos entrega un muy completo y sintético repaso sobre lo que se ha dicho, elaborado y registrado sobre este concepto que no pierde vigencia y al cual es importante revisitar para entender nuestras patologías políticas y socioculurales.

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